Edward J.
Snowden saltó a la primera plana de los diarios en junio de 2013 en oportunidad
de dar a conocer documentos de la CIA calificados como “Top Secret”, que
incluía detalles sobre programas de vigilancia masiva que estaba desarrollando
la central de inteligencia americana (CIA).
Ahora, el
cineasta americano Oliver Stone, el mismo de Pelotón (1986), Wall Street (1988),
JFK (1991), Nixon (1995), un hombre de la izquierda americana que ha logrado sus
films más resonantes entre mediados de las décadas del 80 y del 90, vuelve al
cine de denuncia con la recreación ficcional de las declaraciones hechas por
Snowden a la cineasta Laura Poitras, ganadora del Oscar 2014 al Mejor
Documental por su obra “Citizenfour que trataba sobre la red de vigilancia
mundial, y al periódico inglés "The Guardian".
Snowden, la
película, narra un parte de la vida de Edward Snowden, la que trascurre desde los
20 años hasta la actualidad, que lo encuentra exiliado en Rusia. El primer intento
de entrar a un órgano del Estado lo hizo en el Ejército de los Estados Unidos, pero
queda descartado luego de quebrarse las piernas en un entrenamiento. Entonces busca
por el lado de CIA (Central de Inteligencia Americana), donde el éxito le sonríe
rápidamente en los exámenes de ingreso gracias
a su alto IQ y su capacidad de desarrollarlo en materia informática y se transforma en uno de los
ingenieros de sistemas más
importantes de la misma.
El film de
Stone es, sobretodo, una toma de consciencia. La de alguien que está trabajando
para el bien de su país pero termina descubriendo que no es más que un espía de
la intimidad de los demás. Y que lo que está desarrollando con inteligencia
artificial no es otra cosa que la informatización de los viejos sistemas de la
KGB, la STASI, el FBI y la CIA juntos.
Las preguntas surgen solas. ¿Cómo toma conciencia Snowden? ¿Es realmente
esa toma de conciencia un acto de carácter espiritual, una confesión de tipo
religiosa, o es acaso el darse cuenta que tiene en su manos algo de valor y por
lo cual mucha gente estaría dispuesta a pagar millones de dólares? ¿Es creíble
esa toma de consciencia? La diferencia entre el bien y el mal están separados
por una delgada línea roja.
Cinematográficamente
hablando, poco se puede decir de este nuevo film de Oliver Stone, porque comete un error garrafal. Prioriza el aspecto documental sobre los hechos dramático que narra. Hace pocos
días atrás comentábamos Sully de Clint Eastwood, es decir, otra película basada
en hechos reales. Y alabábamos la pericia de los guionistas en generar suspenso
a través de la re escritura de los hechos transformando a los actores del
suceso en buenos y malos. Esta dicotomía le permitía a Eastwood trabajar el
material y hacernos reflexionar sobre el tema de las leyendas vivas y su rápido
olvido. Stone, en “Snowden”, no hace nada de esto ni de otra cosa. Filma un
film rutinario, que a lo sumo parece un documental dentro de otro documental,
pero no agrega nada a lo conocido ni genera más reflexión que la que ya sabemos:
Alguien nos está espiando continuamente y está al tanto de nuestras vidas a
través del seguimiento de nuestros teléfonos celulares, nuestros mails, nuestros
chats en wasap, nuestras publicaciones en Facebook, nuestras fotos en
Instagram, el envío de nuestros tuits,
nuestros mensajes en Messenger o nuestras charlas por Skype. Es decir,
todo el mundo está siendo espiado y se encuentra en una situación “bajo
sospecha”.
Es como si
el film de Stone llegara tarde con el tema. Incluso las críticas que realiza
contra el Presidente Obama respecto a su apoyo implícito a la CIA y al
desarrollo de sus sistemas espías llegan prácticamente después de las
elecciones en los Estados Unidos, y lo que es peor, se anima contra un
Presidente que prácticamente está ido. Lo extemporánea de la crítica se
exacerba si pensamos que encima el partido demócrata fue quien perdió las
elecciones.
En síntesis,
el film de Stone no agrega nada nuevo al tema. Filmada casi rutinariamente,
queda lejos de la fuerza expresiva de “JFK”
o de “Nixon”, quizás, para mí, sus mejores películas. Si, en
cambio, no deja de ser un llamado de alerta sobre un
nuevo flagelo que en nombre de la seguridad general altera nuestras libertades
individuales. Sin darnos cuenta usamos instrumentos que dan lugar a nuestra
perdida de intimidad, desde dejar saber dónde estamos hasta que perfume nos
gusta, que ropa usamos, que libros leemos, o lo que es peor, donde estamos. El
mundo futurista de George Orwell nos ha alcanzado. Su novela “1984”se ha hecho
realidad. Big Brother Is Watching You!!
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