La última película del director americano da lugar a un
nuevo tipo de animación que puede verse desde diversos puntos de vista. Se
trata de una obra que da lugar a una puesta en escena donde el dibujo es reemplazado por pequeños
muñecos y actores reales, contando una historia que narra la caída de un
asteroide en un pueblo del desierto del Mojabe, bajo la forma del dibujo
animado.
Acorde a las características personales del autor, Anderson
asume la trama relatando con lineamientos tradicionales (actores, actrices y dibujos animados) tomando algunos riesgos
que pueden jugar en su contra. Su cine está basado en ello. Solo para recordar,
este es el autor de Moonrise Kingdon (2012), Gran Hotel Budapest (2014) y La Crónica
Francesa (2021).
Su nueva obra no puede dejar de observar contrastes. Por
un lado es una obra única, renovadora de las formas, que completa un ciclo de
desarrollo narrativo que genera un estilo propio de cine que difiere con lo
tradicional dado que juega con lo naif pero a su vez, no deja de observar la
realidad, a la que de alguna manera, satiriza. Sin lugar a dudas, es una obra
controvertida no apta para el espectador común que busca el relato lineal y
pasatista, como tampoco es tan solo una película orientada al cine infantil.
Anderson es un director creativo y aquí expresa su propio
universo. Un cine que parece salido de los viejos dibujos animados de la
factoría Disney, pasa por Pixar / Disney, toma ideas de Barbie y comienza a desarrollar la propia factoría,
la del Anderson autor y director,
buscando y su propio desarrollo que, sin duda, va en busca de su obra maestra,
El paso dado es gigante. Con actores reales e importantes
y un proceso de animación realizado con pequeños muñequitos que cobran vida en la pantalla con
un complejo sistema de montaje cuadro por cuadro, el resultado es realmente revolucionario.
La
trama del film transcurre en 1955, en un lugar en medio del desierto que lleva
el nombre de la película, de características similares al Mojabe, donde se
reunirán cientos de colegiales para participar de un concurso escolar,
observando fenómenos astronómicos. Allí coexistirán resabios de la primera
explosión atómica en medio de una feria de carpas tipo San Telmo en Buenos
Aires.
Sin
lugar a dudas se trata de un film destinado a la controversia. Para algunos, su
valor estará en el paso cualitativo de animación que logra Anderson. Para
otros, será simplemente, una curiosidad cinematográfica más. Lo cierto es que
esos pequeños juguetes de plástico logran cobrar vida en la pantalla relatando
una historia simple y compleja a la vez, con personajes claramente delineados,
que deja algo desconcertados tanto a los niños como a los adultos.
No
obstante ello, el experimento de Anderson tratando de satisfacer a una platea
amplia de padres e hijos, puede llegar a aburrir dado que la extensión de la
propuesta es demasiado larga, sobre todo para los más pequeños y poco
interesante para los mayores, más allá de los logros cinematográficos
(particularmente el trabajo de edición), que es extraordinario y no admite discusión.
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