lunes, 23 de abril de 2018

MADAME de Amanda Sthers


LAS DIFERENCIAS DE CLASE

Madame recupera parcialmente la comedia de enredos y equívocos que caracterizó al cine francés, cuyos exponentes más exitosos en los últimos años fueron El Placard (2001) de Francis Veber, 8 Mujeres (2002) y Potiche (2010), ambas de Francois Ozon, Los Infieles (2012) de Michel Hanavinacious, y Amigos Intocables (2012) de Oliver Nakache, que mereció una remake aquí en Argentina.

El infaltable enredo de comedia tiene lugar mientras se prepara una fiesta de alta sociedad. La señora de la casa observa que los invitados a su cena son 13. Para eludir el número de la mala suerte, decide hacer participar a una de sus mucamas de la cena, dando lugar a una serie de enredos bastante graciosos, especialmente matizados por la gran actuación de la española, asidua intérprete de las películas de Pedro Almodóvar, Rosy De Palma.

El film levanta vuelo rápidamente pero así de rápido también pierde su interés al caer en la mayoría de los lugares comunes que transita una comedia de este estilo. Lo que al principio pareciera ser una caustica comedia sobre la lucha de clases que tiende a convertirse en aguda sátira social, rápidamente se diluye cayendo en convencionalismos típicos de esa clase de films que intentan hacer una crítica costumbrista sin dejar de atravesar todos los lugares comunes de la comedia social. Lejos está de la comedia a la italiana, en la cual la crítica social era su aspecto mas importante.

No obstante ello, hay en el film un intento de aggiornamiento en lo que respecta a la descripción de las clases sociales. Los nuevos ricos ya no arrastran elementos de alcurnia. Aquí nadie posee apellidos ilustres ni son dueños de grandes porciones de tierra, y obviamente, carecen de todo tipo de tipo de nobleza. Los nuevos ricos son fundamentalmente gente que ha hecho dinero, mayoritariamente de la especulación, y de otras maneras no necesariamente legales como la corrupción.

Los cuatro personajes principales están magníficamente interpretados. Harvey Keitel, un gran actor americano es Bob Frederiks, el dueño de la casa y quien ofrece la fiesta. Él es un extranjero enamorado de París enriquecido en las actividades financieras que, así como lo han catapultado hacia éxito monetario, ahora lo están hundiendo en la bancarrota. Su mujer, Anne (Toni Collette), es una agente de relaciones públicas más ocupada en la diversión propia que en su trabajo. La almodovariana Rosy De Palma es la mucama de la casa que romperá la mala suerte del invitado número 13. Ella será una enigmática condesa española (literalmente se roba la película), y Michael Smiley, un inglés, merchant de arte que ha venido a valuar un cuadro de la casa cuyo destino es el de salvar la finanzas de su dueño. El amor rondará por la mesa. Nadie tiene dudas respecto de la falta de alcurnia de los patrones de la casa ni de sus invitados, como tampoco nadie confía en que la pintura a revisar sea genuina. ¡Señores, la comedia está servida!

Amanda Sthers, también responsable del guión, dirige la acción con sostenido ritmo basándose en dos aspectos: 1) estirar los equívocos hasta el final para poder mantener cierto suspenso sin que caigan las expectativas de lo que ha planteado. 2) Realizar una pintura social creíble dentro de los cánones de la comedia clásica en el marco de esta nueva sociedad liquida. Ninguno de los dos aspectos es logrado plenamente, no obstante ello, logra una comedia amable y pasatista que rápidamente pierde todo intento de transformarse en una pintura social pero que a su vez deja verse logrando que el espectador mantenga una sonrisa en los labios durante todo el relato.

sábado, 21 de abril de 2018

LA LIBRERÍA de Isabel Coixet


SOBRE LA LIBERTAD DEL INDIVIDUO

La nueva película de la directora catalana Isabel Coixet (Mi vida Sin Mí, 2003; La Vida Secreta de las Palabra, 2005) es una hermosa parábola sobre la libertad del individuo. La acción transcurre a fines de los años ´50, en un pueblito de Inglaterra llamado Hardborough, donde una mujer de mediana edad, Florence Green ha decidido montar una librería, años después de haber quedado viuda durante la segunda guerra mundial.

Florence concentra sus esfuerzos en poner en marcha su negocio de venta de libros, pero sobretodo, su problema principal es su lucha contra los estamentos de poder del pequeño pueblo: El banquero que no quiere correr ningún tipo de riesgo, la aristócrata que pretende hacer de la casa de Florence un museo, los problemas que acarrea la contratación de trabajo infantil, la necesidad de contar con el apoyo de los proveedores. En la medida que el film avanza se van desnudando los resortes de poder de un pequeño pueblo, en el que todos los estamentos están debidamente representados, a la vez que van apareciendo las limitaciones que tiene una simple mujer trabajadora para llevar a cabo su pequeña empresa.

De esta manera, contada con mucho tacto, fineza y sentido del ritmo cinematográfico, Coixet elabora una profunda reflexión sobre la dificultad del individuo para lograr sus objetivos, llegar a ser alguien, y construir una vida en función de su trabajo. La directora elabora el relato mostrando el esfuerzo de una mujer que busca superar la soledad de su viudez, valerse por sí misma, al mismo tiempo que intenta alcanzar un sueño. Pero no es solo una aventura individual. Es también la del choque del pueblo frente al poder, aquel que cuando funciona mal o está en las manos incorrectas, abusa atropellando las libertades individuales. Es el dilema de la libertad del individuo frente al poder del Estado.

Basado en el libro del mismo nombre escrito por Penélope Fitzgerald en 1978, y con guión de la propia directora, la película no solo logra una excelente pintura costumbrista construida a partir del ritmo de una comedia típicamente inglesa sino también al describir las dificultades diarias de una mujer sola que simplemente desea armar el negocio que siempre ha soñado para poder ganarse la vida y vivir de lo que le gusta hacer. En ese aspecto, el film se alza como una canto a la vida y al esfuerzo de una mujer culta, que ama los libros, que conoce de autores, que busca identificar el gusto de sus clientes tratando de satisfacerlos literariamente. Una mujer respetada en el pueblo cuya moralidad esta fuera de toda sospecha que choca contra los poderosos del pueblo al traer a su negocio aquellos nuevos libros (Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, Lolita de Nabokov, etc) que obligan a abrir la mente del lector, provocando un despertar cultural que altera el statu quo del poder hegemónico de la clase gobernante.

Con una notable actuación de Emily Mortimer en el papel de Florence, una actriz de larga trayectoria en la televisión inglesa cuyo antecedente más importante en el cine es un personaje secundario (Cloe) que interpretó en Match Point de Woody Allen. En cambio, su papel en La Librería es hegemónico toda vez que su papel es central, su presencia en la trama es permanente y todo el argumento gira en su torno. Está muy bien acompañado por el siempre eficiente Bill Nighy, el recordado rockero de Realmente Amor (2003), y por Patricia Clarkson (Lejos del Cielo, 2003) en el papel de su contrincante, la aristócrata Violet Gamart.

Isabel Coixet logra con La Librería una de sus mejores películas. Un film lleno de buen tacto y fineza narrativa que describe con suma delicadeza y pasión un momento en la vida de una solitaria mujer que simplemente quiere concretar un sueño: una librería en un pueblo que se convertirá en el eje de una disputa que parece molestar los intereses de los más poderosos, desnudando la mediocridad y los intereses espurios en que se mueve una sociedad en la que las diferencias de clase aún no han desaparecido.

lunes, 16 de abril de 2018

EL REENCUENTRO de Richard Linklater



UNA AMISTAD, UN DUELO, UNA REALIDAD

La nueva película de Richard Linklater, con guión del director y de Darryl Policsan, es una historia sobre la amistad, que se desarrolla como una “road movie” que abarca un largo viaje desde Virginia a Boston y un regreso pasando por Nueva York. Pero es también una aguda reflexión sobre el sentido de la vida, la inutilidad de las guerras, y las consecuencias sobre los soldados que han participado en ellas.

Todo comienza cuando Larry (Steve Carell) recibe una noticia. Su hijo, un infante de marina, ha muerto en Iraq. Larry está solo en la vida. Por un lado, su esposa ha fallecido. Por otro, ha perdido su licencia de médico militar por comerciar drogas durante la guerra de Vietnam. Ahora sobrevive como dependiente de un almacén. Consecuencia de ello, decide buscar  la compañía de sus viejos camaradas Sal (Brian Cranston) y Muller (Lawrence Fishburne), a quienes no ve desde que les dieron su baja del ejército, hace casi 40 años atrás.

Está claro que por sobre todas las cosas que trata, Reencuentro es una película sobre la amistad, ese vínculo capaz de mantenerse intacto a pesar de la distancia física y los años pasados, aun cuando hayan transcurrido sin verse el uno al otro. Y es también una reflexión sobre el paso del tiempo, sobre las frustraciones y alegrías de la vida, y sobre el aprovechamiento de las segundas oportunidades. El film adquiere la forma de una road movie donde tres amigos se reencuentran en un viaje que se transformará en iniciático. Marcará un antes y un después al estar signado por la vejez, por la necesidad de apoyarse uno al otro, por acompañarse en el dolor y sobre todo por compartir el duelo del amigo ante la pérdida de un hijo. El film es una indagación en las historias individuales de cada uno.

Ese reencuentro significa un volver a vivir. Cada uno ha desandado caminos diferentes por 40 años y ahora se han vuelto a encontrar en un momento de la vida en que se hayan perdidos, donde van camino a ser otros no necesariamente mejor de lo que fueron de jóvenes.  En ese rencuentro existe un volver a empezar que alude a la esperanza.

No obstante ello, El Reencuentro es también poner sobre la mesa el rol de Estados Unidos en estas guerras donde no se aclara bien el porqué de su participación. La visión acida de la película es absolutamente cuestionadora de las intervenciones americanas. Primero, porque sus propios personajes han estado en ellas y no tienen muy en claro porque fueron y mucho menos, porqué pelearon. Segundo, porque volvieron sin saber si habían ganado o habían perdido. La propaganda bélica era la que daba la respuesta correcta, y estaba ligada con la corrección política.

Por eso es una película sobre la pérdida de identidad, no la identidad personal sino la identidad nacional. Esa es la identidad que se perdió en Vietnam, más tarde en Afganistán, en este siglo en Iraq. Lugares a los que se fue a guerrear sin otros motivos más que los económicos, los derivados del control del gas y del petróleo. El territorio continental de los Estados Unidos nunca había sido atacado, nunca invadido sino hasta después del 11 de setiembre del 2001. Ello ocurrió con el ataque y destrucción de las Torres Gemelas. Sus consecuencias fueron desbastadoras. El país comenzó una caída aún más grande y perdió la seguridad interior. Más tarde, con la caída de la Bolsa de Nueva York en 2008 y el crack bancario internacional, se afectaría hasta el mismo orden mundial. Lo que Estados Unidos ha sufrido es en realidad la pérdida de un ideal, aquel que en los ´50 se dio en llamar “el sueño americano”.

Los personajes de la película se han quedado solos. Tres viejos guerreros que nunca encontraron respuestas. Cuarenta años después, vuelven a hacerse las mismas preguntas. No han hecho casi nada de sus vidas más que sobrevivir. Un médico expulsado del ejército. Un sargento que ha devenido en barman de una taberna solitaria en alguna ruta de Virginia. Un soldado negro envejecido que se ha refugiado en Dios y su familia convirtiéndose en pastor evangélico. Los tres se asemejan a fantasmas de una época ida que solo parecen escuchar: “Sálvate como puedas. El Tío Sam ya no puede hacer nada más por ti”.

Basada en la novela del mismo nombre de Policsan, cuyos antecedentes registran el excelente guión, entre otros, de Permiso de Amor hasta Medianoche (1973) de Mark Rydell, el film está narrado con mucha agilidad y un humor muy corrosivo, donde Richard Linklater vuelve a mostrar su capacidad narrativa y conceptual. El Reencuentro no pretende ser una comedia ácida ni transformarse en un profundo drama generacional. Por eso, deja abierta una puerta de esperanza: la amistad. Esa constituida por un vínculo indisoluble que mantiene unidos a los amigos a lo largo del tiempo y la distancia. Han estado perdidos durante 40 años sin verse, pero ahora han vuelto a estar juntos, se han acompañado y han encontrado algo de perdón y paz en sus vidas. Tal vez la vida les esté dando una segunda oportunidad. Linklater los abandona allí, en medio de la América más profunda.

Nosotros, los espectadores, agradecidos. Acabamos de ver un film visceral, profundo y entretenido. Tres grandes actuaciones para el recuerdo de Carell, Cranston y Fishburne. En síntesis, un film para disfrutar y reflexionar. El cine de Linklater, un texano muy independiente, es así, sorprendente. No olvidemos que es el director de esa joya del cine americano llamada Boyhood. Ésta, como aquella, son para tener en cuenta.

sábado, 14 de abril de 2018

EL ATELIER de Laurent Cantet


LEJOS DE LA TRANQUILIDAD

Laurent Cantet es un escritor y director cinematográfico francés cuyas películas se concentran en los problemas de la sociedad de su país y particularmente, a través de sus personajes, casi siempre hombres jóvenes que se enfrentan por primera vez con el mundo laboral. Ganador de los festivales de Mar del Plata y de Cannes con Recursos Humanos y La Clase, respectivamente, Cantet es un director que hace un cine de características intelectuales donde suele desarrollar películas que transcurren en un ámbito de cambio donde prevalece un misterio que se trasforma en una amenaza solapada para toda la sociedad.

Su cine se enrola en la línea de denuncia social muy parecida a la de los Hermanos Dardenne, que habitualmente se basa en un personaje que concentra la mayor parte de la atención para luego incluirlo dentro de un marco más amplio donde el director encuentra la problemática que afecta a su personaje y a su entorno.

En El Atelier aísla a sus personajes en una villa costera. Allí vive una escritora que se dedica a atender un grupo de escritura donde concurren jóvenes a los cuales les plantea desarrollar una novela en forma colectiva, en la que se decide utilizar una trama policial. Cada uno propone ideas, se las discute, se las aprueba y entre todos empujan el progreso de la obra en común.

Pero en un grupo heterogéneo siempre existe alguien diferente. En este caso es un muchacho, Antonio (Marco Lucci), de una condición muy humilde que vive en el pueblo. Allí, el trabajo se ha concentrado en los astilleros que durante muchos años ha generado trabajo para casi todo el pueblo. Ahora la actividad ha mermado, han comenzado los despidos, el pueblo ha visto mermar sus ingresos, y ya no queda otra actividad que no sea el turismo o la emigración hacia otras ciudades.

En ese estado de insatisfacción que deriva de la falta de trabajo, la idea del progreso mediante el estudio parece ser lo razonable. Por eso, el trabajo colectivo de carácter intelectual en un atelier para escribir una novela con una trama policial resulta atractiva para los alumnos. El resultado es una apasionada confrontación de ideas que deriva en discusiones que Cantet aprovecha para generar un paralelismo entre la presunta violencia que se genera en la novela y el ambiente de trabajo que se tensa como consecuencia de las diversas propuestas.

De esta manera, el Atelier se transforma en un reflejo de una sociedad que, muy prospera en otra época, ahora comienza a tener problemas de desocupación a los que se le agregan los derivados de una sociedad que ha hecho de la libertad uno de los pilares fundamentales de la convivencia, por lo cual ahora, se siente amenazada por la entrada indiscriminada de corrientes inmigratorias que incluso arrastran elementos terroristas que amenazan la preciada paz social que Francia había logrado concretar en la posguerra.

Cantet maneja estos elementos con suma sutileza. Adopta la forma de un film de suspenso que encierra un misterio, pero lo fundamental en la trama es el conjunto de relaciones que establece entre los miembros del grupo de estudio. Dicho grupo replica el orden social imperante. Marina (Olivia Dejazet) es la profesora que dirige el grupo de estudio, la autoridad. Es una escritora de clase media acomodada que vive de la venta de sus libros. Tiene una vida tranquila, aislada y confortable sin necesidades aparentes. Por otro lado, el grupo de estudio (el pueblo). Ellos son los encargados de realizar el trabajo. Viven escribiendo e ignorando los problemas sociales que se están produciendo, pero no reaccionan porque viven concentrados en realizar las consignas diarias. Finalmente aparece Antonio, el joven díscolo, la célula rebelde del cuerpo capaz de ver el problema y rebelarse.

Producto de ello Cantet construye un notable film de suspenso marcado por las relaciones entre los personajes principales que deriva en un análisis de la situación social actual en Francia. Estamos nuevamente ante un trabajo muy inteligente del director francés, espléndidamente desarrollado y actuado en un marco de encierro paradójicamente muy cerca del mar, casi con alguna característica de tipo teatral, que logra interesar por su sutileza narrativa y sobretodo, por la situación que propone analizar. Altamente recomendable.

viernes, 13 de abril de 2018

LOS BUSCADORES de Juan Carlos Maneglia y Tana Schembori


ENTRETENIMIENTO EN ESTADO PURO

Conocí a la dupla Maneglia / Schembori en 2014 cuando se estrenó comercialmente en Argentina 7 Cajas. En aquel momento afirmé que tal vez había visto el mayor descubrimiento cinematográfico de aquel año. Asimismo, consideré que se trataba de un muy buen thriller de acción y suspenso que abrevaba en el cine americano.

Con la visión de Los Buscadores, esas premisas se confirman, no quedando ninguna duda que las destrezas de la dupla tanto en la construcción del guión como en el desarrollo cinematográfico, tienen la habilidad suficiente para entretener con recursos genuinos. Su nueva película abreva una vez más en las fuentes del cine de súper acción americano. Si en 7 Cajas, había claras influencias del cine de los 70 tales como Bullit de Peter Yates (1968), Harry, El sucio de Donald Siegel (1971) y más tardíamente de la serie Arma Mortal de Richard Donner (1987), en esta nueva entrega, se remiten al cine de los 80: El Richard Donner de Los Goonies (1985), el Steven Spielberg de Los Cazadores del Arca Perdida (1981), y el Robert Zemeckis de Tras la Esmeralda Perdida (1984).

En esta oportunidad el dúo parte de hechos históricos. La acción se desarrolla en Asunción en nuestros días y remite a los tiempos de la guerra de la Triple Alianza. En aquel entonces, la población de Paraguay se redujo a 180 mil personas, de los cuales, 160 mil eran mujeres. Se dice que las mujeres de mayor fortuna, por miedo a ser saqueadas, enterraban sus joyas y monedas en los jardines y los fondos de las casas. O sea, hay miles de tesoros escondidos en tierra paraguaya y especialmente en los alrededores de Asunción. Las correrías de nuestros héroes se concentrarán en torno a ello.

A diferencia de 7 Cajas, donde la acción se concentraba en el hecho policial y sobretodo en la formas narrativas (la estética), en Los Buscadores, además, se profundiza en el estado social y las enormes diferencias económicas existentes, tornando al film en una pieza muy interesante, convirtiendo al relato en un verdadero fresco de la realidad social de aquel país bajo la forma de una comedia policial.

La capacidad de la dupla Maneglia / Schembori es notable. Es como si asumieran hacer cine sin complejos ni preconceptos y lo hacen de la manera que más les gusta, tomando las formas y los conceptos del cine americano. De esa manera desarrollan un film pleno de acción e incluso suspenso, logrando despertar el interés del espectador en historias pequeñas que cobran vida a medida que la trama se va desarrollando.
Sus dos primeros films, son piezas notables donde realizan un explícito homenaje al tipo de cine que aman a la vez que le dan una impronta absolutamente localista y reconocible. Es como hacer un tipo de cine inspirado en un lugar y realizarlo en otro muy distinto, conformando un hecho contracultural de una calidad superior.

Lo cierto es que Los Buscadores termina retratando una realidad inconfundiblemente latinoamericana con la estética formal y el ritmo del clasicismo americano. Una joyita que entretiene y deja pensando.

viernes, 6 de abril de 2018

LA CIAMBRA de Jonás Carpignano


¿DÓNDE ESTÁN LOS GITANOS FELICES?

No conocía el cine de Carpignano, un joven director neoyorkino de origen italiano, cuyo segundo film, La Ciambra, se estrenó en Buenos aires. Su primera película, Mediterránea, permanece aún sin estrenar.

El film es una historia sobre una familia de gitanos que trascurre en La Ciambra, un villa miseria en Sicilia, en el sur de Italia, en medio de un lugar que no solo es reconocible por sus hermosos paisajes, y la mafia sino también porque es puerta de entrada de las corrientes inmigratorias provenientes de Medio Oriente y el norte de África dando lugar al asentamiento clandestino de miles de personas en estado de precariedad económica y habitacional.

No obstante ello, no estamos ante un film coral sino ante una historia de crecimiento personal, la de Pío, un adolescente que debe crecer, hacerse un hombre como consecuencia que tanto su padre como su hermano son llevados presos por la policía, dado que son agarrados infraganti en un robo de autos. Cabe agregar que la mayoría de los gitanos pobres que viven en la zona se dedica al robo de autos para revender las autopartes.

El film es también una historia de encierro, la de un joven que no puede escapar a su destino. La de alguien que sabe que tiene que ayudar a su familia y dada su juventud, es incapaz de salir de su encierro familiar.

Y es también una historia sobre la amistad y la traición, de la incapacidad de sostener una amistad, de recibir ayuda y principios de vida que nunca podrá llevar a la práctica porque vive encerrado en una familia en la cual se deben respetar costumbres ancestrales. Es también la descripción de un pequeño mundo donde las mujeres solo existen para atender la casa y al hombre, y los hombres para ganar el pan nuestro de cada día, cualquiera sea su forma.

Carpignano recrea esta pequeña historia y la hace grande siguiendo el devenir de Pío, a quien sigue con su cámara con disciplina y la rigidez necesaria como para describir a un adolescente que no solo vive las cuestiones propias de su edad sino también se ve necesitado a crecer de golpe.

Contada con cámara en mano con un registro de tipo documental, Carpignano va sumando anécdota tras anécdota personal y familiar para poder armar un momento en la vida, la adolescencia, de un personaje real víctima de los mandamientos familiares.

Los resultados son más que positivos. Si bien La Ciambra es un film lento en su principio, se va afianzando en la medida que su personaje principal va cobrando cuerpo y entidad dramática, a la vez que va concentrando sobre si la mayor parte de la anécdota que se desarrolla . Si bien el objetivo inicial de Carpignano pareciera ser la pintura de toda una comunidad, con dedicada paciencia narrativa va quedando delineado su personaje principal, el cual va asumiendo un protagonismo absoluto  a partir del cual su película se transforma en un documento notable sobre la inmigración descontrolada, la falta de oportunidades, la falta de adaptación a las nuevas costumbres y la inevitable marginalidad a la que son condenados millones de refugiados que solo aspiran a tener una vida mejor.

jueves, 5 de abril de 2018

READY PLAYER ONE de Steven Spielberg



LA REALIDAD ES LO ÚNICO REAL

El cine de Stephen Spielberg está regido por la mirada del asombro, ello hace que cada vez que estamos ante una de sus películas, de una forma u otra, volvemos a sentirnos niños frente a su propuesta. Esa mirada recorre casi todo su cine, incluso su cine más serio, aquel que ha narrado desde acontecimientos históricos como La Lista de Schindler o Lincoln o las fantasías más increíbles como las de ET o Jurasic Park. Siempre en él hay un elemento que conduce a nuestro asombro.

En Ready Player One esa mirada también está presente desde la primera hasta la última escena. Al principio, recreando un mundo absolutamente decadente en la ciudad de Columbus, Ohio en 2045, y luego, durante el desarrollo de la trama, mostrando un mundo virtual al que nos sumerge desde el juego que da título a su película, lleno de personajes míticos y fascinantes a la vez poblado de referencias a la historia y al mundo del cine. 

La trama es simple aunque a la vez, compleja. Se trata de encontrar al creador del juego, que ya muerto en la vida real, vive en forma virtual dentro del juego donde esconde un secreto que develará una fortuna para el ganador del mismo. Quien encuentre las tres llaves perdidas en el laberinto virtual, encontrará al creador, y con él, su fortuna personal. El juego se llama Oasis y su creador, James Hallyday. El ganador se transformará en nuevo el dueño de Oasis y en el hombre más rico de ese mundo decadente y real.

Los personajes eligen su avatar dentro de un juego donde buenos y malos compiten por un premio expresando todo aquello que cada uno hubiera querido ser. Así Wade Watts se transforma en Percival, un personaje que alude a los Caballeros de la Mesa Redonda del Rey Arturo en busca del Santo Grial. En el nombre hay una búsqueda de la luz.
Spielberg maneja este material con su maestría y habilidad habitual. No deja de asombrar su capacidad para pasar del mundo real al mundo virtual y viceversa sin que se noten caídas en el ritmo narrativo ni confusiones conceptuales respecto de las dos realidades que simultáneamente está manejando.

También es impresionante su viaje por el tiempo y su estadía en los años 80, con un explícito homenaje a Stephen King y a su obra El Resplandor, como así también a Stanley Kubrick y la recreación cinematográfica de algunas escenas de la película como la ola de sangre saliendo de los ascensores, el terror de la madre en la bañadera y el final en el laberinto, al a vez que pasa revista a los mayores iconos de esa década, incluyendo temas musicales de Duran, Duran, Prince o Van Halen.

No obstante la calidad formal y conceptual de la obra que indudablemente marcará un hito, cabe preguntarse en que categoría calificaremos ese hito. Porque claramente, y aunque lo parezca, no es un film de ciencia ficción sino un cine sobre la futura realidad de una época y la posibilidad de meternos en una realidad paralela como la realidad virtual que es todo un hecho (ciertas estadísticas y predicciones no alumbran un mundo mejor sino decadente y empobrecido).


Hacia el final, Spielberg, casi como un abuelo que acaba de mostrar su maestría cinematográfica realizando una obra trascendente, coloca en pantalla una especie de aviso en el cual advierte sobre los peligros de sumergirnos en la realidad virtual e ignorar la realidad real. Es que el film presenta una cruel paradoja en la cual la realidad que describe es absolutamente desechable y por el contrario, la realidad virtual no solo nos deparará alegría sino que nos transformará en héroes y nos llenará de felicidad, incluso nos permitirá ser millonarios.  Es como poder tener una doble vida en la cual por un lado podemos ser unos pobres desgraciados, y por el otro, ser capaces de vivir una vida absolutamente excitante como héroes de una novela, triunfar en un juego y ganar dinero. Dos mundos que se oponen tal como ocurre con el consumo de drogas. Esto nos lleva a preguntarnos qué tan dependientes nos volvemos de esa realidad virtual como dependientes nos volvemos de sustancias toxicas ignorando la realidad de cada día a la vez que dejamos de ser nosotros mismos. Sin lugar a dudas, el viejo maestro, además de entretener durante más de dos horas, me dejó pensando.