UN CONFESIONARIO VACIO
Basada en la obra de teatro del mismo título del autor francés
Jean Luc Lagarce, desarrolla el tema de la dificultad de mantener relaciones familiares
estables cuando en la familia prima la incomunicación, el resentimiento y el
miedo a la discriminación.
Louis Jean (Gaspard Ulliel) regresa a casa después de 12
años de ausencia. El silencio ha prevalecido sobre la comunicación en estas
vidas que el film describe. Decenas de postales han sido el único contacto que
han tenido durante años. El encuentro con la familia será difícil. Su hermana más
joven se ha vuelto adulta. Su hermano mayor se ha casado y ha tenido hijos. Su madre
ha envejecido. Él mismo se ha transformado en un escritor de cierto éxito.
La aproximación de Dolan a la obra teatral y a esta familia
en particular es muy interesante. Lejos está su película de una puesta teatral clásica.
De hecho, su film no es teatro filmado sino cine en su forma más pura: imagen y
sonido. En ello mucho tiene que ver que se reservó la función de adaptador de
la obra. Dolan firma el guión de la película. Su mano se nota en la descripción
de los personajes que cobran vida ayudados por un elenco excelente.
Su puesta se concentra en los primeros planos, y en la cadencia de los actores en recitar sus diálogos. En ello radican los mayores méritos del film. Esos planos y esos monólogos le permitirán a Dolan jugar con la dicción y la expresión de sus actores durante la hora y media que dura el metraje para recalcar lo que quiere decir que no es otra cosa que dejar en claro la imposibilidad de comunicación que tienen esos seres humanos que pueblan la obra de Lagarce, y que incluso, podemos encontrar en el mismo mundo que nos rodea.
El trabajo de Dolan es parsimonioso y creativo. En la
segunda escena, donde Louis Jean toma su primer contacto con su cuñada
Catherine (Marion Cotillard) siempre hay alguien de la familia que se interpone
entre los dos. La conversación se da. Pero siempre existe alguien en el medio
que dificulta la misma. No porque participe de la conversación. Sino por mera
presencia. Una especie de sombra molesta. En la casa familiar, el grupo predomina
sobre la individualidad. Ello hace que se pierde la confidencialidad de lo que
se quiere expresar. En ese sentido, la puesta de Dolan es notable, y en este
caso, los encuadres no solo son brillantes, sino que registran las dificultades
que tienen los personajes para mantener una conversación.
Esas conversaciones son diálogos interrruptos por una o por
otra razón. El hermano Antoine (magníficamente interpretado por Vincent Cassel)
es uno de esos escollos que frena el intento de conversación. Antoine siempre
se está interponiendo, siempre tiene algo que decir, y lo que dice desvía o
deriva la conversación hacia otro tema. Es el que tira la pelota fuera de la
cancha, incluso con una actitud de victimización permanente.
Por el contrario, la hermana menor, Suzanne (interpretada
por Lea Seydoux) es la más permeable y
dispuesta al dialogo. Siente una rara fascinación, orgullo por su hermano y está
deseosa por poder comunicarse con él. Siente la necesidad que Louis Jean sea su
confidente. También es la más vulnerable y la que más sufre la incomunicación
reinante.
El punto equidistante es la madre (Nathalie Bayé), apegada a
sus cosas, su casa, su cocina, sus comidas, evade ese desencuentro que se está
produciendo. Es como un baluarte que escapa a la realidad enfrascada en su pequeño
mundo hogareño.
Finalmente, esta incomunicación también llega a la platea, como
si entre la pantalla y el espectador existiera un velo que enturbia tanto la
imagen como el sonido dificultando o alejando al espectador de la propuesta del
director, haciendo difícil, sobretodo, empatizar con los personajes y sus
problemas.
“Es Solo El Fin del Mundo” es un film sobre la crueldad de
la disfuncionalidad familiar que tiene un muy buen arranque y que de a poco se
va quedando porque la negatividad se apodera de ese mundo cerrado, lleno de
conflictos irresueltos y sin solución de continuidad. Así es la vida, podría
decir Dolan. Pero el mundo familiar que describe es un mundo de sordos. Un mundo
donde todos necesitan ser escuchados
pero nadie está dispuesto a escuchar. Es como una Iglesia con un confesionario vacío.
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