miércoles, 28 de febrero de 2018

EL ÚLTIMO TRAJE de Pablo Solarz



LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD

Abraham Bursztein es un sastre polaco de religión judía que emigró a la Argentina después haber sufrido los horrores del nazismo durante la segunda guerra mundial. Luego de haber escapado enfermo de un campo de concentración, llegó a Varsovia donde fue curado y ayudado por su amigo Piotrek, su vecino de toda la vida en el gueto.

La película comienza en Buenos Aires cuando Abraham cumple los 84 años y sus hijos deciden alojarlo en una residencia de ancianos. Esa noche, el hombre decide escaparse. No será un escape a cualquier lugar. Será un regreso a Varsovia dónde quedó su mejor amigo y a quien siente le debe su vida.

Lejos del drama y muy cerca de la mejor tragicomedia al estilo italiano, Abraham iniciará esa misma noche un viaje que lo llevará a encontrarse con lo mejor de sí mismo.

Cuatro ciudades servirán de marco a las correrías de Abraham, empujado por la necesidad de recuperar su integridad y la amistad fraternal que siente por Piotrek. Sus andanzas comienzan en la misma Buenos Aires donde se escapa de su familia para organizar el viaje que tiene en mente. Ya en vuelo, hará escala en Madrid donde intentará visitar a una hija pero sobre todo encontrará una amiga (una inolvidable Ángela Molina). De allí, vía tren, recalará en Paris para encaminar su viaje, pasando por Berlín, para llegar a Varsovia y terminar en Lodz. En cada una de esas estaciones encontrará una figura femenina que le alegrará la vida.

El viaje de Abraham se transformará en una reconciliación con la vida, será el encuentro de un viejo cascarrabias con un viejo mundo que otrora le fue hostil y que hoy aparece aggiornado de gente amable, decente y altruista que le señalará el camino y sobretodo, lo ayudará a lograr su propósito. Esa resurrección del anciano no será ajena al encuentro con un mundo femenino, lleno de calidez donde habitan almas siempre dispuestas a volcar desinteresadamente su amistad.

No hay mucho más que ello, pero ello es mucho e importante. Es una película simple y sencilla para disfrutar con el corazón más que con el intelecto. En parte debido a la simpleza del guión. También por la estupenda actuación de los intérpretes que han encarnado a sus personajes más que con inteligencia, con mucha calidez.

Escrita y dirigida está dirigida por Pablo Solarz, es su segundo largo después de debutar en 2010 con la comedia Juntos para Siempre. No obstante ello, Solarz es un escritor que posee una dilatada trayectoria que comienza como guionista de televisión de los ciclos Ese Palpitar y Tiempo Final (solo 7 episodios).

La actuación de Miguel Angel Sola es extraordinaria.  Él es quien se pone la mochila al hombro y camina toda la película. Está a cargo de la emoción y de la risa que propone Solarz desde el guión. Solá, además, pone toda su experiencia de actor y su carisma para ayuda a creer en ese hombre que quiere desprenderse de esa pesada mochila que lleva a cuestas.

Para finalizar, no debería dejar de señalar la notable Banda Musical de Federico Jusid. Realmente un prodigio en el acompañamiento de las imágenes tanto en el orden de subrayar situaciones como en el de crear climas y distenderlos.

sábado, 24 de febrero de 2018

LA FORMA DEL AGUA de Guillermo del Toro


EN POS DE LA DIVERSIDAD

Guillermo del Toro es un director mexicano con una dilatada carrera en cine y televisión, tanto de su país como de España, y principalmente en los Estados Unidos. Para el cine, algunos de sus trabajos más conocidos nos remiten a Cronos (1993), Mimic (1997), El Espinazo del diablo (2001), y El Laberinto del Fauno (2006).

En setiembre de 2017, la película tuvo su estrenó formal en la 74ª edición del Festival de Venecia. En ella se hizo acreedora del León de Oro, máximo premio del evento. Esta semana se estrenó en Buenos Aires con buen suceso de público encontrándose en plena carrera por los premios Oscar que se otorgan la próxima semana en Hollywood.

La Forma del Agua tiene las virtudes de una narración clásica realizada con estilo y variedad de recursos narrativos. Estamos ante un film casi imposible de calificar dentro de un género, aunque lo podríamos definir como un film fantástico, o incluso, un cuento de hadas toda vez que aceptemos que en los primeros aparecen personajes o criaturas irreales y que en el cuento de hadas encontramos normalmente el ansia de libertad, la búsqueda de la felicidad y la necesidad de soñar despiertos como nervio motor de los sucesos que se narran. En todo caso, debe quedar claro que no nos estamos refiriendo a una película de ciencia ficción ni de terror.

Transcurre en los Estados Unidos en la década del 60. El país se encuentra tanto en plena Guerra Fría con la Unión Soviética como en una carrera espacial con el propósito de ver quién es capaz de llegar primero a la luna. Por otro lado, en el frente interno, la cuestión por los derechos de la gente de color está en plena ebullición. En este marco, los espías aparecen por doquier. La desconfianza hacia el otro provoca que la amenaza aparezca siempre presente.

En la película, la mayor parte de los protagonistas son personas diferentes. Sally (notable Sally Hawkins), el personaje principal, es muda. Su amiga Zelda (Octavia Spencer) es de raza negra. Giles (Richard Jenkins), su compañero de cuarto es homosexual, el Sr. Strickland (Michael Shannon), jefe de seguridad, pierde dos dedos de su mano, el Dr. Hofftstetler (Michael Stuhlbarg) es ruso, y finalmente el Hombre Pez (Doug Jones) es anfibio.

En ese marco donde todo el mundo parecería estar representado por una condición de inferioridad que los iguala, se produce una trama de acción y suspenso cuyos personajes parecen salidos del cine de los 50 y los 60 como El Monstruo de la Laguna Negra (1954), Espera la Oscuridad donde Audrey Hepburn era ciega (1967), el malo del Sr. Strickland parece extraído de uno de los primeros films de James Bond, incluso se lo toma desde abajo como en aquellos films.

En consecuencia, La forma del Agua se transforma en una especie de canto hacia la inclusión social, donde ningún impedimento físico o intelectual pueda dar lugar a la discriminación. Lo hace de una manera muy particular, como homenajeando a un cine que paradójicamente se atrevía muy poco y de vez en cuando solo en la cuestión del color de piel.

El film encuentra en el personaje de Sally, una mujer muda solitaria que trabaja como empleada de la limpieza en un laboratorio donde encuentra a un ser anfibio. Ella es el único ser capaz de establecer una comunicación con el monstruo que es objeto de investigaciones. El film derivará en una carrera hacia la libertad del anfibio. En dicha carrera arrastrará al resto de los personajes que se unirán a una lucha en común. El final dará mucha tela para cortar.

La labor del fotógrafo Dan Lausten es extraordinaria. Ya trabajó con Del Toro en Mimic, por lo cual se conocen y se entienden bien. Su labor con la steadycam es realmente formidable, al igual que el uso de la luz y la conformación de los colores de la película. También es destacable la relación entre movimientos de cámara y la música de Alexandre Desplat, una verdadera maravilla que acompaña las imágenes. Desplat es el músico francés autor también de la banda de La Reina, El Escritor Fantasma, Argo, y La Noche más Oscura.

No obstante lo comentado, con el film terminado, incluso disfrutado, queda como que sobran piezas del rompecabezas que se ha armado. Al principio, el film parece un cuento sobre la soledad de la protagonista. En el medio, sorprendentemente, hay toda una escena de un musical que parece de otra película. Hacia el final, el film adquiere la fisonomía de un film de espionaje en el cual los bandos luchan en torno del monstruo de la laguna.

Es como si el film careciera de una lógica y se enamorara de imágenes que sin lugar a dudas se expresan por si mismas pero que no se unen en el todo. Como si el director Del Toro quisiera dar muestra de su capacidad mostrando estilos narrativos que cuesta conectar, fundiendo la historia principal con las historias paralelas. Consecuencia de ello, se hace difícil llegar a una conclusión concreta sobre lo que se ha visto.

viernes, 23 de febrero de 2018

UNA MUJER FANTASTICA de Sebastián Lelio

EL DESPRECIO Y LA INTOLERANCIA

El director chileno Sebastián Lelio, que ya había llamado la atención con Gloria (2013), vuelve a la cartelera cinematográfica con un film nominado para el Oscar a la Mejor Película Extranjera. Se trata de Una Mujer Fantástica, que cuenta con las actuaciones protagónicas de Daniela Vega y Francisco Reyes.

Desarrollado a partir de un guión coescrito con gran habilidad por el propio director y Gonzalo Maza, comienza como un policial que se transforma en film de suspenso que es la vez un alegato a favor de la aceptación de las personas diferentes.

El film transcurre en los tres días del duelo que pasan a partir de la muerte de un hombre de unos 55 años que separado de su familia mantiene una relación amorosa con otra mujer. En esos pocos días rápidamente aparecen signos de rechazo y de intolerancia evidenciados primero en la investigación policial donde a partir de unas heridas y moretones que tiene el cuerpo se inicia una investigación que es poco menos que un acoso policial sobre la amante del occiso. A continuación, aparece la presión familiar para recuperar los bienes del difunto: auto y departamento con un afán desmesurado de desposeerla de cualquier bien o derecho sobre los mismos. Y finalmente, la negación a admitir su presencia en la disposición del velorio y la posterior cremación del cuerpo.

Con gran habilidad, el film de Sebastián Lelio muestra por un lado la intolerancia de toda una familia, y a través de ello de una parte de la sociedad, aquella más pacata, anclada en la tradición y con grandes tendencias al desprecio de lo diferente, que no manifiesta la menor aceptación de cambios sociales que ya están instalados en la sociedad. Y por otro, desarrolla la pintura de una mujer que es pura sensibilidad, que ama el canto lirico pero se gana la vida cantando boleros en un cabaret. Que tiene una hermana que la quiere y un cuñado que no puede escapar de los prejuicios sociales.

La virtud principal del film de Lelio es la sensibilidad con que nos acerca a Marina Vidal y nos cuenta su historia. Marina ha perdido al hombre que ama, pero ha perdido mucho más que eso. Ha perdido un pequeño lugar de reconocimiento que tenía en el mundo a través de una relación estable y sincera. Ahora está prácticamente sola, librada a su libre albedrío. Sabe mucho más de la vida. Es plenamente consciente que no le queda otra que seguir luchando por un lugar en la sociedad que no le es reconocido.


Buen film del chileno Sebastian Lelio, muy bien actuado por Daniela Vega en el papel de Marina Vidal cuyo protagonismo absoluto, está muy bien desarrollado dentro de los cánones del policial y sobre todo del film de suspenso, logrando mantener de principio a fin el interés sobre la historia que nos está narrando a la vez de realizar un fresco social sin caer en amaneramientos ni en la pintura de brocha gorda. Por el contrario, la película suena sincera y honesta, y su mensaje sobre la intolerancia social existente en la sociedad chilena es claro y contundente.

jueves, 22 de febrero de 2018

EL SACRIFICIO DEL CIERVO SAGRADO de Yorgos Lanthimos

EL PESO DE LA CULPA

Premiado con la Palma de Oro al mejor guión (compartido con Lynne Ramsay por You Were Never Really Here) en mayo pasado durante el desarrollo del Festival de Cannes, el guionista y director griego aparece en el firmamento cinematográfico como uno de los más destacados directores jóvenes del cine moderno.

Con 6 obras en su haber, la mayoría de ellas estrenadas en Argentina en festivales o semanas de estrenos especiales, éste es su primer estreno en salas comerciales. Estamos ante un autor, un guionista que generalmente comparte sus guiones, y director de cine. Sus temas son contemporáneos y en su mayoría se refieren a los problemas de la pareja y de la familia moderna.

Debo decir que la decepción ante esta primera película suya fue grande. El film me pareció grandilocuente, afectado, carente de espontaneidad, con cierta tendencia operística, una grandilocuencia que poco tiene que ver con la historia que narra. Aunque por otro lado, debe reconocerse que Lanthimos es un director exquisito, su fotógrafo Thimios Bakatakis sabe del manejo de cámaras, y maneja espléndidamente la luz, el guión está bien escrito, y la actuación de los interpretes principales: Colin Farrel y Nicole Kidman, como así también el conjunto de adolescentes que los acompañan, son notables.

El problema principal es el lento ritmo impuesto por Lanthimos a la narración que naufraga entre una mezcla de comedia familiar aderezada con toques de suspenso y horror, con los que el director trata de describir, por un lado, la precariedad de las relaciones que sostienen la actual familia moderna, y por otro, el desarrollo de un complejo de culpa en el padre de familia que arrastra al resto de la familia.

La crítica del cineasta griego se concentra en el materialismo de la vida moderna. La familia del Dr. Stephen Murphy lo tiene todo. Viven en un barrio de clase acomodada en Cincinnati, Ohio, Estados Unidos. La casa donde habitan con sus dos hijos es amplia y moderna. Su mujer Ana es también una profesional exitosa. Sus hijos concurren a escuelas caras y parecen adolescentes normales. Pero todo ese bienestar no alcanza para lograr la completa felicidad.

En el camino del Dr. Murphy se interpondrá un hecho inesperado que lo colocará frente a la culpa. Un error profesional le provocará un trauma que modificará su conducta, lo cual terminara afectando a toda la familia.

El problema de Lanthimos, y por consecuencia del film, es que con una mirada esencialmente humanista trata de observar comportamientos sociales complejos de una sociedad que claramente no es la suya dando lugar a comportamientos individuales que presentan soluciones que solo parecen tener sentido en el plano de la abstracción, lejos de las leyes sociales establecidas pero cercanas a leyes arcaicas como la ley del Talión.

En consecuencia, el film del griego, aparece como una obra fría y pretenciosa, con claras intenciones morales y juzgatorias de toda una sociedad (la americana) que no solo pone énfasis en el desarrollo de un materialismo práctico sino que también es participe de la idea de que el fin justifica los medios.


Esta mirada que describe el film no solo lo aleja de la realidad social, sino que unida al encierro que propone en la propia casa del protagonista, lejos está de provocar un mea culpa. Por el contrario, genera un gran guignol de características operísticas que desinfla toda intención de reflexión y análisis.

sábado, 17 de febrero de 2018

LAS HORAS MÁS OSCURAS de Joe Wright

SANGRE, ESFUERZO, LÁGRIMAS, Y SUDOR

Winston Churchill, (1874 – 1965), fue un político y estadista británico, perteneciente al Partido Conservador que, durante 50 años, ocupó numerosos cargos políticos. Durante la Primera Guerra Mundial fue Primer Lord del Almirantazgo hasta la derrota en la batalla de Galípoli, un error militar bajo su responsabilidad cuyas consecuencias asumió generando su salida del gobierno. No obstante ello, años más tarde, y ante un marcado vacío de poder, fue llamado nuevamente para dirigir el gobierno siendo nombrado Primer Ministro de Gran Bretaña, cargo que desempeñaría en dos oportunidades, primero en de 1940 a 1945, y más tarde de 1951 a 1955. En su primer mandato se convirtió en el líder político indiscutido de su país.

Las Horas Más Oscuras evoca la vida de Churchill en aquellos momentos cruciales en que se decide la entrada de Inglaterra a lo que luego sería La Segunda Guerra Mundial. La película comienza los primeros días de mayo de 1940 cuando Hitler decide invadir a dos países: Dinamarca y Noruega, ambas neutrales en la contienda bélica, pero con puertos claves para facilitar el suministro de armas a Alemania. El fracaso de estas defensas, pone en tela de juicio la labor del Primer Ministro Neville Chamberlain, quien decide renunciar. Es entonces, cuando Winston Churchill es nombrado Primer Ministro de Inglaterra.

Joe Wright, el notable director de Orgullo y Prejuicio, Expiación, y la última versión vista de Anna Karenina filma aquí la que tal vez sea su mejor película. Logra envolvernos en la pesadilla que se avecina. La situación políticamente inestable de Inglaterra, la invasión antes comentada y el estado de precariedad de las tropas movilizadas en Europa. Todo un dilema difícil de resolver. Las tropas inglesas acorraladas en Dunquerque, una playa en los confines de Francia casi en la frontera con España sobre el Mar del Norte, deben ser evacuadas. La flota británica esta sitiada e imposibilitadas de hacer una operación honorable.

El gran mérito de Wright es no hacer una película de guerra sino una película sobre la guerra. Para ello toma distancia del frente bélico y concentra siempre la situación desde el punto de vista político y cómo repercute ello en el Parlamento inglés. Encierra las acciones entre la casa de Churchill y Westminster emulando las complicaciones de la realidad. La actividad transcurre solo entre paredes y túneles. Mucho aire viciado por el humo de los cigarros, un encierro que va más allá de las paredes del Palacio de Buckingham.

Conoceremos a un Churchill incansable que va y viene del Parlamento mil veces tratando de lograr consenso partiendo de una posición de extrema debilidad política en la que sus apoyos son externos a la política y de índole moral. Ellos son su mujer y su secretaria. Sus bases parlamentarias son los pocos incondicionales de su partido. Ha asumido una posición política de no negociación con la dictadura nazi cuando su oposición busca a toda costa evitar la guerra pactando con el Diablo. Necesita una convalidación de su pensamiento. Es entonces donde, en una escena eminentemente cinematográfica y salida de la cabeza de un guionista muy creativo, se lo ve entrando en un subte. Será un viaje de una sola estación. Pero en ese simple momento, mezclado entre los pasajeros del tren, tendrá contacto con el pueblo. Será la voz del pueblo quien le dará la respuesta necesaria.

En ese ir y venir, en esa discusión permanente se definirá un destino, el de todo un país y tal vez el de Europa y por qué no del Mundo. De esta manera, Wright encuentra su película. Y lo hace de la mejor manera posible, dando una notable lección de cine. Pero no lo hace solo. Cuenta para ello con un actor excepcional que se lleva todos los laureles y un excelente guión firmado por Anthony Mc Carten.

El actor es Gary Oldman, un inglés que hemos visto muchas veces en el cine americano. Él fue el Comisionado Gordon de El Caballero de la Noche (2012) de Christopher Nolan, el George Smiley de El Topo (2011) de Tomás Alfredson basado en la novela de John Le Carré, y sobre todo fue el Joe Orton de Prick Your Ears (1986) de un joven Stephen Frears, uno de sus grandes papeles que le aseguró una carrera importante en el cine.

El guionista Mc Carten es el autor de esa maravilla que es La Teoria del Todo, 2014, sobre la vida del científico inglés Stephen Hawkings, un hombre lisiado por una enfermedad cerebral que le impide manejar el movimiento de sus músculos pero no le bloquea la lucidez de su mente.


Apoyado en el gran guión de Mc Carten, y sobre todo en la actuación de Gary Oldman, Wright logra recrear no solo la época y la palabra de Churchill, sino lo más difícil, rescatar el espíritu de una época en la que Inglaterra se hundía por primera vez en el desasosiego de enfrentarse con un poder desconocido capaz de ponerla de rodillas.  Allí es donde aparece la fibra inglesa de un hombre común, un hombre que sabe escuchar la calle, y que confía en la voz del pueblo que dice que antes que darse por vencidos preferirán morir luchando.

martes, 13 de febrero de 2018

TODO EL DINERO DEL MUNDO de Ridley Scott

EL CAPITALISMO SALVAJE

John Paul Getty fue el hombre más rico del mundo durante el siglo XX. Su fortuna superaba los 1000 millones de dólares y básicamente se encontraba invertida en acciones de empresas, arte y antigüedades que ahora pueden apreciarse en el Museo J.P. Getty de la ciudad de Los Angeles, California, Estados Unidos.

El 10 de julio de 1973, una banda de delincuentes secuestró a su nieto de 17 años, John Paul Getty III, en la Plaza Farnese de la ciudad de Roma. El muchacho capturado fue llevado a Calabria, en el sur de Italia, donde permaneció privado de su libertad hasta el 15 de diciembre de 1973, cuando fue liberado previo pago de un rescate de 2,2 millones de dólares, exactamente la cantidad máxima que el Sr. Getty podía deducir de impuestos. Un mes antes de su liberación, los secuestradores habían cortado una oreja del muchacho y la enviaron por correo a su madre.

El veterano Ridley Scott, autor de películas de culto como la saga de Alíen y la famosa Blade Runner, toma el prolijo guión de David Scarpa sobre el hecho policial y lo transforma en imágenes, dándole un ritmo sostenido que narra paralelamente las frías relaciones familiares de los Getty, en particular la confrontación entre la nuera y su famoso suegro, en medio de los pormenores del secuestro. En esos casi 6 meses, no solo se discutió el precio de un rescate sino también un entramado de relaciones basadas en el más puro materialismo.

Scott, navegando entre la descripción costumbrista y el policial, agregando un fuerte sentido de humor inglés tendiente al absurdo, da vida a esta obra que parece confrontar racionalismo contra sentimiento. Es que el Sr. Getty se niega a pagar el rescate, sintetizando su pensamiento en una frase que se volvería famosa: “Tengo 14 nietos. Si pago sólo un centavo por un nieto, entonces tendré 14 nietos secuestrados.”

Hechos reales convenientemente dramatizados, dan lugar a dos grandes actuaciones de Christopher Plummer como el Sr. Getty y Michelle Williams como su nuera, 
desaprovechando a Mark Wahlberg como jefe de Seguridad del multimillonario que está absolutamente demás en la trama. El enfrentamiento entre madre del secuestrado y el abuelo del mismo marca una relación que constituye un enfrentamiento entre el sentimiento y la materialidad, el mundo de los afectos, las emociones contra el universo del dinero y la codicia. El anciano es un hombre que no vive rodeado de sus 14 nietos sino que lo hace solitariamente en un castillo rodeado de sirvientes en el que acumula objetos y obras de arte, todo aquello que no puede ser cambiado por amor sino por dinero.

Está claro que la vida no tiene precio. Pero la situación planteada permite preguntarse, por ejemplo, ¿Es el personaje principal un avaro o tan solo un capitalista? ¿Para qué sirve el dinero? ¿Cómo se distribuye el ingreso? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Es necesario pasar toda una vida acumulando capital? Algunas de estas preguntas las responde las propia ciencia económica, otras la religión, alguna otra, el sentido común. La película las deja planteadas para que cada espectador saque sus propias conclusiones.

Por otro lado, visto de esta manera el film parece poner sobre el tapete cuestiones cada vez más actuales. Caído el muro de Berlín hace ya casi 29 años, cabe preguntarse si el triunfo del mundo capitalista sobre el mundo comunista ha conducido realmente a millones de personas a un mejor estándar de vida. Y si es así, ese bienestar refiere a lo puramente económico o es una mejoría que ha llegado vía una mayor libertad personal para las personas, entendiendo como libertad la de moverse libremente a través del mundo y decidir absolutamente sobre la propia vida. O en su defecto, acaso ha sido un retroceso.


No estamos ante lo mejor de Ridley Scott, pero la película deja verse, es entretenida y plantea cuestiones interesantes y actuales. El film carece de equilibrio entre la dramaticidad de los hechos narrados y la particular visión, la frialdad de un hombre de negocios que parcializa y empuja la simpatía del espectador hacia la parte más débil del conflicto. Este enfrentamiento desigual obviamente desnivela la objetividad, caricaturiza y deshumaniza al personaje principal. ¿Acaso los ricos, no son también humanos?

lunes, 12 de febrero de 2018

DETROIT de Kathryn Bigelow

ABUSO DE AUTORIDAD

La capacidad narrativa de esta directora americana ya ha sido puesta a prueba desde hace muchos años y diversas películas. Llamó la atención por primera vez en 1987 con Acero Azul, su tercera y estupenda película, dirigiendo a Jamie Lee Curtis. En 1991, con Point Break se convirtió en una directora de culto, llegando a desentrañar los complejos códigos de la lealtad masculina.  En 2008, con The Hurt Locker, gana el Oscar transformándose en la primera mujer en recibirlo, y vuelve a brillar en 2012 con La Noche Más Oscura, para mí, su mejor película, donde contaba la cacería de que fue objeto Osama Bin Laden por parte de los servicios de la CIA.

Ahora estamos ante su nueva película, basada en la llamada Rebelión de la Calle 12, un hecho fundamental  en el movimiento por los Derechos Civiles, que comenzó la noche del 23 de Julio de 1967 en Detroit, Michigan, USA, dejando un saldo de 43 muertos y 1200 personas heridas como consecuencia de los disturbios que se provocaron a raíz de una redada que la policía local realizó en un bar donde se vendía alcohol ilegal donde veteranos de Vietnam, mayormente de raza negra, festejaban su regreso a casa. El nivel de la violencia desatada fue un hecho inesperado dado que no concordaba con la ciudad de Detroit, considerada en aquella época, una de las ciudades de mayor índice de ocupación y tolerancia racial en los Estados Unidos.

El film de Bigelow se divide en tres actos. El primero recrea, con una visión de carácter documentalista, los comienzos de los disturbios de la calle 12. El segundo, genera una ficción que se concentra en un episodio particular donde resultan muertas dos personas de raza negra producto de un exceso de violencia policial, y el tercero, a modo de epílogo, describe a grandes rasgos los dictámenes del juicio al que dan origen los sucesos comentados, arribando a la penosa conclusión de que se ha vuelto a cometer una injusticia total.

El film de Bigelow no solo es un perfecto ejercicio de estilo sino también se constituye en un alegato en favor de las minorías raciales, y especialmente contra el abuso de autoridad a través de la violencia. Como todos sus film, la violencia está presente, pero más que ella, lo que le interesa a Bigelow es la presión, la tensión que una situación genera a sus personajes. 

La directora, fiel a su estilo, describe situaciones y tira de la piola hasta que la piola se rompe. Nada es gratuito y todo tiene su consecuencia. Aquí, su juego entre el gato y el ratón, pone en juicio a todo el sistema policial y judicial de una Detroit desbastada por la injusticia y los prejuicios raciales, cuyas consecuencias pone en total evidencia la corrupción de procedimientos policiales y la parcialidad de una justicia absolutamente entregada al poder de los blancos. 

Aunque el film no pretende ser una lección de historia, Bigelow se basa en hechos reales. Incluso, tanto en la primera parte como en la tercera, se apoya en material de archivo de aquella época. No obstante ello, la recreación constituye un ejercicio de estilo llevado hasta sus últimas consecuencias. La directora estresa su puesta en escena hasta lo intolerable. Incomoda al espectador a la vez que lo obliga a tomar parte, a reflexionar sobre lo que está viendo. A dar un segundo veredicto que corrija el error de la historia.

El cine de la norteamericana alcanza un pico en las escenas que describen con intensidad la represión policiaca, que parece motivarse más en el odio racial que en el respeto de la ley. Esa policía se expresa a través de la tortura, generando una sensación de desamparo, de vida en peligro. Muestra no solo el método policial sino también encierra la acción de manera tal que transforma al público en un único testigo de lo que pasa. Bigelow obliga a mirar, en consecuencia, a tomar parte. No hay duda que también direcciona la posición que debe tomar el espectador. Seguramente es la correcta.


Estamos ante otro gran film de la directora norteamericana, con un tema que no pierde actualidad. Los problemas de las minorías raciales, de las corrientes migracionales, que vuelven a ser problema en el mundo actual. La película constituye un toque de atención al respecto. Es un llamado a la buena voluntad, a la corrección política, a la necesidad de prevenir antes de curar, a que no solo importen los fines sino también los medios y las formas. El film recuerda con vergüenza un hecho real que tal vez haya sido el principio de la integración racial en los Estados Unidos. Demuestra que nada fue gratuita. Casi un año más tarde moriría asesinado Martín Luther King, extraordinario pacifista líder de ese movimiento. El solo episodio que describe esta película dejó heridos y muertos que aun llora la humanidad. Que no se repita.

viernes, 9 de febrero de 2018

15:17 TREN A PARIS de Clint Eastwood

LOS HEROES ANÓNIMOS

Clint Eastwood es el más grande director norteamericano con vida. Un hombre cuya trayectoria comenzó en la televisión protagonizando series y que más tarde se transformó en el actor de cine más taquillero de su época. Después de un corto paso por Italia donde se constituye en el actor por antonomasia de los “espagueti westerns”, es dirigido casi consecutivamente por dos de sus más influyentes maestros: Sergio Leone y Donald Siegel, accediendo más tarde a dirigir sus propias películas.

El cine de Eastwood abreva en el más puro clasicismo americano, el de los padres fundadores del western como John Ford y Howard Hawks. Por clasicismo entiendo el mantenimiento de las formas y la prevalencia de la historia como columna vertebral de la película. El director moderniza aquel cine, lo actualiza, poniendo énfasis no solo en el cómo contar la historia sino transforma al hombre, al ser humano como actor absoluto en el imperio de la realidad. Esa idea de recreación de la realidad lo lleva esta vez a un extremo en la que los mismos actores de la realidad ocurrida son los actores de la película que recrea Eastwood.

Mi primera visión de Tren a Paris me dejó sabor a poca cosa, como que el maestro se tomó más tiempo que el necesario para describir personajes desde su infancia hasta su adultez para finalmente convertirlos en héroes casuales. A pesar de ello, inevitablemente, salimos del cine pensando sobre lo que hemos visto, una nueva vuelta de tuerca sobre los héroes circunstanciales: Sully el año pasado, Chris Kile en El Francotirador, su propio Walt Kowalsky de Gran Torino, ni que hablar de su Bill Muny de Los Imperdonables.
Cuando repasamos lo que hemos visto, rearmamos la película, y comenzamos a reflexionar, vemos las cosas de otra manera. La historia de Eastwood nos remite a un hecho real, un atentado en un tren en pleno viaje de Ámsterdam a Paris. Pero también nos cuenta la historia de un trio de héroes anónimos. 

La película de Eastwood nos señala que vivimos bajo un estado de amenaza y que no siempre los Estados tienen la capacidad absoluta para protegernos de terroristas individuales que aparecen de la nada como fantasmas con la intención de hacer el mal. El film no habla directamente de terrorismo, mucho menos de política. Por el contrario, lo muestra como un hecho casual ante un estado de indefensión absoluta que se haya en expansión y que se aleja cada vez más fuera del control del Estado.

En esa situación, describe la vida de tres jóvenes americanos, incluso algunos de ellos con problemas de conducta como el déficit de atención escolar cuando eran niños, a los cuales les cuesta pasar las metas regulares de enseñanza, y más tarde incorporarse a la vida laboral.  No obstante, ellos serán los héroes de la película.

Acá es donde el maestro nos deja pensando. La garantía de seguridad por parte de los Estados ha desaparecido. El terrorismo ataca como un fantasma. Busca crear el caos y la confusión. De repente, aparecen los héroes anónimos. Ellos, y no las fuerzas de seguridad, terminan enfrentando al mal.

El discurso de Eastwood no es político. Es filosófico. Su film no busca razones ni interpretaciones de la realidad. Es seco y contundente. A toda acción le corresponde una reacción. Dicha reacción, comienza a ser espontanea. Responde al propio instinto de supervivencia dado el carácter fantasmal de la amenaza.  Cada cual reaccionará como pueda. Estamos volviendo a los viejos tiempos del Far West donde imperaba la ley del revólver y las personas se transformaban en leyendas.

El viaje en tren de Ámsterdam a Paris será un infierno para unos, y una gloria circunstancial y efímera para otros. Son los tiempos que nos tocan vivir, reflexiona el viejo maestro. El enemigo es invisible y está al acecho. La autoridad del Estado no alcanza para combatir una amenaza que ha dejado de ser frontal para convertirse en fantasma.


La película rescata una situación paradojal. Niños con déficit de atención, adolescentes solitarios con trastornos de conducta, adultos a los que les cuesta insertarse en el ámbito laboral, terminan transformándose en héroes como consecuencia de un hecho terrorista del cual salen ilesos. La misma sociedad que los rechaza, los transforma en celebridades. ¿Cuáles son los valores, las destrezas que aplican a la actual sociedad? El final con la condecoración de los héroes en el Palacio del Eliseo en Paris, vestidos como turistas fuera de todo protocolo, nos habla claramente que muchas más cosas que las que pensamos están cambiando seriamente aunque no todo parece conducir a generar condiciones de vida para un mundo mejor. 

lunes, 5 de febrero de 2018

EL TESTAMENTO de Amichai Greenberg

MATERIALISMO VS. ESPIRITUALIDAD

Estamos ante la ópera prima de Amichai Greenberg, un joven guionista y director israelí que con su película El Testamento se alzó con el premio mayor del Festival Internacional de Cine de Haifa.

Greenberg desarrolla una ficción partiendo de una realidad en la que denuncia la colisión que origina el desarrollo de complejos inmobiliarios en los lugares sagrados donde existen tumbas colectivas a raíz de grandes matanzas de seres humanos desarrollados durante el Holocauto en la Segunda Guerra Mundial,  inspirándose en hechos reales en ocurridos en Rechnitz, Austria, a fines de marzo de 1945, cuando unos 200 judíos húngaros fueron asesinados.  

El personaje del film es una mezcla de abogado e investigador que quiere evitar la construcción de un country en Austria dado que sospecha que en ese lugar ocurrió una matanza colectiva. Su propósito final de conservar la memoria e impedir que el avance de la modernidad pase por sobre esos lugares construyendo complejos habitacionales y recreativos con el solo fin de generar resultados económicos.

El film rescata las posiciones más conservadoras orientadas al respeto de esos cuerpos que deben descansar en paz alejados de todo fin materialista que solo busca lucrar con el precio de la tierra y la vista del lugar, transformándose en un thriller cuasi metafísico entre lo que es el avance de un juicio contra un complejo en construcción contra el avance de una investigación que necesita probar que efectivamente en dicho lugar se conservan los cuerpos de 200 personas muertas por el atropello nazi cerca de un campo de concentración.

Es interesante destacar el delicado equilibrio entre las cuestiones espirituales y materiales que plantea, y sobre todo, respecto de la posición de mantener una memoria siempre viva sobre los vergonzosos hechos ocurridos durante la Segunda Guerra Mundial, proyectando la cuestión  hacia nuestros días, donde la sociedad líquida que vivimos parece desechar todo tipo de respeto por el pasado avasallando la espiritualidad en nombre del materialismo, el progreso, la modernidad, y especialmente, el negocio.

Muy bien realizada, guionada y actuada por Ori Pfeifer en papel de Yoel, nos reserva una vuelta más de tuerca hacia el final que no vamos a develar que otorga al film un carácter ecuménico que revaloriza los valores espirituales y los lazos de hermandad entre las distintas colectividades, haciéndonos recordar que no todo es como parece, y que los testimonios conservan su valor aún mucho después de los hechos ocurridos.

viernes, 2 de febrero de 2018

THE POST de Steven Spileberg

LA PRENSA: CUARTO PODER

En The Post Steven Spielberg elige la comedia glamorosa para narrar un hecho real, de características dramáticas, ocurrido en la década del 70 en su país, los Estados Unidos de América, que dio a conocer una noticia que afectaba cuestiones de Estado que era imposible ocultar a la opinión pública. Ese destape terminó volviéndose un boomerang que se transformó en un ataque a la libertad de prensa por parte del gobierno del presidente Nixon.

Los avatares de la cuestión se observan desde el diario Washington Post que pasará a ser protagonista casi absoluto de la revelación de los acontecimientos narrados. Diario centenario fundado en 1877, después de atravesar distintas contingencias durante más de 70 años, es dirigido por la familia Graham. En 1964 se suicida Philip Graham, su director ejecutivo. Consecuencia de ello, su esposa Margaret toma la dirección del diario, enfrentándose rápidamente a un gran dilema: el cierre el diario, su venta, o su capitalización.

La narración se inicia en esos difíciles momentos en que lo propietarios del diario deciden seguir adelante y para ello necesitarán entrar en la bolsa de comercio de Nueva York, concretar una emisión de acciones, recapitalizar la compañía, cambiar el perfil del diario, y eventualmente, tener que despedir personal. Todo ello estará a cargo de Margaret Graham justo en un mal momento de la historia: El Presidente Nixon quiere profundizar la Guerra en Vietnam y tiene gran parte del país en contra. Por otra parte, el New York Times está en su mejor momento y mantiene una agresividad informativa contra el gobierno, lo cual le da buenos réditos.

Spielberg utiliza toda su experiencia cinematográfica decidiendo realizar una comedia glamorosa sobre los márgenes del poder justo en un momento en el que el drama de la guerra que vive el país comienza a mostrar sus estragos más adversos.

Para ello convoca a dos grandes estrellas de Hollywood: Meryl Streep y Tom Hanks. La primera asume el papel de Margaret, la directora del WP, y el segundo, el de Ben Bradlee, su editor en jefe. Un hombre experimentado y con agallas que siempre quiere ir al frente porque tiene claro que su función es informar.

De la mano de Spielberg, la Streep y Hanks se mueven como peces en el agua. Es la primera vez que la señora trabaja con el maestro, pero con Hanks es diferente: ya lo han hecho anteriormente en tres oportunidades y todas con gran éxito: Salvando al Soldado Ryan, Atrápame Si Puedes y Puente de Espías. La experiencia y la química entre ellos funcionan a la perfección. Aquí no habrá ni rivalidad ni amorío para sostener la pelicula. Ella será una mujer de libre pensamiento que ha sido criada para tomar decisiones. Él será su espada, la cara editorial de una empresa periodística que manejará a una veintena de escritores que revisaran archivos secretos a los que transformarán en artículos de primera plana y en consecuencia, pondrán al gobierno al borde del ridículo.

Los hechos son conocidos: El New York Times publica primero. El Gobierno replica yendo a la Corte de Justicia. Se secuestra la edición del diario. El Washington Post contrataca publicando su versión. La Corte Suprema avala las publicaciones. Las primeras planas se suceden. Spielberg lo logra otra vez. Relata un pedazo crucial de la historia americana del siglo 20 con total economía de medios y una rigurosidad histórica basada en hechos periodísticos de los dos diarios liberales más importantes del mundo, y la platea entera estalla en un cerrado aplauso cuando la palabra fin anuncia que Don Steven ya lo ha dicho todo, de la mejor manera posible, nos ha brindado un conjunto de actuaciones memorable, ha reconstruido una época con el esplendor y el glamour de las altas esferas, ha entretenido contándonos una historia conocida pero siempre apasionante, y ha dejado por sentado que la libertad de prensa responsable es una de las patas de un trípode junto a la libertad de expresión y la libertad de pensamiento que impide el atropello de los poderes de Estado.


No estamos frente a un film documental pero estamos ante un film documentado. Al igual que en sus otras basadas en hechos reales: Múnich (2005), Lincoln (2012), hay en el film una enorme libertad de expresión para analizar y mostrar los acontecimientos ocurridos en aquellos días nefastos donde la guerra generaba malas noticia a diario, y el Gobierno Americano se deslizaba a través de una pendiente peligrosa en la cual se ponía en juego la concordia social. Estamos ante un gran manifiesto que recalca la necesidad de mantener la libertad de expresión como un cuarto poder que hace al equilibrio de poderes. Spielberg lo hace a su manera. No es haciendo un gran discurso ni un gran ensayo. No se mete con la literatura. Lo suyo es puro cine, imágenes en movimiento que mediante actuación, fotografía, música y montaje recrea una situación histórica de la mejor forma posible. Sencilla y eficaz.