sábado, 17 de diciembre de 2016

SNOWDEN de Oliver Stone

EL FIN DEL DERECHO A LA PRIVACIDAD

Edward J. Snowden saltó a la primera plana de los diarios en junio de 2013 en oportunidad de dar a conocer documentos de la CIA calificados como “Top Secret”, que incluía detalles sobre programas de vigilancia masiva que estaba desarrollando la central de inteligencia americana (CIA).

Ahora, el cineasta americano Oliver Stone, el mismo de Pelotón (1986), Wall Street (1988), JFK (1991), Nixon (1995), un hombre de la izquierda americana que ha logrado sus films más resonantes entre mediados de las décadas del 80 y del 90, vuelve al cine de denuncia con la recreación ficcional de las declaraciones hechas por Snowden a la cineasta Laura Poitras, ganadora del Oscar 2014 al Mejor Documental por su obra “Citizenfour que trataba sobre la red de vigilancia mundial, y al periódico inglés "The Guardian". 

Snowden, la película, narra un parte de la vida de Edward Snowden, la que trascurre desde los 20 años hasta la actualidad, que lo encuentra exiliado en Rusia. El primer intento de entrar a un órgano del Estado lo hizo en el Ejército de los Estados Unidos, pero queda descartado luego de quebrarse las piernas en un entrenamiento. Entonces busca por el lado de CIA (Central de Inteligencia Americana), donde el éxito le sonríe rápidamente  en los exámenes de ingreso gracias a su alto IQ y su capacidad de desarrollarlo en materia  informática y se transforma en uno de los ingenieros de sistemas  más importantes de la misma.

El film de Stone es, sobretodo, una toma de consciencia. La de alguien que está trabajando para el bien de su país pero termina descubriendo que no es más que un espía de la intimidad de los demás. Y que lo que está desarrollando con inteligencia artificial no es otra cosa que la informatización de los viejos sistemas de la KGB, la STASI, el FBI y la CIA juntos.

Las preguntas surgen solas. ¿Cómo toma conciencia Snowden? ¿Es realmente esa toma de conciencia un acto de carácter espiritual, una confesión de tipo religiosa, o es acaso el darse cuenta que tiene en su manos algo de valor y por lo cual mucha gente estaría dispuesta a pagar millones de dólares? ¿Es creíble esa toma de consciencia? La diferencia entre el bien y el mal están separados por una delgada línea roja. 

Cinematográficamente hablando, poco se puede decir de este nuevo film de Oliver Stone, porque comete un error garrafal. Prioriza el aspecto documental sobre los hechos dramático que narra. Hace pocos días atrás comentábamos Sully de Clint Eastwood, es decir, otra película basada en hechos reales. Y alabábamos la pericia de los guionistas en generar suspenso a través de la re escritura de los hechos transformando a los actores del suceso en buenos y malos. Esta dicotomía le permitía a Eastwood trabajar el material y hacernos reflexionar sobre el tema de las leyendas vivas y su rápido olvido. Stone, en “Snowden”, no hace nada de esto ni de otra cosa. Filma un film rutinario, que a lo sumo parece un documental dentro de otro documental, pero no agrega nada a lo conocido ni genera más reflexión que la que ya sabemos: Alguien nos está espiando continuamente y está al tanto de nuestras vidas a través del seguimiento de nuestros teléfonos celulares, nuestros mails, nuestros chats en wasap, nuestras publicaciones en Facebook, nuestras fotos en Instagram, el envío de nuestros tuits,  nuestros mensajes en Messenger o nuestras charlas por Skype. Es decir, todo el mundo está siendo espiado y se encuentra en una situación “bajo sospecha”.

Es como si el film de Stone llegara tarde con el tema. Incluso las críticas que realiza contra el Presidente Obama respecto a su apoyo implícito a la CIA y al desarrollo de sus sistemas espías llegan prácticamente después de las elecciones en los Estados Unidos, y lo que es peor, se anima contra un Presidente que prácticamente está ido. Lo extemporánea de la crítica se exacerba si pensamos que encima el partido demócrata fue quien perdió las elecciones.

En síntesis, el film de Stone no agrega nada nuevo al tema. Filmada casi rutinariamente, queda lejos de la fuerza expresiva de “JFK”  o de “Nixon”, quizás, para mí, sus mejores películas. Si, en cambio,  no deja de ser un llamado de alerta sobre un nuevo flagelo que en nombre de la seguridad general altera nuestras libertades individuales. Sin darnos cuenta usamos instrumentos que dan lugar a nuestra perdida de intimidad, desde dejar saber dónde estamos hasta que perfume nos gusta, que ropa usamos, que libros leemos, o lo que es peor, donde estamos. El mundo futurista de George Orwell nos ha alcanzado. Su novela “1984”se ha hecho realidad. Big Brother Is Watching You!!

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