AL FILO DE LA LEY
Esta es la primera película de Aaron Sorkin como director.
No obstante ello, como guionista tiene una dilatada carrera que registra la
autoría de películas tales como Cuestión de Honor (1992); Mi Querido Presidente
(1995); La Guerra de Charlie Wilson (2007); Red Social (2010), Moneyball (2011); Steve Jobs (2015); y The West Wing (1999-2006) para la TV. La
diversidad de sus temas, la versatilidad de su pluma, un estilo basado en la
velocidad narrativa y el dialogo sostenido, la inteligencia con que ha
descripto sus personajes imaginarios y reales le han dado, ahora, la
oportunidad de dirigir cine a los 57 años.
El guión de Sorkin plantea una cuestión muy interesante que
es la relación entre la moral y la ley. La moral es dictada por nuestra conciencia
y está fuera de toda autoridad. Responde a la presión de la razón sobre la voluntad.
Por otro lado, la ley es un conjunto de normas dictadas por la sociedad a la
cual el hombre se somete. Entre ambas se establece una brecha en la que priva
la libertad de hacer. En ese marco ocurren las transformaciones laborales generadas
por los nuevos trabajos producidos por la evolución de las sociedades modernas,
debido mayormente a cambios tecnológicos que han originado la mutación de una
sociedad industrial en una sociedad de servicios. Es allí donde la protagonista
desarrollará sus capacidades y virtudes haciendo valer sus conocimientos.
Al principio, el guión se concentra en la juventud de Molly,
la cual está marcada por la relación con su padre, un psicólogo que sueña con
una hija esquiadora que por un accidente queda tempranamente fuera de las
pistas de sky. Consecuencia de ello, se concentrará en el estudio de las
matemáticas con muy buen dominio de las planillas de cálculo. Después de
graduarse, comenzará a aplicar sus conocimientos como asistente del regente de
un garito de juego, y meses más tarde, comprenderá que debe abrir su propio
garito. Uno de alto nivel. Ira de menor a mayor para terminar siendo la reina
del juego clandestino en la ciudad de Nueva York, debiendo soportar un juicio
por violación de leyes federales.
Sorkin se pregunta qué es legal y qué es ilegal en este nuevo
mundo. Allí, en los márgenes de la sociedad, donde el imperio de la ley queda
desdibujado a raíz de falta de legislación acorde con los nuevos tiempos, donde
la actualización tecnológica se lleva todo por delante, en esas grietas, esas
zonas grises que genera el cambio, aparece la posibilidad del negocio. Un
negocio que se realiza al borde de la ley. Que no la transgrede pero casi la viola.
En ese lugar, Molly encuentra cientos de nuevos millonarios que se desviven por
perder sus fortunas jugando al póker. Allí encuentra su negocio. Darles un
lugar, privacidad, financiarlos, y hasta comprender sus penas.
El problema de la película es que contada a toda velocidad
deja poco espacio para reflexionar sobre la marcha. Ese es el estilo de la
pluma de Sorkin. Es tanta la información que suministra que cuesta procesarla. Cuando
el que dirige es otro, ese otro pone la pausa.
Pero con Sorkin dirigiendo, no
hay pausa. De la frustración de la esquiadora a la empresaria exitosa solo hay
un paso. El mismo paso que hay entre los límites morales y los límites legales.
Preparada para ser una ganadora en el deporte, termina siendo una empresaria
poderosa en el mundo clandestino del juego. No obstante, entre ambas
cuestiones, hay algo en común: el riesgo. Molly siempre vive al límite. Es la
vida tomada como un riesgo permanente. Siempre a 1000 revoluciones por minuto.
La necesidad de las pastillas y las drogas para mantenerse despierta. La
adicción como combustible de la vida.
La relación con el padre es tema aparte. Psicólogo de
profesión, trainner de sky como hobby, vive pendiente de la evolución de su
hija como esquiadora profesional en salto libre. La frustración que siente ante el accidente de
su hija es mayor al dolor que siente su propia hija ante la rotura de sus
vertebras. Ese sentimiento confuso deja a Molly en una situación de deuda con
su padre. Nunca podrá ser la esquiadora que su padre pretendió formar con mucho
ahínco. Pese a lograr su independencia económica, Molly no supera esa relación
confusa que mantiene con su padre. Sorkin resuelve el problema lejos del drama con
una escena de una disparatada sección de psicoanálisis nocturno en el Central
Park transformando a la película en una montaña rusa de sentimientos
encontrados que se desliza peligrosamente hacia el disparate tragicómico.
Jessica Chastain es Molly Bloom, un rol hecho a su medida
que calza perfecto con su perfil como actriz. Mujer de carácter acostumbrada a
actuar personajes fuertes. Sus roles: la Agente Maya de La Noche Más Oscura
(2012), la Astronauta Melissa Lewis en Marte (2015), la Elizabeth Sloane de El Caso Sloane (2016) representan a la mujer
moderna, integrada al mundo laboral, dentro de una sociedad de servicios. Kevin
Costner, como su padre, se toma con solfa el papel y da al film el carácter
tragicómico que Sorkin no se atreve a definir.
Película visceral del Sorkin (al igual que todos sus
guiones), escarba hasta la médula del personaje, lo analiza, lo desarrolla, lo
comprende, lo deja actuar y expresarse por sí mismo. Nunca lo condena. Eso, si
corresponde, será tarea para el espectador, quien siempre tendrá la posibilidad
de sacar sus propias conclusiones dado que el director le dá la oportunidad de conocerlo
íntimamente aunque, como en éste caso, quede algo confundido por la vorágine
que ha presenciado. Podríamos decir que Molly´s Game es una gran tragicomedia
sobre una mujer del siglo 21 que pretendió tocar el cielo con las manos pero
apenas logro deslizarse sobre el filo de la ley.