Winston
Churchill, (1874 – 1965), fue un político y estadista británico,
perteneciente al Partido Conservador que, durante 50 años, ocupó numerosos
cargos políticos. Durante la Primera Guerra Mundial fue Primer Lord del
Almirantazgo hasta la derrota en la batalla de Galípoli, un error militar bajo
su responsabilidad cuyas consecuencias asumió generando su salida del
gobierno. No obstante ello, años más tarde, y ante un marcado vacío de
poder, fue llamado nuevamente para dirigir el gobierno siendo nombrado Primer
Ministro de Gran Bretaña, cargo que desempeñaría en dos oportunidades, primero
en de 1940 a 1945, y más tarde de 1951 a 1955. En su primer mandato se
convirtió en el líder político indiscutido de su país.
Las
Horas Más Oscuras evoca la vida de Churchill en aquellos momentos cruciales en
que se decide la entrada de Inglaterra a lo que luego sería La Segunda Guerra
Mundial. La película comienza los primeros días de mayo de 1940 cuando Hitler
decide invadir a dos países: Dinamarca y Noruega, ambas neutrales en la
contienda bélica, pero con puertos claves para facilitar el suministro de armas
a Alemania. El fracaso de estas defensas, pone en tela de juicio la labor del
Primer Ministro Neville Chamberlain, quien decide renunciar. Es entonces,
cuando Winston Churchill es nombrado Primer Ministro de Inglaterra.
Joe
Wright, el notable director de Orgullo y Prejuicio, Expiación, y la última
versión vista de Anna Karenina filma aquí la que tal vez sea su mejor película.
Logra envolvernos en la pesadilla que se avecina. La situación políticamente
inestable de Inglaterra, la invasión antes comentada y el estado de precariedad
de las tropas movilizadas en Europa. Todo un dilema difícil de resolver. Las
tropas inglesas acorraladas en Dunquerque, una playa en los confines de Francia
casi en la frontera con España sobre el Mar del Norte, deben ser evacuadas. La
flota británica esta sitiada e imposibilitadas de hacer una operación
honorable.
El
gran mérito de Wright es no hacer una película de guerra sino una película sobre
la guerra. Para ello toma distancia del frente bélico y concentra siempre la
situación desde el punto de vista político y cómo repercute ello en el
Parlamento inglés. Encierra las acciones entre la casa de Churchill y
Westminster emulando las complicaciones de la realidad. La actividad transcurre
solo entre paredes y túneles. Mucho aire viciado por el humo de los cigarros, un
encierro que va más allá de las paredes del Palacio de Buckingham.
Conoceremos
a un Churchill incansable que va y viene del Parlamento mil veces tratando de
lograr consenso partiendo de una posición de extrema debilidad política en la
que sus apoyos son externos a la política y de índole moral. Ellos son su mujer
y su secretaria. Sus bases parlamentarias son los pocos incondicionales de su partido.
Ha asumido una posición política de no negociación con la dictadura nazi cuando
su oposición busca a toda costa evitar la guerra pactando con el Diablo. Necesita
una convalidación de su pensamiento. Es entonces donde, en una escena
eminentemente cinematográfica y salida de la cabeza de un guionista muy
creativo, se lo ve entrando en un subte. Será un viaje de una sola estación. Pero
en ese simple momento, mezclado entre los pasajeros del tren, tendrá contacto
con el pueblo. Será la voz del pueblo quien le dará la respuesta necesaria.
En
ese ir y venir, en esa discusión permanente se definirá un destino, el de todo
un país y tal vez el de Europa y por qué no del Mundo. De esta manera, Wright
encuentra su película. Y lo hace de la mejor manera posible, dando una notable
lección de cine. Pero
no lo hace solo. Cuenta para ello con un actor excepcional que se lleva todos
los laureles y un excelente guión firmado por Anthony Mc Carten.
El
actor es Gary Oldman, un inglés que hemos visto muchas veces en el cine
americano. Él fue el Comisionado Gordon de El Caballero de la Noche (2012) de
Christopher Nolan, el George Smiley de El Topo (2011) de Tomás Alfredson basado
en la novela de John Le Carré, y sobre todo fue el Joe Orton de Prick Your Ears
(1986) de un joven Stephen Frears, uno de sus grandes papeles que le aseguró
una carrera importante en el cine.
El
guionista Mc Carten es el autor de esa maravilla que es La Teoria del Todo,
2014, sobre la vida del científico inglés Stephen Hawkings, un hombre lisiado
por una enfermedad cerebral que le impide manejar el movimiento de sus músculos
pero no le bloquea la lucidez de su mente.
Apoyado
en el gran guión de Mc Carten, y sobre todo en la actuación de Gary Oldman,
Wright logra recrear no solo la época y la palabra de Churchill, sino lo más
difícil, rescatar el espíritu de una época en la que Inglaterra se hundía por
primera vez en el desasosiego de enfrentarse con un poder desconocido capaz de
ponerla de rodillas. Allí es donde aparece la fibra inglesa de un hombre común, un hombre que sabe escuchar la calle, y que confía en la voz del pueblo que dice que antes que darse por vencidos preferirán morir luchando.
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