EL QUE ROBA A UN LADRÓN…
A principios de los años 60 comencé a ver cine. Durante esos
años el cine comenzó a cambiar mucho. En los 40 había aparecido el color,
aunque su uso se masifica en los 50. En los sesenta, aparecen las vanguardias
que intentan cambiar la forma de contar. También aparece la comedia a la
italiana que no solo destaca en el registro costumbrista, sino también
incursiona por los géneros, particularmente el spaguetti western, el giallo, y
las películas de robos.
Dentro de este último género, los italianos hicieron un par
de obras maestras. Los 7 Hombres de Oro de Marco Vicario (1965), con Philippe
Leroy y Rossana Podestá fue una de ellas, Operación San Genaro, de Dino Risi,
fue otra dentro de un estilo farsesco. Un Golpe a la Italiana, del inglés Peter
Collinson (1969), con Michael Caine, fue filmada y transcurría en Italia con mucho
gusto a lo italiano, cerrando una trilogía inolvidable. La influencia de ese
cine llega hasta nuestros días, y sin lugar a dudas anima en el alma de El Robo
del Siglo, está buena comedia de suspenso de Ariel Winograd.
La diferencia entre esta y aquellas es que los italianos
trabajaron construyendo un guión ficcional.
En cambio, en la película argentina que se acaba de estrenar, la ficción
es superada por la realidad. El Robo del Siglo se basa en el atraco real de las
cajas de seguridad de Banco Rio en la sucursal Acassuso en el año 2006.
Con guión del propio director, muy bien sintetizado, que se
concentra fundamentalmente en la acción de lo que está relatando, dejando mucha
libertad de acción a sus actores para que cada uno componga su propio
personaje. Dicha libertad, paradójicamente, atenta contra la composición de cada
uno de ellos, sobre todo en los dos papeles principales, Fernando Araujo (Diego
Peretti), cerebro de la operación, y Luis Vittete Sellanes (Guillermo
Francella), el financista de la misma. Peretti y Francella son dos actores con
fuerte personalidad a los que se encasilla normalmente en la televisión y
parecen estar limitados a componer a sus respectivos personajes en la película a
lo que hacen habitualmente en aquel otro medio.
El film puede dividirse en tres partes. La organización de
la operación, el robo en sí mismo, y la detención de los criminales. La primera
parte es la que permite el mayor vuelo. Si bien se maneja con clisés propios
del género, presenta a los personajes, y describe con lujo de detalles la
personalidad de los dos ladrones principales, humanizándolos y tratando de sacarlos
de la maqueta.
La segunda parte del film desarrolla el robo y reproduce
prácticamente lo que los artículos periodísticos relataron en las páginas
policiales después de lo ocurrido. La parte más interesante del guión está
relacionada con la aparición de un clásico negociador policial (Luis Luque) que
busca lograr la libertad de los rehenes. Aquí la trama desarrolla la típica
forma del gato y el pícaro ratón, colocando inteligentemente al público del
lado de los rehenes haciendo que lo ya conocido forme parte de una escena que logra
generar una escena podría llegar a ser antológica de nuestro cine.
El final es lo más flojo de la película, no por conocido,
sino por la simpleza de la resolución cinematográfica. Todo lo bueno del guión
como de la estructura cinematográfica se cae abruptamente sin ninguna clase de
sustento. Los ladrones son atrapados uno por uno con la misma facilidad con la que
se hubieran entregado. Esto desperdicia una película que dura casi dos horas haciendo
sobrar 30 minutos finales que no aportan nada a lo ya conocido. En este tramo,
impera una chatura cinematográfica impropia del film hasta ese momento, y que
hace perder relevancia al buen trabajo del director.
En síntesis, El Robo del Siglo es un buen pasatiempo, con
algunos pasajes cinematográficamente brillantes, pero hacia el final, se cae
irremediablemente dado que la realidad de los hechos supera toda fantasía. No
obstante ello, es una película entretenida, que deja verse, lo cual, dentro del
panorama actual del cine argentino, no es poco.
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