martes, 24 de enero de 2017

ES SOLO EL FIN DEL MUNDO de Xavier Dolan

UN CONFESIONARIO VACIO

Basada en la obra de teatro del mismo título del autor francés Jean Luc Lagarce, desarrolla el tema de la dificultad de mantener relaciones familiares estables cuando en la familia prima la incomunicación, el resentimiento y el miedo a la discriminación.

Louis Jean (Gaspard Ulliel) regresa a casa después de 12 años de ausencia. El silencio ha prevalecido sobre la comunicación en estas vidas que el film describe. Decenas de postales han sido el único contacto que han tenido durante años. El encuentro con la familia será difícil. Su hermana más joven se ha vuelto adulta. Su hermano mayor se ha casado y ha tenido hijos. Su madre ha envejecido. Él mismo se ha transformado en un escritor de cierto éxito.

La aproximación de Dolan a la obra teatral y a esta familia en particular es muy interesante. Lejos está su película de una puesta teatral clásica. De hecho, su film no es teatro filmado sino cine en su forma más pura: imagen y sonido. En ello mucho tiene que ver que se reservó la función de adaptador de la obra. Dolan firma el guión de la película. Su mano se nota en la descripción de los personajes que cobran vida ayudados por un elenco excelente.

Su puesta se concentra en los primeros planos, y en la cadencia de los actores en recitar sus diálogos. En ello radican los mayores méritos del film. Esos planos y esos monólogos le permitirán a Dolan jugar con la dicción y la expresión de sus actores durante la hora y media que dura el metraje para recalcar lo que quiere decir que no es otra cosa que dejar en claro la imposibilidad de comunicación que tienen esos seres humanos que pueblan la obra de Lagarce, y que incluso, podemos encontrar en el mismo mundo que nos rodea.

El trabajo de Dolan es parsimonioso y creativo. En la segunda escena, donde Louis Jean toma su primer contacto con su cuñada Catherine (Marion Cotillard) siempre hay alguien de la familia que se interpone entre los dos. La conversación se da. Pero siempre existe alguien en el medio que dificulta la misma. No porque participe de la conversación. Sino por mera presencia. Una especie de sombra molesta. En la casa familiar, el grupo predomina sobre la individualidad. Ello hace que se pierde la confidencialidad de lo que se quiere expresar. En ese sentido, la puesta de Dolan es notable, y en este caso, los encuadres no solo son brillantes, sino que registran las dificultades que tienen los personajes para mantener una conversación.

Esas conversaciones son diálogos interrruptos por una o por otra razón. El hermano Antoine (magníficamente interpretado por Vincent Cassel) es uno de esos escollos que frena el intento de conversación. Antoine siempre se está interponiendo, siempre tiene algo que decir, y lo que dice desvía o deriva la conversación hacia otro tema. Es el que tira la pelota fuera de la cancha, incluso con una actitud de victimización permanente.

Por el contrario, la hermana menor, Suzanne (interpretada por Lea Seydoux)  es la más permeable y dispuesta al dialogo. Siente una rara fascinación, orgullo por su hermano y está deseosa por poder comunicarse con él. Siente la necesidad que Louis Jean sea su confidente. También es la más vulnerable y la que más sufre la incomunicación reinante.

El punto equidistante es la madre (Nathalie Bayé), apegada a sus cosas, su casa, su cocina, sus comidas, evade ese desencuentro que se está produciendo. Es como un baluarte que escapa a la realidad enfrascada en su pequeño mundo hogareño.

Finalmente, esta incomunicación también llega a la platea, como si entre la pantalla y el espectador existiera un velo que enturbia tanto la imagen como el sonido dificultando o alejando al espectador de la propuesta del director, haciendo difícil, sobretodo, empatizar con los personajes y sus problemas.

“Es Solo El Fin del Mundo” es un film sobre la crueldad de la disfuncionalidad familiar que tiene un muy buen arranque y que de a poco se va quedando porque la negatividad se apodera de ese mundo cerrado, lleno de conflictos irresueltos y sin solución de continuidad. Así es la vida, podría decir Dolan. Pero el mundo familiar que describe es un mundo de sordos. Un mundo donde  todos necesitan ser escuchados pero nadie está dispuesto a escuchar. Es como una Iglesia con un confesionario vacío.

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