Clint Eastwood es el más grande director norteamericano con
vida. Un hombre cuya trayectoria comenzó en la televisión protagonizando series
y que más tarde se transformó en el actor de cine más taquillero de su época. Después
de un corto paso por Italia donde se constituye en el actor por antonomasia de
los “espagueti westerns”, es dirigido casi consecutivamente por dos de sus más
influyentes maestros: Sergio Leone y Donald Siegel, accediendo más tarde a dirigir
sus propias películas.
El cine de Eastwood abreva en el más puro clasicismo
americano, el de los padres fundadores del western como John Ford y Howard Hawks.
Por clasicismo entiendo el mantenimiento de las formas y la prevalencia de la
historia como columna vertebral de la película. El director moderniza aquel
cine, lo actualiza, poniendo énfasis no solo en el cómo contar la historia sino
transforma al hombre, al ser humano como actor absoluto en el imperio de la
realidad. Esa idea de recreación de la realidad lo lleva esta vez a un extremo
en la que los mismos actores de la realidad ocurrida son los actores de la película
que recrea Eastwood.
Mi primera visión de Tren a Paris me dejó sabor a poca
cosa, como que el maestro se tomó más tiempo que el necesario para describir
personajes desde su infancia hasta su adultez para finalmente convertirlos en héroes
casuales. A pesar de ello, inevitablemente, salimos del cine pensando sobre lo
que hemos visto, una nueva vuelta de tuerca sobre los héroes circunstanciales: Sully
el año pasado, Chris Kile en El Francotirador, su propio Walt Kowalsky de Gran
Torino, ni que hablar de su Bill Muny de Los Imperdonables.
Cuando repasamos lo que hemos visto, rearmamos la película,
y comenzamos a reflexionar, vemos las cosas de otra manera. La historia de
Eastwood nos remite a un hecho real, un atentado en un tren en pleno viaje de Ámsterdam
a Paris. Pero también nos cuenta la historia de un trio de héroes anónimos.
La película de Eastwood nos señala que vivimos bajo un
estado de amenaza y que no siempre los Estados tienen la capacidad absoluta para
protegernos de terroristas individuales que aparecen de la nada como fantasmas
con la intención de hacer el mal. El film no habla directamente de terrorismo,
mucho menos de política. Por el contrario, lo muestra como un hecho casual ante
un estado de indefensión absoluta que se haya en expansión y que se aleja cada
vez más fuera del control del Estado.
En esa situación, describe la vida de tres jóvenes americanos,
incluso algunos de ellos con problemas de conducta como el déficit de atención
escolar cuando eran niños, a los cuales les cuesta pasar las metas regulares de
enseñanza, y más tarde incorporarse a la vida laboral. No obstante, ellos serán los héroes de la
película.
Acá es donde el maestro nos deja pensando. La garantía de
seguridad por parte de los Estados ha desaparecido. El terrorismo ataca como un
fantasma. Busca crear el caos y la confusión. De repente, aparecen los héroes anónimos.
Ellos, y no las fuerzas de seguridad, terminan enfrentando al mal.
El discurso de Eastwood no es político. Es filosófico. Su
film no busca razones ni interpretaciones de la realidad. Es seco y contundente.
A toda acción le corresponde una reacción. Dicha reacción, comienza a ser
espontanea. Responde al propio instinto de supervivencia dado el carácter fantasmal
de la amenaza. Cada cual reaccionará
como pueda. Estamos volviendo a los viejos tiempos del Far West donde imperaba
la ley del revólver y las personas se transformaban en leyendas.
El viaje en tren de Ámsterdam a Paris será un infierno para
unos, y una gloria circunstancial y efímera para otros. Son los tiempos que nos
tocan vivir, reflexiona el viejo maestro. El enemigo es invisible y está al
acecho. La autoridad del Estado no alcanza para combatir una amenaza que ha
dejado de ser frontal para convertirse en fantasma.
La película rescata una situación paradojal. Niños con déficit
de atención, adolescentes solitarios con trastornos de conducta, adultos a los
que les cuesta insertarse en el ámbito laboral, terminan transformándose en héroes
como consecuencia de un hecho terrorista del cual salen ilesos. La misma
sociedad que los rechaza, los transforma en celebridades. ¿Cuáles son los
valores, las destrezas que aplican a la actual sociedad? El final con la condecoración
de los héroes en el Palacio del Eliseo en Paris, vestidos como turistas fuera
de todo protocolo, nos habla claramente que muchas más cosas que las que
pensamos están cambiando seriamente aunque no todo parece conducir a generar
condiciones de vida para un mundo mejor.
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