EL FUTURO QUE NO EXISTE
No conocía el cine de Bart Freundlich, un director de Nueva
York que ya tiene varios largometrajes en su haber como así también varias
series para la televisión. En Argentina se ha visto Amante Accidental (The
Rebound, 2009), Parejas (Trust the Man, 2005), y alguna otra en video. La película que se estrenó esta semana es su
séptima obra cinematográfica y cuenta en su elenco con el respaldo de tres
grandes actores: Julianne Moore (Siempre Alice, 2014; Lejos del Cielo, 2003), que
por otra parte es también su esposa en la vida real, Michelle Williams (Blue
Valentine, 2010; Manchester Frente al Mar, 2016) y Billy Crudup (Lazos de
Sangre, 2013; Jackie, 2016).
Este es un film sobre los sentimientos y los lazos
sanguíneos que explora las relaciones familiares a través de las emociones y las
vueltas de la vida. Freundlich, también autor del guión, se basa en una obra
original de Susanne Bier (guionista y directora holandesa de aquella película que
aquí se denominó Después de la Boda, 2006). El trabajo de Freundlich es
básicamente americanizar la obra, darle una estructura más dramática y un ritmo
típicamente de cine americano.
Esta obra teje una compleja y delicada trama de relaciones
familiares que fundamentalmente tienden a destacar la importancia de la unión
familiar. La cuestión que plantea radica en dar a luz lo que oculta el pasado, entenderlo,
aceptarlo y tratar de comenzar a convivir con ello. Aunque a veces se torna predecible,
el director Freundlich acude a numerosos giros que logran mantener la atención
en la narración despertando un genuino interés por su desarrollo.
La historia comienza en la India y nos lleva a Nueva York no
sin antes mostrarnos la labor que realiza Isabel (Michelle Williams) en aquel
lugar donde hace trabajo humanitario atendiendo y dirigiendo un orfanato que es
financiado por una empresa americana. Allí Isabel muestra predilección por Simón,
un niño hindú al cual prácticamente ha adoptado. Como consecuencia de ello, Simón
se transforma en un personaje emblemático de la necesidad de ayuda que necesita
un país como India.
Este planteo parece conducir a un film de los 70 donde las
luchas sociales forman parte existencial de los problemas del hombre. Pero no
es así. Isabel, una vez llegada a Nueva York, asume un papel de mujer enigmática
que da lugar a una de esas famosas casualidades literarias que todo lo facilitan.
Ello conducirá a crear un extraño triángulo, uno de cuyos vértices
será Isabel, la mujer necesitada de ayuda, y por el otro, la base, el
matrimonio de Theresa, (Julianne Moore) y Oscar (Billy Crudup). A partir de aquí,
la acción transcurrirá en medio de una familia de clase media alta donde
Theresa, la madre, es una empresaria exitosa. Su marido, Oscar, es un artista plástico
de cierto éxito, y Michelle se transforma en la enigmática mujer que busca
ayuda.
A partir de allí, la narración se olvida de la India y se
concentra en Nueva York, donde se desarrolla una historia donde el encuentro y
la aceptación se convierten en baluartes de la vida, una narración circular con
idas y vueltas hacia un pasado que siempre condiciona al presente y que
terminará determinando al futuro. El film es un exponente de las vueltas que da
la vida.
El film tiene como mayor mérito estar construido a través de
tres actores que con un poder histriónico notable son capaces de transmitir
diferentes estados de ánimo y situaciones que reflejan que la felicidad esta constituida
en esas pequeñas cosas de la vida. Pero el problema del film es que transcurre
en una familia de clase adinerada donde lo material no es problema. La
intención inicial de Isabel de buscar ayuda financiera para un orfanato en la
India se pierde en el relato dado que los problemas del matrimonio de Theresa y
Oscar se superponen e incluso terminan siendo más graves que la propia
situación de los niños en la India.
La película comienza con las correrías de un niño feliz en
un orfanato de la India para terminar sombríamente en una lujosa casa en las
afueras de Nueva York donde los personajes terminan planteándose cuestiones
existenciales más allá de la comodidad en que viven. Este desbalance desubica
al espectador aunque haya en los personajes cuestionamientos que los humaniza y
que los coloca fuera de toda materialidad. La propuesta está avalada, además,
por las exactas composiciones de los tres intérpretes principales.
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