LA MUERTE INJUSTA
La muerte siempre es injusta, pero cuando llega y se
lleva a alguien joven (estamos ante el caso de un adolescente), nos parece aún, más injusta.
Asia es la ópera prima de Ruthy Pribar, y su debut
cinematográfico, tanto como guionista como directora, y es realmente
auspicioso. Su película es contundente, concreta, madura, no se va ni en lujos
ni regodeos innecesarios, y lo más importante es que en su film no se observan
fisuras de ningún tipo.
Con un relato lineal, Pribar presenta al personaje y a quienes lo rodean, lo sitúa en su justo medio, y desarrolla su drama. La joven directora no derrocha ni un segundo de su tiempo en vanidades de alguna especie. Sabe que su guión es sólido y confía en él. La narración fluye naturalmente y no encuentra ningún tipo de obstáculo para elegir la forma adecuada de contar una historia íntima y dramática con un final trágico que no quisiéramos conocer.
La guionista y directora de este film no deja nada
privado al azar. Por otro lado, su capacidad narrativa es notable. Tiene un
gran poder de síntesis, desarrolla la trama en forma lógica, y no teme mostrar
sentimientos ni mucho menos transformar el film en sentimentaloide. Siempre
evita la emoción fácil e innecesaria. En consecuencia, sabe que está narrando
un drama y no intenta otra cosa que ello, por lo tanto, trata siempre de
mantener un equilibrio que permita al espectador ser consciente del desenlace del
drama.
Pribar domina las formas narrativas. Nunca olvida su
objetivo como tampoco las linealidades formales. Al comienzo nos presenta al
personaje viviendo su adolescencia en forma plena rodeado de sus compañeros de
escuela y amigos. Ese personaje es Vika, interpretada por Shira Hass, una
actriz israelí muy joven a quien conocemos por sus magníficas interpretaciones
en dos miniseries vistas en televisión en Netflix: Shitsel y Poco Ortodoxa.
Vika es una adolescente que se siente atraída por uno de
sus amigos, pero la relación. Ella vive con Asia (Alena Yib), su madre, que
trabaja como enfermera en un hospital y tiene una affair con un médico del
Hospital. Hija de padres separados en buenos términos, ella es consciente que el
matrimonio de sus padres ha terminado. Asia, por otro lado, sabe que su hija
enferma padece de una enfermedad terminal y tiene los días contados. No
obstante, asume su enfermedad con entereza.
En primer término, el film es el encuentro de una madre
con una hija adolescente. Por otro, es el drama de una adolescente enferma consciente
de su condena. El film es simple y directo. Su magnífico film está basado en
ese encuentro, el de una madre con una hija que comienza a transformarse en
mujer. Al mismo tiempo que se entera que la adolescente padece una enfermedad
terminal. Ello le permite a Pribar narrar una historia de sentimientos, que nunca
llega a rozar el sentimentalismo, pero
logra relatar un encuentro que va de contramano del sentido de la vida.
En una película donde todo está en equilibbrio, se destaca la escena
final, un momento de cine en estado
puro. Un simple abrazo que lo dice todo. Solo imagen y silencio. Las palabras
sobran. Los personajes se vuelven sombras. La interpretación brilla. Sentimiento
en estado puro. Es la obra de una mujer que ha filmado y dirigido con absoluta
sensibilidad y honestidad el acercamiento al fin de una vida.
Film sumamente realista y emotivo, sacude con fuerzas
nuestras estructuras emocionales con un valor importante, nunca apela al
sentimentalismo ni a la tragedia barata. En cambio, narra una historia emotiva
apelando siempre a la veracidad de la historia que cuenta. Esto puede pasar y
pasa, es trágico, pero nos remite al valor de la vida, aquello que vale vivir
cada instante de ella. La muerte es injusta pero siempre es el final de una
vida. La importancia de lo que fue esa vida es lo que cuenta.