EN CINES
CRUCE DE CAMINOS
“Qué difícil se me hace
Mantenerme en este viaje
Sin saber a dónde voy en realidad…” Alejandro
Lerner
Hay un momento en la vida donde los
padres dejan de cuidar a sus hijos porque ya se han hecho grandes y deben
comenzar a vivir su propia vida. Más tarde, existe otro momento de la vida donde
los hijos deben comenzar a asistir a los padres porque se están volviendo
ancianos.
Padre, el film estrenado esta semana con
la gran actuación de Anthony Hopkins, merecedora del Oscar 2021 a la Mejor Actuación
en rol protagónico, trata de esta última etapa de la vida. Anthony ha sido un
hombre pleno, y un profesional exitoso cuando los primeros síntomas del
Alzheimer comienzan a notarse en su comportamiento olvidadizo. Anne (Olivia
Colman), su hija, se da cuenta que su padre se está volviendo un hombre mayor,
y ya no tiene la claridad de pensamiento que tenía durante los años jóvenes de su
vida.
Allí comienzan a aparecer los primeros
síntomas que conducen a una disociación de carácter familiar, donde básicamente
la hija comienza a preguntarse qué debe hacer con su padre. De repente, una
especie de cretino juego entre el gato (la hija) y el ratón (el padre) se
instala entre ellos donde Anne deberá tomar una decisión de vida para nada
grata: comenzar a decidir por el otro.
Los dilemas que plantea la situación son
múltiples. La vida no es ni sencilla ni fácil de resolver. La película recrea
parte de la vida de algunas personas. En este caso, un momento de la vida de un
ingeniero exitoso, quien comienza a tener lapsus de olvidos, simples
confusiones o creer que ha hecho cosas que en realidad no ha hecho.
No obstante, el dilema que plantea el
film es más complejo. Se pregunta hasta donde llega el libre albedrío y donde
comienza el de los demás, en este caso, el de su hija. No quedan dudas de que
un hijo debe acudir en ayuda de su padre cuando este la necesite. Pero ese
padre enfermo, ¿debe someterse a la voluntad de ese hijo? ¿Existe acaso una
figura legal que determina quien está en sus cabales y quien no lo está? ¿Cómo
afecta esta enfermedad a los derechos básicos de ese individuo? ¿Está la
ciencia dotada para establecer la normalidad de una persona? Si la persona no
hace daño alguno, ¿puede ser encerrada en un nosocomio como si fuera un
paciente peligroso? La situación que plantea el film, puede ser considerado
como un estado de demencia prematura, entendiendo por demencia la perdida de
los lazos con la realidad.
Un tema que en el film deja pensando es cuando
se juega el rol de padre. Éste dedica gran parte de su tiempo a asistir al
crecimiento de su hijo. Con el paso de los años, la situación nos lleva a un
intercambio de roles y de reacciones. El Padre, ahora anciano, comete actos
incomprensibles. Ante ello, el hijo observa el desvarío de su padre, y comienza
a considerar que aquel anciano se
encuentra fuera de la realidad. Al respecto, en una conferencia de prensa, el
director Florian Zeller dijo que
deseaba que al ver la película nos sintiéramos tan confundidos como Anthony y que
en lugar de tratar de “arreglar” las cosas, simplemente comenzáramos a “sentir”
lo que hacemos.
Christopher Hampton, guionista del film,
es un autor de larga trayectoria. Entre sus trabajos destaca El Americano
Impasible (2002), Vidas al Limite (1995), Las Amistades Peligrosas (1988).El director
Florian Zeller realiza con este film su debut cinematográfico. Él es también un
escritor con experiencia. Con la versión teatral de El Padre ha ganado varios
premios en las principales plazas teatrales del mundo.
No obstante lo dicho, cabe preguntarse "¿Qué es la realidad?" Zeller, deliberadamente,
desorienta a Anthony y a la audiencia al hacer que diferentes actores
interpreten los mismos personajes. Utiliza el mismo apartamento, por lo que no
estamos seguros de dónde estamos. Cuenta diferentes versiones de rol de ingeniero.
Esto no pretende
hacer creer o ver diferentes realidades sino que Anthony no puede acceder a la
verdadera realidad. Incluso, como audiencia, nos confundimos. Esta confusión
sobre la realidad nos lleva más allá de la verdad y nos hace sentir la
impotencia de alguien que sufre de demencia.
La presencia de la vejez hace estragos en uno mismo. No puedo
dejar de preguntarme si yo soy la misma persona que era antes o me he
transformado en otro, en alguien peligroso para mí mismo y quienes me rodean. ¿Pueden
los familiares, y sobre todo la ciencia, determinar que esa persona debe ser
aislada de la sociedad? ¿Puede ser tan simple la solución de este problema? ¿No
necesitará acaso, que aquel amor y paciencia con que criamos al hijo, ahora lo
apliquemos en el anciano?
Cuando el film termina queda el imborrable recuerdo de
Anthony Hopkins interpretando a un hombre en su vejez, un ser que ha tenido una familia, ha desarrollado una
profesión, ha sido exitoso ingeniero, tiene una hermosa casa en Londres, y ahora,
en el ocaso de su vida, se ve como alguien confundido, apocado, casi con miedo,
incapaz de reconocerse, casi preguntándose quién soy.
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