LAS BARRERAS DE STEVEN
Es difícil predecir por qué un director de la talla de Spielberg haya
tenido la ilusión de poder rehacer un clásico absoluto de la comedia musical.
El film, inspirado libremente en la inmortal tragedia de Romeo y Julieta de
William Shakespeare, me acerca al cine con la ilusión de ver un musical
renovado, en el cual, las reglas convencionales del genero pudieran ser dejadas
de lado y dieran lugar a lo no establecido, máxime cuando detrás de la cámaras
estaba un director consumado, un hombre a partir del cual, se puede hablar del
cine moderno. Es el padre de Indiana Jones, una película de aventuras que
en su momento rompía con las reglas del género, como también lo hacían Tiburón o
Los Cazadores del Arca Pérdida, filmes diferentes donde la velocidad narrativa
se basaba en un montaje muy rápido que se transformaba en marca
registrada del director.
Seguramente, Spielberg se enamoró de la película de 1961 cuando
la vio por primera vez en 1961. Quizás lo atrapado su look, los
actores que la interpretaron, la utilización de un montaje clásico, el
excelente manejo fotográfico, su combinación de luces y sombras, y obviamente,
sus canciones y música. En algún momento debe haber pensado que aún podía
hacerla diferente o incluso, mejor. Pero también debe haberse dado cuenta que
todo estaba dicho en aquella obra y poco podía agregar.
No obstante, continúa con el proyecto y decide no solo producir sino
también dirigir la remake. Lo hace con sumo respeto, tanto como que sigue
fielmente los pasos del original y no se desprende de ellos. El film nunca
alcanza un tono spielberiano, solo logra copiar el resultado obtenido por
Jerome Robbins y Robert Wise, los directores que la llevaron al cine en los
´60. Todo estaba dicho y hecho. Spielberg solo consigue darse un gusto:
Dirigir la remake de un musical famoso con un sentido reverencial respecto del original.
Para aquellos que no vieron la primera versión, y les gusta el musical,
debería ser un placer verla. Es una obra clásica del teatro, muy bien escrita,
ciertamente convencional, pero contundente en su mensaje de integración racial.
Respecto al cine de Spielberg, no aporta nada. Se podía esperar una
actualización del film, al menos en lo formal, acaso un intento de renovación
del género o dejar una marca que nos hable de un antes y un después. Por el
contrario, se observa un respeto total sobre el original, una adaptación
prácticamente reverencial.
La obra se queda en los ´60, detrás de una historia de amor clásica en
la cual se esconden los resabios del racismo. La liberación de los ciudadanos
de raza negra aún no era aceptada en algunos Estados. West Side Story se
transformaba, entonces, en un canto de liberación, una tragedia que reflejaba
los problemas sociales de la población latina en los Estados Unidos, la cual
sufría problemas similares a la de los ciudadanos de raza negra,
recibiendo un rechazo social injustificable que, en la película,
actúa como disparador de una tragedia.
Sin duda, Spielberg debe haber visto varias veces el film de 1961 y
habrá llegado a la conclusión que esa versión expresaba tan bien, tanto en lo
artístico como en lo social, la problemática descrita que tratar de
actualizarla carecía de sentido porque la discriminación social que expresaba mostraba
una imposibilidad de cambio social que en aquellos años no se podía avizorar.
La remake spielberiana, desde un punto estrictamente cinematográfico,
responde al mismo molde clásico de film del ´61, recreando un momento y un
recuerdo que remite a aquella intolerancia racial que nunca fue, es o será el
camino hacia la integración de los pueblos. Desde ese punto de vista, cumple
con su cometido. Pero de Spielberg es esperable mucho más, sobre todo en las
formas. Esta vez, el famoso director, decidió no transgredir las barreras
artísticas que impuso el film de los ´60, y se quedó en una remake en la que
prácticamente no agrega nada.