martes, 17 de enero de 2017

NUESTROS HIJOS de Ivano De Matteo



UN MUNDO EN DESCOMPOSICIÓN

Parados ante un semáforo, de un auto a otro, dos conductores se insultan por una nimiedad de tránsito. Luz verde, pican los dos, siguiendo uno al otro. Próximo semáforo, luz roja. Los autos paran, los insultos siguen, y sorpresivamente, uno de los conductores saca un arma y balea al otro. El conductor baleado muere, y su acompañante, su pequeño hijo, queda herido por el rebote de una segunda bala. Un accidente, un muerto, un niño herido. Demasiada violencia. Desprecio por la vida. Esto es la introducción del film.

Lo que sigue es la historia de dos hermanos, uno médico, y el otro abogado. Dos matrimonios, dos hijos adolescentes. Una apariencia de vida feliz de ambos y una sorda rivalidad. Un microcosmos de un mundo competitivo, donde cada uno quiere ser, o lo que es peor, quiere tener, más que el otro, lo que deriva en un quiebre de la hermandad por los celos profesionales entre hermanos.

La película, a través de la descripción de estas dos familias, disecciona la sociedad actual. Una sociedad que ha perdido valores fundamentales como la solidaridad. Un mundo que ha entrado en descomposición. Un materialismo que no reacciona y muestra sólo indiferencia ante el dolor ajeno.
El mundo, después de la últimas dos grandes guerras,  ha cambiado vertiginosamente. El aparente confort de la post guerra no duró más allá de los años 60/70. El inmenso caudal tecnológico desarrollado durante la misma, fue adaptado rápidamente al uso civil, y la industria comenzó a desarrollarse tecnológicamente con una rapidez tal y como nunca se había visto en los doscientos años anteriores. Esto generó una traumática evolución de la sociedad. Aquella basada en la industria dio paso a una nueva sociedad basada en los servicios. Este fenómeno se da claramente en los `80.
El problema es que ello no ha ocurrido suavemente sino que ha tenido consecuencias indeseables: Ha generado una enorme desocupación, no solo en los países más desarrollados sino en todo el mundo a raíz del proceso de globalización que hemos vivido.

Concomitantemente, ha cambiado la educación. Paradójicamente, ha ido desapareciendo la rigidez heredada de la época Victoriana para dar acceso a la educación a mayor cantidad de gente, pero los niveles de educación han caído como consecuencia de la laxitud de los nuevos sistemas. Todo esto ha repercutido desfavorablemente en la familia moderna. La educación dada no ha estado a la altura de las necesidades de la nueva sociedad de servicios que se ha desarrollado.
La rivalidad y los celos expresados entre los dos hermanos de la película reflejan una ruptura de la fraternidad al entrar en un mundo mucho más materialista e individualista. La competencia ente hermanos no es otra cosa que la competitividad que expresa la sociedad hoy en día. La competencia, un valor que debería generar equilibrio económico, se expresa en forma desleal y descontrolada. En consecuencia, resulta perjudicial.

Estos desvalores se trasmiten lamentablemente a los hijos. A raíz de ello es que el adolescente recibe más influencias sobre la materialidad que sobre la espiritualidad. El desbalance entre el ser y el tener es inevitable Para los jóvenes es más importante lo que se tiene que lo que se es. El mundo del estudio no conforma, no solo porque no responde a los nuevos tiempos sino porque la enseñanza enciclopédica ya está en Internet. Hay que enseñar de otra manera. Y aquí comienza el gran drama que plantea la película. Los primos estudian poco, salen juntos, van a una fiesta, beben, tal vez se drogan, y como jóvenes que son cometen errores.

El mundo de estos adolescente de clase media italiana, ciertamente acomodada, hijos de profesionales a los que le va bien en sus carreras, adolecen fuertemente de los valores  espirituales que paradójicamente, han sido los valores que han apuntalado la vida de sus propios padres. El sentimiento de impunidad y la indiferencia de esos adolescentes conducen a un mundo vanidoso y vacío, que lejos de ir hacia el bien lleva hacia el mal. Carecen de valores porque sus vidas están absolutamente orientadas a lo material, a lo que muestran y no a lo que son.

Allí aparece entonces la incapacidad de los padres para manejar lo sucedido. Literalmente, no saben qué hacer. Discuten, pelean entre ellos, se echan culpas, generan una especie de retroceso donde se muestran más adolescentes que sus propios hijos. Terminan cada cual por su lado sin saber qué hará el otro. Y lo que es peor, los hijos, los que provocaron el problema, confían en que sus padres sean quienes los sacarán del mismo.

Estamos ante una pintura social donde el adolecer es la piedra angular del conflicto. Ni los hijos porque son adolescente ni los padres porque no han terminado de adolecer, deciden como se hacen cargo de lo sucedido. En ese sentido, cabe preguntarse, con qué tipo de moral estamos evaluando nuestros actos. Acaso también sirve cuestionarse si las leyes vigentes sirven para regular nuestra futura vida social. Y porque no también preguntarse si el viejo acuerdo social continua vigente.
Film importante de Ivano De Matteo, un director italiano  que tiene en su haber otros dos films, también basados sobre el tema de la familia, no estrenados en la Argentina, pero que en éste muestra garra y claridad expositiva. Escenas cortas, bien planteadas, con un excelente ritmo narrativo. Un film sintético (93 minutos), bien realizado. Posiblemente, parte de esos méritos también corresponden al buen guión del director que junto a la guionista Valentina Ferlan, adaptaron la novela “La Cena” del holandés Herman Koch.

Demás está decir que la homogeneidad y calidad del elenco elegido tiene mucho que ver con el resultado de la película. Alessandro Gassman (Máximo) y Luigi Lo Cascio (Paolo), como así también Giovanna Mezzogiorno (Clara) y Bárbara Bobulova (Sofia) están notables en sus papeles, mostrando gran ductilidad y naturalidad en sus actuaciones.


“Nuestros Hijos” es un film muy interesante que nos hace tomar distancia y observar el mundo que vivimos, a la vez que nos obliga a reflexionar y realizar una autocrítica sobre nuestros procederes, los cambios generacionales y la pérdida de valores que estamos observando en una sociedad que pierde espiritualidad y se concentra en el materialismo más puro. El nuevo cine italiano se concentra en los temas familiares. No hay duda que en este caso lo hace con equilibrio y profundidad.

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