UN CIENTIFICO EN EL LÍMITE
Julius
Robert Oppenheimer (1904-1967), fue un físico que nació en los Estados Unidos de
América, destacó en esa materia en la Universidad de Berkeley,
California, donde desarrolló el proyecto de “bomba atómica”, un elemento de
destrucción total que termino de definir, en 1945, la supremacía americana
sobre el resto del mundo, asegurando el fin de la Segunda Guerra Mundial.
La película es una “biopic”
que se concentra en la vida adulta de este físico cuyo proyecto refleja la película
contada más desde un punto de vista político y moral que desde el de la ciencia
pura. El desarrollo de la bomba atómica era un proyecto de carácter militar cuyas
consecuencias generarían una capacidad de destrucción total sobre el enemigo.
La delicadeza del tema lleva a observar
más allá de la cuestión de una guerra, e invita a analizar las consecuencias
posteriores de la implicancia moral del costo de desarrollo y luego el uso de
un arma de esta envergadura.
El film se concentra en esa
cuestión paradojal. Oppenheimer no es un político sino un científico. Él sabe,
conoce, que lo que está desarrollando es un arma, y como tal, letal. No
obstante, no es un arma más, se trata de un elemento de destrucción masiva, lo
cual, no solo implica la responsabilidad de sus propios actos sino también de
sus consecuencias. Y eso implica usar un arma capaz de generar destrucción total,
o sea, no solo destruirá bienes físicos sino sembrará la muerte de ciento de miles de personas,
posiblemente ajenas e inocentes.
Openheimer, el científico,
magistralmente interpretado por el actor irlandés Cillian Murphy conocido por
su labor en Vuelo Nocturno (2005), El Origen (2010), Sunshine (2007) interpreta
con convicción y da vida a su personaje haciendo sentir el dilema moral por el
cual pasa su personaje. Es un hombre que acaba auto torturado ya que el mismo
se siente culpable.
En esa nada que queda
después de las bombas es donde la película deja de lado el aspecto histórico, y
comienza a destacar la capacidad actoral de Murphy transmitiéndonos ese dilema en
el que por un lado, significa el fin de la guerra y por otro, la muerte de aproximadamente
120.000 personas como consecuencia de los ataques con bombas nucleares llevados
a cabo en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, el 6 y el 9 de agosto de 1945,
respectivamente.
Si bien Murphy monopoliza
la atención del espectador generando una gran actuación, luce todo el elenco.
De la misma manera destacan el resto de los rubros técnicos: impecable la fotografía
y especialmente la música de la película cuyo responsable es la arreglista y compositora
sueca Ludwig Göranson,
La película también se
ocupa de hacer notar que los ensayos nucleares hacían presagiar la tragedia que
sobrevendría después de los ataques, donde queda claramente establecida la capacidad
de daño capaz de producir un estallido de este tipo, tal que marca una supremacía
definitiva capaz de definir el resultado de una guerra.
Más allá de esto, lo interesante es el dilema moral que desarrollan los personajes, conscientes que
lo que está sucediendo encuentra una solución pero a un enorme costo de vidas. Cabe
agregar que nunca más se ha vuelto a usar este tipo de armamento en sucesos bélicos
posteriores de fines del siglo 20 y lo
que va del 21.
Años más tarde dijo: - “Ahora
me he convertido en la muerte, un destructor de mundos”. Oppenheimer siempre tuvo conciencia
de lo que hizo y expresó su pesar por el fallecimiento de víctimas inocentes
cuando las bombas nucleares fueron lanzadas contra los japoneses en Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. Y a pesar de ello,
no se equivocó. La superioridad nuclear de Occidente era la herramienta que garantizaba
la paz del mundo, un futuro con mayores certezas. El futuro, en aquel entonces,
estaba en el cielo. Lo que venía, era la aventura espacial. Llegar a la luna.