UN CUENTO DE DOS CIUDADES
Londres es una ciudad legendaria. Ha sido la
capital de un imperio. Es uno de los centros financieros más importantes del
mundo, una capital turística, y uno de los polos de atracción de inmigración
más importantes del mundo. Es una capital cosmopolita. Conviven en ella
personas de todas las razas y de todas las religiones. Es una de las ciudades
más pobladas del mundo. El Brexit no triunfo en Londres.
John River, magníficamente interpretado por el
sueco Stellan Skarsgard, no nació en Londres, como tampoco nacieron en Londres
la mayoría de los personajes que pueblan “River” la miniserie en 6 capítulos
escrita por Abi Morgan para Netflix. Es como si se tratara de una historia de
inmigrantes, muchos de ellos, provenientes, incluso, de otros lugares de la
propia Inglaterra o del Reino Unido. En River casi no veremos “londinenses”.
Pero esos extranjeros no solo lo son por su lugar de nacimiento sino por ser
extraños. Son seres solitarios a los que les cuesta perder sus identidades,
tienen dificultades de adaptación, costumbres diferentes y les cuesta
asimilarse a la población nativa.
River es un policía de investigación que está muy
próximo a la jubilación. Conocemos muy poco de su vida y su pasado. Él también
es otro solitario del cual no conocemos absolutamente nada. Dedica su vida a la
investigación policial. La película lo muestra en un “ahora” permanente como si
no tuviera ni pasado ni futuro, pero inteligentemente, Abi Morgan lo coloca frente
a la psicóloga policial y River, con mucho esfuerzo, comienza a exorcizar sus
fantasmas. El hombre se transforma en una especie de personaje
shakespeariano, siempre trabajando en el borde de la línea divisoria
entre el bien y el mal, y rodeado de los fantasmas que pueblan su pasado. Acaba
de perder a su compañera de trabajo, que ha sido asesinada cruelmente en medio
de la calle. Siente culpa, su omnipotencia ha sido herida. Todo indica que algo
más se ha roto en su vida. No obstante, tendrá que ocuparse del caso.
Lo que siguen son 6 episodios apasionantes donde
River ira desenrollando no solo una trama complicada de crimen y corrupción
sino también, tratando de deshacerse de sus propios fantasmas. En esos procesos
no solo aparecerá la soledad y la incomunicación de las grandes ciudades, sino
también la imposibilidad de amar, de un hombre herido desde su niñez, que nunca ha podido superar. Las soledades que
muestra “River” son viscerales, arrastradas de traumas familiares, e incluso de
generación en generación desnudado secretos, complicadas historias personales y
una larga serie de mentiras que finalmente saldrán a la luz provocando daños
que van más allá de lo esperado, produciendo la tragedia.
Todos tienen un “esqueleto en el ropero” en esa
Babel moderna donde la mayoría sólo busca ganarse la vida acercándose
peligrosamente a la soledad. En esa ciudad de pobres corazones, River lucha por
una justicia que le es esquiva y complicada. A su alrededor, todos parecen
estar implicados en algo y la soledad asoma como única compañera habitada por
fantasmas de otros tiempos pero que se presentan, corporizan y dialogan con el
Detective River como si estuvieran presentes todo el tiempo.
River va y viene por los diversos puentes que unen
las dos costas de la ciudad como si fueran dos ciudades diferentes. Como si
estuviera viniendo del mal hacia el bien y viceversa, mientras los trenes
urbanos pasan una y otra vez, apareciendo y desapareciendo en un túnel,
entrando a un puente, corriendo por la costa para volver a perderse en la
lejanía. Luces y sombras que iluminan y oscurecen la trama como se nos ilumina
y oscurece la vida misma.
Este trabajo de Abi Morgan es realmente notable y
nos reconcilia con lo mejor de la TV. Es osada y conservadora al mismo tiempo.
Tiene un dominio absoluto sobre el material que maneja. Ya hace un tiempo que
nos había maravillado con sus guiones para un par de películas: La
extraordinaria “Shame” de Steve McQueen, un inglés que filmó la soledad en
Nueva York como solo lo haría un extranjero, quitándole a la gran manzana todo
su glamour y dejando solo la extrañeza de sueños y añoranzas. También fue
suyo el muy buen guión de “La Dama de Hierro”, en la cual Merryl Streep
personificaba a Margaret Thatcher. Allí Morgan no solo mostraba la soledad del
poder sino también la soledad del envejecimiento. Ahora, en “River” la soledad vuelve
al centro de la escena. No trata de explicarla, simplemente la muestra. River
es un hombre que está solo y espera. No sabemos qué espera porque su auto
exigencia lo lleva tan solo a cumplir con su trabajo, ello es, investigar
crímenes. En ello pone todo su ahínco, y de ello emerge su vulnerabilidad y la
absoluta soledad en que vive. No obstante, el final lo ilumina con una pequeña
luz de esperanza señalando un futuro que podría ser algo más venturoso.
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