Parados ante un semáforo, de un
auto a otro, dos conductores se insultan por una nimiedad de tránsito. Luz
verde, pican los dos, siguiendo uno al otro. Próximo semáforo, luz roja. Los
autos paran, los insultos siguen, y sorpresivamente, uno de los conductores
saca un arma y balea al otro. El conductor baleado muere, y su acompañante, su
pequeño hijo, queda herido por el rebote de una segunda bala. Un accidente, un
muerto, un niño herido. Demasiada violencia. Desprecio por la vida. Esto es la
introducción del film.
Lo
que sigue es la historia de dos hermanos, uno médico, y el otro abogado. Dos
matrimonios, dos hijos adolescentes. Una apariencia de vida feliz de ambos y
una sorda rivalidad. Un microcosmos de un mundo competitivo, donde cada uno
quiere ser, o lo que es peor, quiere tener, más que el otro, lo que deriva en
un quiebre de la hermandad por los celos profesionales entre hermanos.
La película, a través de la
descripción de estas dos familias, disecciona la sociedad actual. Una sociedad
que ha perdido valores fundamentales como la solidaridad. Un mundo que ha
entrado en descomposición. Un materialismo que no reacciona y muestra sólo
indiferencia ante el dolor ajeno.
El mundo, después de la últimas
dos grandes guerras, ha cambiado vertiginosamente. El aparente confort de
la post guerra no duró más allá de los años 60/70. El inmenso caudal tecnológico
desarrollado durante la misma, fue adaptado rápidamente al uso civil, y la
industria comenzó a desarrollarse tecnológicamente con una rapidez tal y como
nunca se había visto en los doscientos años anteriores. Esto generó una
traumática evolución de la sociedad. Aquella basada en la industria dio paso a
una nueva sociedad basada en los servicios. Este fenómeno se da claramente en
los `80.
El
problema es que ello no ha ocurrido suavemente sino que ha tenido consecuencias
indeseables: Ha generado una enorme desocupación, no solo en los países más
desarrollados sino en todo el mundo a raíz del proceso de globalización que
hemos vivido.
Concomitantemente, ha cambiado la
educación. Paradójicamente, ha ido desapareciendo la rigidez heredada de la época
Victoriana para dar acceso a la educación a mayor cantidad de gente, pero los
niveles de educación han caído como consecuencia de la laxitud de los nuevos
sistemas. Todo esto ha repercutido desfavorablemente en la familia moderna. La
educación dada no ha estado a la altura de las necesidades de la nueva sociedad
de servicios que se ha desarrollado.
La rivalidad y los celos
expresados entre los dos hermanos de la película reflejan una ruptura de la
fraternidad al entrar en un mundo mucho más materialista e individualista. La
competencia ente hermanos no es otra cosa que la competitividad que expresa la
sociedad hoy en día. La competencia, un valor que debería generar equilibrio
económico, se expresa en forma desleal y descontrolada. En consecuencia,
resulta perjudicial.
Estos desvalores se trasmiten
lamentablemente a los hijos. A raíz de ello es que el adolescente recibe más
influencias sobre la materialidad que sobre la espiritualidad. El desbalance
entre el ser y el tener es inevitable Para los jóvenes es más importante lo que
se tiene que lo que se es. El mundo del estudio no conforma, no solo porque no
responde a los nuevos tiempos sino porque la enseñanza enciclopédica ya está en
Internet. Hay que enseñar de otra manera. Y aquí comienza el gran drama que
plantea la película. Los primos estudian poco, salen juntos, van a una fiesta,
beben, tal vez se drogan, y como jóvenes que son cometen errores.
El mundo de estos adolescente de
clase media italiana, ciertamente acomodada, hijos de profesionales a los que
le va bien en sus carreras, adolecen fuertemente de los valores
espirituales que paradójicamente, han sido los valores que han apuntalado la
vida de sus propios padres. El sentimiento de impunidad y la indiferencia de
esos adolescentes conducen a un mundo vanidoso y vacío, que lejos de ir hacia el
bien lleva hacia el mal. Carecen de valores porque sus vidas están
absolutamente orientadas a lo material, a lo que muestran y no a lo que son.
Allí aparece entonces la
incapacidad de los padres para manejar lo sucedido. Literalmente, no saben qué
hacer. Discuten, pelean entre ellos, se echan culpas, generan una especie de
retroceso donde se muestran más adolescentes que sus propios hijos. Terminan
cada cual por su lado sin saber qué hará el otro. Y lo que es peor, los hijos,
los que provocaron el problema, confían en que sus padres sean quienes los
sacarán del mismo.
Estamos ante una pintura social
donde el adolecer es la piedra angular del conflicto. Ni los hijos porque son
adolescente ni los padres porque no han terminado de adolecer, deciden como se
hacen cargo de lo sucedido. En ese sentido, cabe preguntarse, con qué tipo de
moral estamos evaluando nuestros actos. Acaso también sirve cuestionarse si las
leyes vigentes sirven para regular nuestra futura vida social. Y porque no
también preguntarse si el viejo acuerdo social continua vigente.
Film importante de Ivano De
Matteo, un director italiano que tiene en su haber otros dos films,
también basados sobre el tema de la familia, no estrenados en la Argentina,
pero que en éste muestra garra y claridad expositiva. Escenas cortas, bien
planteadas, con un excelente ritmo narrativo. Un film sintético (93 minutos),
bien realizado. Posiblemente, parte de esos méritos también corresponden al
buen guión del director que junto a la guionista Valentina Ferlan, adaptaron la
novela “La Cena” del holandés Herman Koch.
Demás
está decir que la homogeneidad y calidad del elenco elegido tiene mucho que ver
con el resultado de la película. Alessandro Gassman (Máximo) y Luigi Lo Cascio
(Paolo), como así también Giovanna Mezzogiorno (Clara) y Bárbara Bobulova
(Sofia) están notables en sus papeles, mostrando gran ductilidad y naturalidad
en sus actuaciones.
“Nuestros
Hijos” es un film muy interesante que nos hace tomar distancia y observar el
mundo que vivimos, a la vez que nos obliga a reflexionar y realizar una
autocrítica sobre nuestros procederes, los cambios generacionales y la pérdida
de valores que estamos observando en una sociedad que pierde espiritualidad y
se concentra en el materialismo más puro. El nuevo cine italiano se concentra
en los temas familiares. No hay duda que en este caso lo hace con equilibrio y
profundidad.
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