viernes, 27 de enero de 2017

“LA LA LAND” de Damien Chazelle


RESCATANDO EL SUEÑO AMERICANO

Película fascinante. Es a la vez, un estupendo musical, una historia de amor, un gran homenaje al cine musical de los años 50, en particular al de Vincente Minnelli con Gene Kelly, y también un intento de rescatar el viejo "Sueño Americano", algo perdido que destacan películas como "El Lobo de Wall Street", "American Hustle", o "The Big Short".

Pero vayamos por parte. “La La Land” fascina porque cuenta una historia de amor y rescata al mismo tiempo el formato del cine musical.  La historia de amor es una historia convencional. No solo está bien contada, sino que la desarrolla en forma clásica con una introducción, cuatro capítulos que coinciden con las 4 estaciones del año y un epilogo. Pero lo interesante del caso, es que esta historia se inserta perfectamente en un modelo que no es otro que el de un clásico musical de Hollywood.

Ya en la primera escena, un embotellamiento en la autopista detiene todo el tránsito,  nada menos que a las 9 de la mañana. Lejos de la bronca matutina por empezar el día en forma problemática, la autopista se transforma en un escenario a cielo abierto y Damian Chazelle comienza a mostrar sus habilidades de buen director en una escena que será considerada antológica dentro de unos años cuando el clamor de “La La Land” se calme y comience a recordársela por sus grandes momentos cinematográficos. No hay dudas que en esta escena ya hay enormes influencias del comienzo de “Amor sin Barreras” de Jerome Robbins y Robert Wise. La ciudad, el cielo abierto, autos en lugar de alambrados. Lo que parece será un estallido de bronca se transforma en una explosión canto, baile y alegría.

Los homenajes y las influencias no se quedan allí. Ya mencionamos a Vincente Minnelli. Sus influencias aparecen en el indisimulado cartón pintado de muchos escenarios dando esa particularidad de que la vida transcurre en forma de sueño, o en los múltiples movimientos de Ryan Gosling, siempre dispuesto al paso de baile a lo Gene Kelly aunque su personaje sea el de un pianista que ama al jazz más que a la vida. En esa evocación que hace Gosling de Kelly y en la inspiración de los decorados es inevitable recordad a “Un Americano en Paris”, aunque tampoco debemos olvidar el contexto de “Cantando Bajo la Lluvia” de Stanley Donen, que como “La La Land” trataba de personajes cuya meta era triunfar en Hollywood, o incluso, a Emma Stone peinada con un toque a lo Audrey Hepburn de “La Princesa Que Quería Vivir”.

Es que tanto Sebastian (Ryan Gosling) como Mia (la estupenda Emma Stone) son dos aspirantes a entrar en ese mundo de estrellas que es Hollywood. Eso, de alguna manera, representa parte del viejo Sueño Americano de pos guerra. Un sueño que abarcaba inclusión social, desarrollo, mantenimiento del trabajo, posibilidades de tener vivienda digna, y sobre todo, de educar a los hijos y darles estudios universitarios. Ese sueño es el que se ha hecho añicos después de la gran depresión del 2007-08 y que es evidente ahora se quiere rescatar. Y ese sueño es una indisimulada toma de posición política que la película realiza en dos aspectos: Primero, el propiamente político donde Hollywood no es solo una fábrica de sueños sino que también es un lugar donde se hace y se apoyan políticas de Estado. Y segundo, “La La Land” rescata el cine clásico, el cine de género, el cine de carne y hueso orientado al mercado americano, en contraposición del cine de los Marvel y los DC, orientados a los superhéroes y al mercado internacional, particularmente China. En “La La Land” hay una intención de fortalecer el propio mercado interno, recuperar el mercado americano.

El rescate del “Sueño Americano” se aprecia en el dibujo de los personajes. Seba y Mia vienen de abajo. Son personajes del pueblo. Sebastián es un californiano que se gana la vida tocando el piano en bares y restaurante donde espera encontrar “su oportunidad”. Mia es chica de Nevada, un estado vecino a California entre las montañas,  trabaja de cajera en un bar de un estudio y sueña con escribir e interpretar unipersonales en el teatro y en Hollywood. Ambos vienen de abajo y ambos sueñan con el éxito. Obviamente, viven en Los Ángeles, y son vecinos de esa máquina de hacer sueños. Ese es el lugar donde han elegido ser protagonistas de sus vidas, vidas de artistas, acompañados de música y películas, recordando al cine Rialto, paseando por lugares emblemáticos de la ciudad, y llenando a la película de luz, color, música y buena onda.


“La La Land” es una película que apela a la nostalgia. No obstante, sus personajes viven este presente, son jóvenes de hoy que tiene sueños e inquietudes, que aman y luchan por conseguir lo que quieren, en un película plena de optimismo, amor, buena música, un tema principal muy dulce y pegadizo, un par de actuaciones notables,  y un mensaje que nos dice que para cambiar y tener una oportunidad no solo hay que trabajar y tener talento sino que también hay  que esforzarse y perseverar.

jueves, 26 de enero de 2017

NIEVE NEGRA de Martín Hodara


TELGOPOR BLANCO

Es, ante todo, un film prolijo. Esa ha sido la preocupación de Martín Hodara durante todo el rodaje. Contar una historia que se entienda y que mantenga determinado nivel  de suspenso. Y ese fue también el objetivo de los guionistas: el mismo Hodara y Leonel D´Agostino. Es obvio que el trabajo de ambos priorizó la prolijidad sobre la coherencia.

Esto es una pena. Porque con una buena idea y 4 actores notables, la película podría haber funcionado a la perfección y no lo hace. De hecho, la dirección de Hodara es buena. El relato fluye naturalmente, y los personajes son creíbles. Lo que falla es la credibilidad final, la de la obra en su conjunto.

Es que estamos ante un típico film de misterio donde zarpamos desde una situación clara y a medida que avanza el relato la trama y los personajes se complican, o sea, nadie es lo que parece ser. Esas complicaciones derivan de la pérdida de la linealidad del relato, el cual avanza y retrocede en el tiempo, haciendo que las cuestiones formales terminen por confundir, no tanto al espectador como a los personajes mismos. La trama pierde consistencia porque se pasa de una cuestión a otra manteniendo intensidad pero perdiendo el hilo conductor.

Consecuencia de ello, los personajes pierden envergadura dramática, se va diluyendo su identidad para volverse juguetes del destino, un destino que poco tiene que ver con los designios divinos sino más bien con las necesidades de los guionistas de mantener por un lado la atención de espectador y la preocupación de sorprenderlo por otro, cuando no, engañarlo.

Al comienzo, los personajes “parecen” gente educada, de buena posición social y económica, dueños de grandes extensiones de tierra, amos del lugar donde viven pero terminan concluyendo en un primitivismo propio de seres ancestrales desarrollados en las sombras de antiguos parajes que poco contacto han tenido con la civilización, finalmente devorados por la ambición y la corrupción del dinero. Pero esta observación es tan solo una línea posible de entendimiento. Hay otras más simples, aquella que simplemente divide entre buenos y malos.

El final, incluso, en otra vuelta de tuerca inesperada, alude a un señoreaje donde el poderoso de turno arregla y desarregla a su manera lo que en una sociedad civilizada no cabría hacerlo de otra forma que no sea mediante la aplicación de la ley. En este aspecto, si este relato ocurriera en un pasado más lejano podría ser más realista que lo resulta hoy en un mundo donde lo que impera es la comunicación.

La película, vista de esta manera, parece un film inocente, naif, cuya credibilidad queda cuestionada por lo fuera de época que se muestran sus personajes. Éstos no son arquetípicos sino estereotipos. La historia que narra transcurre en esta época pero los comportamientos que se manifiestan parecen de 200 años atrás.
La película está filmada en España, más precisamente en las alturas de Andorra, un pequeño principado vecino a Cataluña, que con un elenco mayormente argentino, hace parecer que la acción tiene lugar en el sur de nuestro país. De hecho el espectador termina recordando un estupendo film español de 1975 dirigido por José Luis Borau, llamado “Furtivos”, que trataba un tema similar con un desarrollo muy distinto.

En síntesis, nos queda un buen trabajo de trio actoral (Darín, Sbaraglia y Laia Costa), la gran reaparición cinematográfica de un ícono cinematográfico de los 80 como es Federico Luppi, una estupenda fotografía del catalán Arnau Valls y un film cuyo mayor mérito es generar una hora y media de entretenimiento siempre y cuando no nos cuestionamos los aspectos técnicos del guión que hemos señalado, sin lugar a dudas el punto más flaco de toda la película.


martes, 24 de enero de 2017

ES SOLO EL FIN DEL MUNDO de Xavier Dolan

UN CONFESIONARIO VACIO

Basada en la obra de teatro del mismo título del autor francés Jean Luc Lagarce, desarrolla el tema de la dificultad de mantener relaciones familiares estables cuando en la familia prima la incomunicación, el resentimiento y el miedo a la discriminación.

Louis Jean (Gaspard Ulliel) regresa a casa después de 12 años de ausencia. El silencio ha prevalecido sobre la comunicación en estas vidas que el film describe. Decenas de postales han sido el único contacto que han tenido durante años. El encuentro con la familia será difícil. Su hermana más joven se ha vuelto adulta. Su hermano mayor se ha casado y ha tenido hijos. Su madre ha envejecido. Él mismo se ha transformado en un escritor de cierto éxito.

La aproximación de Dolan a la obra teatral y a esta familia en particular es muy interesante. Lejos está su película de una puesta teatral clásica. De hecho, su film no es teatro filmado sino cine en su forma más pura: imagen y sonido. En ello mucho tiene que ver que se reservó la función de adaptador de la obra. Dolan firma el guión de la película. Su mano se nota en la descripción de los personajes que cobran vida ayudados por un elenco excelente.

Su puesta se concentra en los primeros planos, y en la cadencia de los actores en recitar sus diálogos. En ello radican los mayores méritos del film. Esos planos y esos monólogos le permitirán a Dolan jugar con la dicción y la expresión de sus actores durante la hora y media que dura el metraje para recalcar lo que quiere decir que no es otra cosa que dejar en claro la imposibilidad de comunicación que tienen esos seres humanos que pueblan la obra de Lagarce, y que incluso, podemos encontrar en el mismo mundo que nos rodea.

El trabajo de Dolan es parsimonioso y creativo. En la segunda escena, donde Louis Jean toma su primer contacto con su cuñada Catherine (Marion Cotillard) siempre hay alguien de la familia que se interpone entre los dos. La conversación se da. Pero siempre existe alguien en el medio que dificulta la misma. No porque participe de la conversación. Sino por mera presencia. Una especie de sombra molesta. En la casa familiar, el grupo predomina sobre la individualidad. Ello hace que se pierde la confidencialidad de lo que se quiere expresar. En ese sentido, la puesta de Dolan es notable, y en este caso, los encuadres no solo son brillantes, sino que registran las dificultades que tienen los personajes para mantener una conversación.

Esas conversaciones son diálogos interrruptos por una o por otra razón. El hermano Antoine (magníficamente interpretado por Vincent Cassel) es uno de esos escollos que frena el intento de conversación. Antoine siempre se está interponiendo, siempre tiene algo que decir, y lo que dice desvía o deriva la conversación hacia otro tema. Es el que tira la pelota fuera de la cancha, incluso con una actitud de victimización permanente.

Por el contrario, la hermana menor, Suzanne (interpretada por Lea Seydoux)  es la más permeable y dispuesta al dialogo. Siente una rara fascinación, orgullo por su hermano y está deseosa por poder comunicarse con él. Siente la necesidad que Louis Jean sea su confidente. También es la más vulnerable y la que más sufre la incomunicación reinante.

El punto equidistante es la madre (Nathalie Bayé), apegada a sus cosas, su casa, su cocina, sus comidas, evade ese desencuentro que se está produciendo. Es como un baluarte que escapa a la realidad enfrascada en su pequeño mundo hogareño.

Finalmente, esta incomunicación también llega a la platea, como si entre la pantalla y el espectador existiera un velo que enturbia tanto la imagen como el sonido dificultando o alejando al espectador de la propuesta del director, haciendo difícil, sobretodo, empatizar con los personajes y sus problemas.

“Es Solo El Fin del Mundo” es un film sobre la crueldad de la disfuncionalidad familiar que tiene un muy buen arranque y que de a poco se va quedando porque la negatividad se apodera de ese mundo cerrado, lleno de conflictos irresueltos y sin solución de continuidad. Así es la vida, podría decir Dolan. Pero el mundo familiar que describe es un mundo de sordos. Un mundo donde  todos necesitan ser escuchados pero nadie está dispuesto a escuchar. Es como una Iglesia con un confesionario vacío.

martes, 17 de enero de 2017

NUESTROS HIJOS de Ivano De Matteo



UN MUNDO EN DESCOMPOSICIÓN

Parados ante un semáforo, de un auto a otro, dos conductores se insultan por una nimiedad de tránsito. Luz verde, pican los dos, siguiendo uno al otro. Próximo semáforo, luz roja. Los autos paran, los insultos siguen, y sorpresivamente, uno de los conductores saca un arma y balea al otro. El conductor baleado muere, y su acompañante, su pequeño hijo, queda herido por el rebote de una segunda bala. Un accidente, un muerto, un niño herido. Demasiada violencia. Desprecio por la vida. Esto es la introducción del film.

Lo que sigue es la historia de dos hermanos, uno médico, y el otro abogado. Dos matrimonios, dos hijos adolescentes. Una apariencia de vida feliz de ambos y una sorda rivalidad. Un microcosmos de un mundo competitivo, donde cada uno quiere ser, o lo que es peor, quiere tener, más que el otro, lo que deriva en un quiebre de la hermandad por los celos profesionales entre hermanos.

La película, a través de la descripción de estas dos familias, disecciona la sociedad actual. Una sociedad que ha perdido valores fundamentales como la solidaridad. Un mundo que ha entrado en descomposición. Un materialismo que no reacciona y muestra sólo indiferencia ante el dolor ajeno.
El mundo, después de la últimas dos grandes guerras,  ha cambiado vertiginosamente. El aparente confort de la post guerra no duró más allá de los años 60/70. El inmenso caudal tecnológico desarrollado durante la misma, fue adaptado rápidamente al uso civil, y la industria comenzó a desarrollarse tecnológicamente con una rapidez tal y como nunca se había visto en los doscientos años anteriores. Esto generó una traumática evolución de la sociedad. Aquella basada en la industria dio paso a una nueva sociedad basada en los servicios. Este fenómeno se da claramente en los `80.
El problema es que ello no ha ocurrido suavemente sino que ha tenido consecuencias indeseables: Ha generado una enorme desocupación, no solo en los países más desarrollados sino en todo el mundo a raíz del proceso de globalización que hemos vivido.

Concomitantemente, ha cambiado la educación. Paradójicamente, ha ido desapareciendo la rigidez heredada de la época Victoriana para dar acceso a la educación a mayor cantidad de gente, pero los niveles de educación han caído como consecuencia de la laxitud de los nuevos sistemas. Todo esto ha repercutido desfavorablemente en la familia moderna. La educación dada no ha estado a la altura de las necesidades de la nueva sociedad de servicios que se ha desarrollado.
La rivalidad y los celos expresados entre los dos hermanos de la película reflejan una ruptura de la fraternidad al entrar en un mundo mucho más materialista e individualista. La competencia ente hermanos no es otra cosa que la competitividad que expresa la sociedad hoy en día. La competencia, un valor que debería generar equilibrio económico, se expresa en forma desleal y descontrolada. En consecuencia, resulta perjudicial.

Estos desvalores se trasmiten lamentablemente a los hijos. A raíz de ello es que el adolescente recibe más influencias sobre la materialidad que sobre la espiritualidad. El desbalance entre el ser y el tener es inevitable Para los jóvenes es más importante lo que se tiene que lo que se es. El mundo del estudio no conforma, no solo porque no responde a los nuevos tiempos sino porque la enseñanza enciclopédica ya está en Internet. Hay que enseñar de otra manera. Y aquí comienza el gran drama que plantea la película. Los primos estudian poco, salen juntos, van a una fiesta, beben, tal vez se drogan, y como jóvenes que son cometen errores.

El mundo de estos adolescente de clase media italiana, ciertamente acomodada, hijos de profesionales a los que le va bien en sus carreras, adolecen fuertemente de los valores  espirituales que paradójicamente, han sido los valores que han apuntalado la vida de sus propios padres. El sentimiento de impunidad y la indiferencia de esos adolescentes conducen a un mundo vanidoso y vacío, que lejos de ir hacia el bien lleva hacia el mal. Carecen de valores porque sus vidas están absolutamente orientadas a lo material, a lo que muestran y no a lo que son.

Allí aparece entonces la incapacidad de los padres para manejar lo sucedido. Literalmente, no saben qué hacer. Discuten, pelean entre ellos, se echan culpas, generan una especie de retroceso donde se muestran más adolescentes que sus propios hijos. Terminan cada cual por su lado sin saber qué hará el otro. Y lo que es peor, los hijos, los que provocaron el problema, confían en que sus padres sean quienes los sacarán del mismo.

Estamos ante una pintura social donde el adolecer es la piedra angular del conflicto. Ni los hijos porque son adolescente ni los padres porque no han terminado de adolecer, deciden como se hacen cargo de lo sucedido. En ese sentido, cabe preguntarse, con qué tipo de moral estamos evaluando nuestros actos. Acaso también sirve cuestionarse si las leyes vigentes sirven para regular nuestra futura vida social. Y porque no también preguntarse si el viejo acuerdo social continua vigente.
Film importante de Ivano De Matteo, un director italiano  que tiene en su haber otros dos films, también basados sobre el tema de la familia, no estrenados en la Argentina, pero que en éste muestra garra y claridad expositiva. Escenas cortas, bien planteadas, con un excelente ritmo narrativo. Un film sintético (93 minutos), bien realizado. Posiblemente, parte de esos méritos también corresponden al buen guión del director que junto a la guionista Valentina Ferlan, adaptaron la novela “La Cena” del holandés Herman Koch.

Demás está decir que la homogeneidad y calidad del elenco elegido tiene mucho que ver con el resultado de la película. Alessandro Gassman (Máximo) y Luigi Lo Cascio (Paolo), como así también Giovanna Mezzogiorno (Clara) y Bárbara Bobulova (Sofia) están notables en sus papeles, mostrando gran ductilidad y naturalidad en sus actuaciones.


“Nuestros Hijos” es un film muy interesante que nos hace tomar distancia y observar el mundo que vivimos, a la vez que nos obliga a reflexionar y realizar una autocrítica sobre nuestros procederes, los cambios generacionales y la pérdida de valores que estamos observando en una sociedad que pierde espiritualidad y se concentra en el materialismo más puro. El nuevo cine italiano se concentra en los temas familiares. No hay duda que en este caso lo hace con equilibrio y profundidad.

sábado, 14 de enero de 2017

ALIADOS (ALLIED) de Robert Zemeckis



HOMENAJE AL CINE CLASICO

El cine de Robert Zemeckis siempre ha sido impulsado por la
búsqueda de la innovación y perfección narrativa. La trilogía de “Volver al Futuro”, “Quién engañó a Roger Rabbit” son muestra de ello, pero también estamos ante un director se ha apegado a los géneros, respetuoso tanto de las formas como de los contenidos. "Lo que esconde la verdad", "Naufrago", "El Vuelo" son films que también responden a un género. No obstante, su mayor y más emblemática película, “Forrest Gump”, es difícil de catalogar aunque puede decirse que es la historia de la vida representativa de un estereotipo de clase media que logra alcanzar el sueño americano.

Esta semana se estrenó en Argentina su último film, “Aliados”, una historia de espías en medio de la Segunda Guerra Mundial que es un gran homenaje al Cine Clásico Americano de los años 40, inspirándose libremente en dos films claves de la década de esa época como los fueron “Casablanca” de Michael Curtiz y “La Sombra de una duda” del maestro Alfred Hitchcock.
“Aliados”, en su comienzo, evoca a la primera de ellas. Transcurre en Marruecos, obviamente en la ciudad de Casablanca, en aquel momento un protectorado francés que estaba bajo la ocupación nazi.

A ese lugar llega Max Vatan (Brad Pitt), un canadiense a las órdenes de los británicos que tiene que hacer contacto con una espía francesa, Marianne Bauséjour (Marion Cotillard) para llevar a cabo una acción militar tras las líneas enemigas.  Hasta allí, Zemeckis maneja el relato con su acostumbrada soltura haciendo vértice en la historia de una pareja ficticia que se va transformando en una pareja real en medio de una ciudad glamorosa poblada de espías de toda índole.

Cumplida la misión, los personajes vuelan a Londres, donde se instalan y comienzan a llevar una vida en común a la vez que se ponen a disposición de los altos mandos británicos. Mientras tanto, Max Vatan sentado frente a la ventana del jardín de su casa, lee "Brighton  Rock", donde Graham Greene describe un mundo en quiebra moral para, desde ahí, ir remontando la crisis hacia una, no segura pero posible, regeneración de la humanidad. Un explícito homenaje al gran escritor y un profundo deseo de quienes viven en medio de una guerra.

Es allí cuando Londres es bombardeada y los altos mandos británicos comienzan a sospechar que Marianne Bauséjour no es quien dice ser sino una espía alemana, lo que transforma a la película en un film de misterio y suspenso donde las formas hithcockianas adquieren relieve y Zemeckis vuelve a sacar patente de gran narrador.

El relato es impecable, fluido desde el inicio hasta el final, y Zemeckis lo transforma en imágenes con su acostumbrada firmeza y claridad expositiva. Además, luce la pareja de Brad Pitt con Marion Cotillard, mostrando una buena química para con sus personajes. Ambos resultan creíbles en sus roles. Asimismo, la fotografía de Don Burgués hace prodigios con el uso de la luz. Y una vez más, como siempre, Zemeckis vuelve a tener el respaldo musical de Alan Silvestri, que enmarca el relato con su pericia de costumbre.

En síntesis, “Aliados” es un film entretenido, muy sólido en sus aspectos técnicos, muy bien guionado por Steven Knight (“Promesas del Este”, “Un viaje de Diez Pies”, “Sacrificio de Peones”) y cinematográficamente bien narrado que nos cuenta una historia de amor entre espías en medio de la violencia, la decadencia y las penurias que se viven en una gran guerra, en este caso la Segunda Guerra Mundial. Sus aspectos débiles, que no invalidan las virtudes señaladas, se concentran en ciertos convencionalismos y una sensación de película ya vista que es salvada por la pericia y experiencia de Robert Zemeckis.

miércoles, 11 de enero de 2017

AQUARIUS de Klever Mendonça Filho

LO INMATERIAL Y EL PASO DEL TIEMPO

“Aquarius”, del brasilero Klever Mendonça Filho estrenada esta semana en Argentina, es un film interesante, un prisma que refleja no solo un personaje casi monolítico como lo es el de Clara, magníficamente interpretado por Sonia Braga, sino que también es una aguda reflexión sobre el paso del tiempo y los cambios de época que ha vivido una mujer de 65 años, como así también es un film político que enmarca la historia en la eterna lucha entre ricos y pobres, entre los de arriba y los de abajo.

La película, divida en tres partes que más bien constituyen formalmente  una introducción, un desarrollo y un epilogo, narra la historia de Clara, una mujer mulata de clase media brasilera, viuda con tres hijos ya mayores, un nieto, dos hermanos y un sobrino, que vive sola en un edificio que se llama Aquarius, que es básicamente el campo de batalla donde Clara está librando una guerra contra una empresa constructora que ha decidido desalojarla para construir un nuevo rascacielos. Si bien esta guerra expresa la lucha por un derecho que va más allá de la propiedad, ello es la libertad de vivir donde la persona quiera, en ese lugar están enraizados sus afectos y recuerdos.

Clara es una mujer que está empeñada no sólo en vivir su vida sino también la historia de su familia. Vive en ese departamento desde hace 30 años. En ese lugar vivió los hechos más relevantes de su vida: la crianza de sus hijos, la pérdida de su esposo, la cura de un cáncer de pecho. Su departamento es su lugar en el mundo. El sitio donde tiene sus cuadros, su colección de long plays de los 80, sus libros más queridos, su piano, y sus escritos. Clara es poeta.

Es así que esa casa se constituye en una especie de bastión de resistencia al paso del tiempo. Un departamento que para la familia es como un museo donde el transcurrir de los últimos 30 años está reflejado en las pequeñas cosas y grandes cosas que la han marcado durante su vida. Y esa casa que contiene su vida y su obra, también la contiene a ella. Cómo poder construir un legado cultural y material si todo se destruye y se cambia por lo nuevo?

En la película de Mendonça Filho todo elemento mostrado adquiere su significado, incluso la cicatriz de la operación de un cáncer en un pecho se puede interpretar como una bandera hecha girones que recuerda la victoria de una lucha y su fortaleza. Clara es una mujer que no se da por vencida fácilmente y sabe que la vida es y será una lucha permanente.

Ella es una testigo de los tiempos que cambian. De hecho, sus hijos y su nieto son, obviamente, agentes de ese cambio. Son la renovación de la vida. Ellos son los que cuestionan por qué no se cambia de departamento y evita los problemas que se le están planteando. Son los que preguntan por qué la solución difícil en lugar de hacer la fácil, para qué guarda discos si todo se puede almacenar en pen drive. El tema generacional está perfectamente planteado. Los jóvenes ven al futuro como una cosa lejana y casi improbable. La vejez nos vuelve aferrados a las cosas y a la necesidad de conservar el recuerdo.

El pragmatismo de la juventud que la rodea ve la cuestión del edificio como una simple cuestión de dinero. El dinero lo resuelve todo. El nieto del constructor del proyecto es un arquitecto recién llegado de Nueva York, donde ha realizado un posgrado y se ha imbuido de todo ese pragmatismo americano. Para él, el Proyecto Aquarius es tan solo un enorme desafío. Tal vez, el primero de su vida profesional.

Aquarius plantea una discusión de actitudes frente a la vida. El conservadurismo, por un lado, y el progreso por otro. En medio de estos planteamientos, la riqueza de este guión de Mendonça Filho deja lugar, incluso, para observar cierto falso dinamismo social en Brasil donde el personaje central, Clara, es una mulata que tiene una mucama de tez blanca, sin dejar de lado la persistencia de prejuicios raciales que expresa el joven arquitecto cuando ataca a Clara de palabra en el jardín y le da a entender que la oferta que le está haciendo es demasiado para una mujer de su clase.

No obstante los méritos señalados, a la película le sobran unos 20 minutos que básicamente están concentrados en la escena final.  Ese final es demasiado explicito, poco realista, carente de la sutileza que caracteriza al resto del relato, incluso, algo ingenuo, y políticamente innecesario.

En síntesis, Aquarius es una reflexión sobre el paso del tiempo y la necesidad de perdurar. El personaje de Clara es apasionante y la actuación de Sonia Braga es una nueva consagración cinematográfica a 40 años de aquella inolvidable Doña Flor. La precisión del guión, la austeridad de la puesta en escena, la calidad de los intérpretes, el ritmo sostenido durante todo el metraje, el interés y la inteligencia del tema tratado, colocan a Mendonça Filho con su “Aquarius” a la altura uno de los mejores directores latinoamericanos.

martes, 10 de enero de 2017

HASTA EL ÚLTIMO HOMBRE (HACKSAW RIDGE) de Mel Gibson


EN LA PAZ, LOS HIJOS SEPULTAN A SUS PADRES. EN LA GUERRA, LOS PADRES SEPULTAN A SUS HIJOS.

En 1993 Mel Gibson salta a la dirección cinematográfica seguramente inspirado por los grandes maestros (George Miller, Peter Weir, y Richard Donner) que lo han dirigido en sus películas más exitosas, y realiza “El Hombre sin Rostro”, una película intimista y personal donde comienza a verse que la estrella tiene cosas para decir y sabe cómo decirlas. Años más tarde, en 1995 llega a su momento más exitoso como actor y director realizando “Corazón Valiente”, película que se alza nada menos que con los Oscars a la Mejor Película y a la Mejor Dirección. En 2004 decide filmar e interpretar la “Pasión de Cristo” y realiza uno de los films más controvertidos de la historia del cine, enseñando al mundo lo que es capaz de hacer. Dos años más tarde realiza “Appocalypto”, un fracaso y su estrella se apaga. Ahora vuelve a la dirección con “Hasta el Último Hombre”, un film que dará que hablar.

“Hasta el Último hombre”, es un muy personal film suyo que no podía dejar de ser otro film sumamente controversial. Lejos, muy lejos de ser un film antibelicista, narra la historia de un pacifista, un joven que no se niega ir a la guerra pero se niega a tomar las armas, pero está dispuesto a salvar vidas.

Con altibajos narrativos, muy marcados en el comienzo del film, a Gibson le cuesta sintetizar la vida de una familia y la niñez de dos hermanos que se crían como salvajes en el medio oeste americano, un medio sumamente religioso y respetuoso de las leyes familiares, donde impera la ley del revolver. El padre es un alcohólico héroe de la segunda guerra mundial, doblemente condecorado, y la madre una abnegada mujer que vive solo para su familia. Los muchachos crecen y el hijo mayor, Desmond (Andrew Garfield), quiere ser médico y se enamora de una enfermera de hospital (Doroty Schutte). Pero estalla la Segunda Guerra, y Desmond decide enrollarse en las filas del ejército.
Desde el momento que Desmond ingresa en el regimiento, la película se transforma. Gibson comienza a sentirse  seguro de lo que está contando y asume verdaderamente la dirección de la película. Desaparecen tanto las convencionalidad del guión como su errática dirección previa. Un nuevo brío, una lucidez  y una precisión que hasta aquí no había tenido el relato aparecen para narrar la vida en el cuartel,  la aparente disciplina del cuartel y más tarde, la violencia y la muerte en medio de la guerra adquieren un primer plano absoluto en función de la repugnancia que deben provocar.

El film se transforma en una especie de fábula pacifista en el cual los cuerpos mutilados por la violencia del enfrentamiento bélico se mezclan con las acciones heroicas y hasta ciertamente ingenuas con que nuestro héroe, convertido en médico militar, asiste, recupera y salva a sus compañeros combatientes.

Cinematográficamente hablando, estamos ante un film coreográfico, donde no solo los cuerpos forman parte de un ballet cuasi gimnástico, sino que soportan una plasticidad de movimientos que el grupo de cámaras dirigidas por el talentoso Simon Duggan registra en ralentí, con un fondo difumado que asemeja la niebla, el polvo y los residuos provocados por las explosiones en el frente de combate. A ello debe agregarse el notable y preciso trabajo posterior de edición que compagina en forma esplendorosa el material filmado. La batalla de Okinawa se transforma en un ballet siniestro donde miles de americanos y japoneses mueren sin el menor sentido del respeto por la vida, ni mucho menos pensando que semejante masacre terminaría años más tarde en una tragedia mayor cuando los Estados Unidos deciden dar por finalizada la guerra haciendo explotar dos bombas nucleares en Nagasaki e Hiroshima.

También es magnífica la música de John Debney, que induce un clima envolvente, una especie de ensoñación recurrente, muy de acuerdo con las hipnóticas escenas bélicas, como así también son destacables las actuaciones de Hugo Waving, Teresa Palmer, Vince Vaughn que acompañan a los protagonistas.


En síntesis, estamos ante una obra despareja de Mel Gibson, pero contundente en su mensaje que no es ni pacifista ni antibelicista, sino humanista, un pedido de respeto por el ser humano, y sus creencias. No obstante, el film peca  de cierta ingenuidad en su relato, pero logra imponer sus ideas más allá de las licencias que se toma para exponerlas volviendo increíbles algunas situaciones, especialmente las relacionadas con la disciplina militar, el manejo de las leyes militares y más tarde, el desarrollo del heroísmo del protagonista. Haciendo estas salvedades, el film es entretenido e interesante, aunque claramente, el nivel de violencia desarrollado no sea agradable para todos los gustos.

sábado, 7 de enero de 2017

RIVER de Abi Morgan





UN CUENTO DE DOS CIUDADES

Londres es una ciudad legendaria. Ha sido la capital de un imperio. Es uno de los centros financieros más importantes del mundo, una capital turística, y uno de los polos de atracción de inmigración más importantes del mundo. Es una capital cosmopolita. Conviven en ella personas de todas las razas y de todas las religiones. Es una de las ciudades más pobladas del mundo. El Brexit no triunfo en Londres.

John River, magníficamente interpretado por el sueco Stellan Skarsgard, no nació en Londres, como tampoco nacieron en Londres la mayoría de los personajes que pueblan “River” la miniserie en 6 capítulos escrita por Abi Morgan para Netflix. Es como si se tratara de una historia de inmigrantes, muchos de ellos, provenientes, incluso, de otros lugares de la propia Inglaterra o del Reino Unido. En River casi no veremos “londinenses”. Pero esos extranjeros no solo lo son por su lugar de nacimiento sino por ser extraños. Son seres solitarios a los que les cuesta perder sus identidades, tienen dificultades de adaptación, costumbres diferentes y les cuesta asimilarse a la población nativa.

River es un policía de investigación que está muy próximo a la jubilación. Conocemos muy poco de su vida y su pasado. Él también es otro solitario del cual no conocemos absolutamente nada. Dedica su vida a la investigación policial. La película lo muestra en un “ahora” permanente como si no tuviera ni pasado ni futuro, pero inteligentemente, Abi Morgan lo coloca frente a la psicóloga policial y River, con mucho esfuerzo, comienza a exorcizar sus fantasmas. El hombre se transforma en una especie de personaje  shakespeariano, siempre trabajando en el borde de la línea divisoria entre el bien y el mal, y rodeado de los fantasmas que pueblan su pasado. Acaba de perder a su compañera de trabajo, que ha sido asesinada cruelmente en medio de la calle. Siente culpa, su omnipotencia ha sido herida. Todo indica que algo más se ha roto en su vida. No obstante, tendrá que ocuparse del caso.

Lo que siguen son 6 episodios apasionantes donde River ira desenrollando no solo una trama complicada de crimen y corrupción sino también, tratando de deshacerse de sus propios fantasmas. En esos procesos no solo aparecerá la soledad y la incomunicación de las grandes ciudades, sino también la imposibilidad de amar, de un hombre herido desde su niñez,  que nunca ha podido superar. Las soledades que muestra “River” son viscerales, arrastradas de traumas familiares, e incluso de generación en generación desnudado secretos, complicadas historias personales y una larga serie de mentiras que finalmente saldrán a la luz provocando daños que van más allá de lo esperado, produciendo la tragedia.

Todos tienen un “esqueleto en el ropero” en esa Babel moderna donde la mayoría sólo  busca ganarse la vida acercándose peligrosamente a la soledad. En esa ciudad de pobres corazones, River lucha por una justicia que le es esquiva y complicada. A su alrededor, todos parecen estar implicados en algo y la soledad asoma como única compañera habitada por fantasmas de otros tiempos pero que se presentan, corporizan y dialogan con el Detective River como si estuvieran presentes todo el tiempo.

River va y viene por los diversos puentes que unen las dos costas de la ciudad como si fueran dos ciudades diferentes. Como si estuviera viniendo del mal hacia el bien y viceversa, mientras los trenes urbanos pasan una y otra vez, apareciendo y desapareciendo  en un túnel, entrando a un puente, corriendo por la costa para volver a perderse en la lejanía. Luces y sombras que iluminan y oscurecen la trama como se nos ilumina y oscurece la vida misma.


Este trabajo de Abi Morgan es realmente notable y nos reconcilia con lo mejor de la TV. Es osada y conservadora al mismo tiempo. Tiene un dominio absoluto sobre el material que maneja. Ya hace un tiempo que nos había maravillado con sus guiones para un par de películas: La extraordinaria “Shame” de Steve McQueen, un inglés que filmó la soledad en Nueva York como solo lo haría un extranjero, quitándole a la gran manzana todo su glamour y dejando solo la extrañeza de sueños y añoranzas. También fue suyo el muy buen guión de “La Dama de Hierro”, en la cual Merryl Streep personificaba a Margaret Thatcher. Allí Morgan no solo mostraba la soledad del poder sino también la soledad del envejecimiento. Ahora, en “River” la soledad vuelve al centro de la escena. No trata de explicarla, simplemente la muestra. River es un hombre que está solo y espera. No sabemos qué espera porque su auto exigencia lo lleva tan solo a cumplir con su trabajo, ello es, investigar crímenes. En ello pone todo su ahínco, y de ello emerge su vulnerabilidad y la absoluta soledad en que vive. No obstante, el final lo ilumina con una pequeña luz de esperanza señalando un futuro que podría ser algo más venturoso.

lunes, 2 de enero de 2017

EL SECRETO DE KALINKA de Vincent Garenq (AU NOM DE MA FILLE, 2016)


EN NOMBRE DE MI HIJA

El crimen es una acción que atenta contra terceras personas, tanto contra su integridad física como moral. Es un hecho que modifica la realidad. El crimen es un acto va en contra la ley y contra la costumbre. Puede ser también un delito contra la sociedad. El crimen merece castigo.

En una sociedad moderna  el Estado organizado es el encargado de impartir justicia. El Estado, a través de sus órganos judiciales, debe esclarecer los hechos sucedidos. Ese esclarecimiento, constituye un acto de justicia. La justicia es la que determina la culpabilidad o la inocencia de los acusados, y si correspondiese, una pena justa a los culpables. La Justicia no está obligada a esclarecer los hechos ni dictar justicia en un plazo de tiempo determinado. No obstante, las causas que no avanzan pueden prescribir después de una cantidad de años sin que se hayan producido novedades legales. Esa prescripción determina el fin de las causas.

El Caso Kalinka, afortunadamente, no se enroló en esta última categorización. No obstante ello, su trama siniestra demoró 30 años en resolverse y se transformó en un hecho judicial relevante ocurrido en Alemania, ocupando tanto la atención de tribunales alemanes como la de los franceses, y de hecho, a la opinión publica de toda Europa.

“El Secreto de Kalinka” es ahora una película que narra los diferentes procesos legales que tuvo que atravesar André Bamberski, padre de Kalinka, para poder esclarecer los hechos ocurridos en la noche del 9 de julio de 1982 en el domicilio del padrastro de Kalinka, el Dr. Dieter Krombach, noche en la que adolecente encontró su muerte a la edad de 15 años.

El mérito del guión y de la dirección de Vincent Garenq, un director de cine francés que viene precedido de una enorme experiencia en la televisión y en el documental francés, es el permanente mantenimiento del punto de vista. Todo el film está narrado desde la visión de los hechos que tiene André Bamberski (un estupendo Daniel Auteuil), quien en la trama real no solo ocupó el doloroso papel de padre de Kalinka, sino que ante la desidia de los tribunales alemanes que dieron origen a la primera investigación de los hechos ocurridos aquella noche en Lindau (Alemania), tomó por su cuenta la investigación y la trasladó a tribunales franceses, obteniendo finalmente una condena a 15 años para el médico alemán, y un año de prisión excarcelable para sí mismo, por la utilización del secuestro como metodología para poner al Dr. Krombach bajo jurisdicción francesa.

Pero esta trayectoria de Bamberski no solo pasa por la crónica de los hechos ocurridos durante 30 años sino que lo más importante es su propia transformación personal. Bamberski se transformó literalmente en un justiciero. El film todo es el retrato de una obsesión, difícil de establecer si es consecuencia de un determinado tipo de personalidad o si solo constituye un afán prácticamente enfermizo de persecución de justicia. Bamberski era una persona común, un contador público que ejercía su profesión en Marruecos donde vivía junto con su esposa y sus dos pequeños hijos a principios de los ´80. Lo que se denomina una familia tipo. Es allí donde circunstancialmente conoce al Dr. Krombach, quien termina seduciendo a su esposa, y provocando el divorcio de la pareja. En síntesis, Krombach arruina la vida familiar de Bamberski, el que se transformará en un ser solitario, una especie de lobo estepario al que en el futuro no solo le costará mantener relaciones estables y duradera, sino que también afectará sus relaciones familiares: con su otro hijo (el menor) y con el resto de su familia (sus padres y hermanos). Bamberski lo pierde todo y se transforma en una especie de zombi en busca de una justicia que le aparece esquiva y que de a poco lo va colocando del otro lado de la ley.

Queda claro que la superficialidad de la primera investigación realizada en Alemania, como la demora en el esclarecimiento total de los hechos (30 años), generan daños colaterales (el alejamiento del hijo, el fracaso con su nueva relación, la indiferencia en que cae su primera mujer),  Asimismo, la dualidad de la personalidad y los comportamientos ambiguos del médico generan hechos traumáticos que afectan la personalidad de Bamberski, sin dejar de considerar que el esclarecimiento total de los hechos llevó 30 años por parte de la justicia y que el involucramiento personal de Bamberski en la investigación implicó el secuestro del médico alemán con el propósito de su traslado a Francia y ponerlo a disposición de la autoridad de los tribunales franceses. Una rara parábola que transformó a la víctima en victimario.

Crónica del horror producido por la ausencia de una real vocación de justicia y un sinfín de cuestiones misteriosas (¿Quién era el Dr. Krombach, cuáles eran sus actividades médicas durante la guerra y cuáles eran sus verdaderas relaciones con el Estado Alemán?) que agregan suspenso a la trama, y tornan la visión del film en una experiencia más que interesante. ¿Es, por otro lado, la lentitud o la falta de la justicia la causa del crecimiento de un sentimiento justiciero casi al borde de una venganza de carácter personal?  ¿Es la destrucción de una vida familiar la que lleva al caos y al delito al propio Bamberski? Esta y otras muchas preguntas surgen de este caso y su posterior juicio que no hacen otra cosa que hacernos reflexionar sobre la necesidad de una justicia efectiva, aquella que investiga en forma profunda los hechos y determina responsabilidades y culpabilidades, lo cual constituye una demanda y una aspiración natural de una sociedad que pretende vivir de manera organizada bajo el imperio de la ley.