UN POLICIAL A LA ANTIGUA
Jake Folley, interpretado por el propio Russell
Crowe, también director de la película, es un millonario que tiene que enfrentarse a la
muerte. Su problema es que sus planes son interrumpidos por ladrones de arte...
Se trata de un jugador
profesional del juego de cartas, un gran jugador de póquer, adicto a la tecnología
que invita y desafía a sus amigos a pasar una noche de puro juego. Las reglas
las impone el dueño de casa, y la principal de ellas es que para jugar deberán
confesar sus peores pecados.
Es casi obvio que el dueño
de casa se transformará en una especie de Poncio Pilatos, y durante toda la
película tratará de hacer justicia con su propia vara. Obviamente, no cree en
la justicia divina y mucho menos en la justicia de los hombres, pero es
evidente que cree en su propia justicia y su vida está colmada de enemigos.
La trama entra de lleno
por el camino de la limpieza. Al dueño de casa le gustan las cosas claras y se
dedica a barrer a sus enemigos y también amigos durante todo el film. Limpia y
elimina todo aquello que molesta o está demás.
La película no solo entretiene
sino que resulta divertida y también logra interesar con armas nobles. Va de
frente. No tiene pretensiones estéticas ni morales. Su objetivo es simple y
directo. Busca agradar al simple espectador y lo consigue. Sus múltiples tramas
siempre van en la misma dirección: encuentran a Jake, y Crowe se toma al personaje
en serio, Y eso es correcto.
Crowe se luce en sus dos
papeles: actor y director. En el primer rubro, logra componer un duro de verdad
que remite directamente tanto al Don Corleone de Marlon Brando como al de su
hijo Michael. Es una mezcla de ambos. Un hombre que establece sus propias
reglas, pero que también ejecuta sus propias sentencias. Capo de pocas palabras
y de mucha acción, reaviva el rubro con una versión moderna que ocurre en
nuestros días, contada en velocidad scorsesa.
En su papel de director, el
film resulta difícil de criticar, no está nada mal. Por el contrario, es
entretenido, coherente, bien actuado. Tiene mucha influencia de la austeridad
narrativa del cine inglés, y nos hace recordar algunas viejas series policiales
de los ´60. El trabajo de cámara y sobre todo el encierro que generan los
primeros planos dan el nivel de intimidad que requiere una trama que recrea
climas tensionados de alto voltaje.
Volviendo a la actualidad,
deja rondando la falta de autoridad. La tremenda indefensión del ciudadano. La
desprotección de la vida pública y sobre todo la privada. Pasa como una
película de acción más, pero tiene la virtud de dejar pensándonos.
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