LA VIDA DULCE
Rodrigo Sorogoyen del Amo es
un ascendente joven director de cine y guionista español, que acaba de ganar los
premios Goya 2019 a mejor director y al mejor guion original -compartido con
Isabel Peña - por la película El Reino que ganó siete Premios Goya y cinco premios
Feroz.
De su filmografía, en Argentina solo se estrenó Estocolmo
(2013). Madre (2017) sigue esperando su estreno. Pero esta semana tuvimos la
fortuna que se estrene su película más premiada que aparece en nuestras
pantallas con el nombre más explícito de El Reino de la Corrupción, un thriller
político que toca un tema muy candente.
El Reino… es un film sólido, muy bien escrito, mejor
dirigido y con un acompañamiento musical basado en la percusión que es
fundamental en el ritmo de desenfrenado que toma la película.
Si bien el asunto del film no es más que un caso de
corrupción en una villa de la costa cercana a Madrid, el film se eleva por su
notable factura cinematográfica dado que por sobre todas las cosas que dice
sobresale la forma en que lo dice.
El caso que presenta es un caso más entre los tantos casos
de corrupción que se dan en el mundo. Pero lo interesante de este film es que
el protagonista principal (un notable trabajo de Antonio de la Torre) en medio
de la corrupción reinante no es más que un chivo expiatorio, un típico político
cuya vida holgada se sustenta en negocios ilegales agravado por el hecho que comparte
el fruto de la corrupción con una gran mayoría de dirigentes más influyentes de
su partido, los cuales, obviamente, lo dejan solo frente a la denuncia que
recibe.
El film, contado con una velocidad que no para nunca, puede
llegar a confundir al espectador que busca una historia convencional. Pero lo
interesante del film no está en el proceso de corrupción que relata sino en la
concentración de responsabilidad que acarrea el funcionario corrupto,
especialmente cuando lo dejan solo ante lo cual aparece social y legalmente
como único responsable de un proceso de corrupción que obviamente abarca a un
grupo de funcionarios públicos más importantes.
El ritmo de la película es súper rápido, subrayado por la columna
musical basada en una percusión electrónica que remarca la aceleración de los
acontecimientos que está narrando, y por la banda de sonido concentrada en un
acompañamiento musical que hace parecer la aceleración de un corazón a punto de
estallar ante el descubrimiento del hecho doloso y la responsabilidad que le cabe
al protagonista, el cual queda solo y desamparado frente a al proceso que se le
vuelve encima.
También es un acierto concentrar el film en las espaldas de
Antonio de la Torre, que logra cargar sobre sus espaldas el hecho ocurrido y transmitir
todo el clima de locura que instala en torno al mismo, la forma en que se
borran todos y la soledad que aparece en torno suyo, no obstante saber que la
corrupción del poder lo abarca todo.
La última media hora de la película no tiene desperdicio.
En ella se instala toda la locura del protagonista que se concentra en cuatro
escenas notables, una en un balcón, otra en una casa de un funcionario que esconde
una prueba judicial importante, la siguiente, un escape en auto en medio de la
noche oscura y la amenaza de una persecución invisible, y la última, un
reportaje por televisión que define los tiempos actuales que estamos viviendo.
En síntesis, un film español para tener muy en cuenta.
Entretenido, bien actuado, extraordinariamente musicalizado, y con una pintura muy
acorde del tipo de sociedad y política de estos tiempos. Cualquier parecido con
la realidad es pura coincidencia.
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