sábado, 24 de febrero de 2018

LA FORMA DEL AGUA de Guillermo del Toro


EN POS DE LA DIVERSIDAD

Guillermo del Toro es un director mexicano con una dilatada carrera en cine y televisión, tanto de su país como de España, y principalmente en los Estados Unidos. Para el cine, algunos de sus trabajos más conocidos nos remiten a Cronos (1993), Mimic (1997), El Espinazo del diablo (2001), y El Laberinto del Fauno (2006).

En setiembre de 2017, la película tuvo su estrenó formal en la 74ª edición del Festival de Venecia. En ella se hizo acreedora del León de Oro, máximo premio del evento. Esta semana se estrenó en Buenos Aires con buen suceso de público encontrándose en plena carrera por los premios Oscar que se otorgan la próxima semana en Hollywood.

La Forma del Agua tiene las virtudes de una narración clásica realizada con estilo y variedad de recursos narrativos. Estamos ante un film casi imposible de calificar dentro de un género, aunque lo podríamos definir como un film fantástico, o incluso, un cuento de hadas toda vez que aceptemos que en los primeros aparecen personajes o criaturas irreales y que en el cuento de hadas encontramos normalmente el ansia de libertad, la búsqueda de la felicidad y la necesidad de soñar despiertos como nervio motor de los sucesos que se narran. En todo caso, debe quedar claro que no nos estamos refiriendo a una película de ciencia ficción ni de terror.

Transcurre en los Estados Unidos en la década del 60. El país se encuentra tanto en plena Guerra Fría con la Unión Soviética como en una carrera espacial con el propósito de ver quién es capaz de llegar primero a la luna. Por otro lado, en el frente interno, la cuestión por los derechos de la gente de color está en plena ebullición. En este marco, los espías aparecen por doquier. La desconfianza hacia el otro provoca que la amenaza aparezca siempre presente.

En la película, la mayor parte de los protagonistas son personas diferentes. Sally (notable Sally Hawkins), el personaje principal, es muda. Su amiga Zelda (Octavia Spencer) es de raza negra. Giles (Richard Jenkins), su compañero de cuarto es homosexual, el Sr. Strickland (Michael Shannon), jefe de seguridad, pierde dos dedos de su mano, el Dr. Hofftstetler (Michael Stuhlbarg) es ruso, y finalmente el Hombre Pez (Doug Jones) es anfibio.

En ese marco donde todo el mundo parecería estar representado por una condición de inferioridad que los iguala, se produce una trama de acción y suspenso cuyos personajes parecen salidos del cine de los 50 y los 60 como El Monstruo de la Laguna Negra (1954), Espera la Oscuridad donde Audrey Hepburn era ciega (1967), el malo del Sr. Strickland parece extraído de uno de los primeros films de James Bond, incluso se lo toma desde abajo como en aquellos films.

En consecuencia, La forma del Agua se transforma en una especie de canto hacia la inclusión social, donde ningún impedimento físico o intelectual pueda dar lugar a la discriminación. Lo hace de una manera muy particular, como homenajeando a un cine que paradójicamente se atrevía muy poco y de vez en cuando solo en la cuestión del color de piel.

El film encuentra en el personaje de Sally, una mujer muda solitaria que trabaja como empleada de la limpieza en un laboratorio donde encuentra a un ser anfibio. Ella es el único ser capaz de establecer una comunicación con el monstruo que es objeto de investigaciones. El film derivará en una carrera hacia la libertad del anfibio. En dicha carrera arrastrará al resto de los personajes que se unirán a una lucha en común. El final dará mucha tela para cortar.

La labor del fotógrafo Dan Lausten es extraordinaria. Ya trabajó con Del Toro en Mimic, por lo cual se conocen y se entienden bien. Su labor con la steadycam es realmente formidable, al igual que el uso de la luz y la conformación de los colores de la película. También es destacable la relación entre movimientos de cámara y la música de Alexandre Desplat, una verdadera maravilla que acompaña las imágenes. Desplat es el músico francés autor también de la banda de La Reina, El Escritor Fantasma, Argo, y La Noche más Oscura.

No obstante lo comentado, con el film terminado, incluso disfrutado, queda como que sobran piezas del rompecabezas que se ha armado. Al principio, el film parece un cuento sobre la soledad de la protagonista. En el medio, sorprendentemente, hay toda una escena de un musical que parece de otra película. Hacia el final, el film adquiere la fisonomía de un film de espionaje en el cual los bandos luchan en torno del monstruo de la laguna.

Es como si el film careciera de una lógica y se enamorara de imágenes que sin lugar a dudas se expresan por si mismas pero que no se unen en el todo. Como si el director Del Toro quisiera dar muestra de su capacidad mostrando estilos narrativos que cuesta conectar, fundiendo la historia principal con las historias paralelas. Consecuencia de ello, se hace difícil llegar a una conclusión concreta sobre lo que se ha visto.

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