EL NACIMIENTO DE UNA AMISTAD
Guionista y director americano, hacedor de una filmografía
muy personal, el cine de Hancock se ha
caracterizado por la descripción de grandes personajes que, por lo general, representan
seres solitarios o antagónicos, que desenvuelven sus historias sobre las bases
del relato clásico, aquel que respeta el modelo de un principio, un desarrollo
y un final, y por lo general, un héroe solitario que monopoliza la acción. Siguiendo
estos lineamientos, ha trabajado con guiones tales como el de Un Mundo Perfecto,
(1993, dirigida por Clint Eastwood), donde Butch Haynes (Kevin Costner) elegirá
morir a perder su libertad; o El Fundador (2016, dirección del propio Hancock),
donde Ray Kroc (Michael Keaton) funda una hamburguesería que logra transformar
en la numero 1 del mundo, o la estrenada esta semana, Pequeños Secretos (2021),
basada en la búsqueda, en este caso, de dos detectives obsesionados por la
verdad.
Bajo lineamientos clásicos del policial negro, Pequeños
Secretos narra la investigación de un crimen que no les da respiro a sus
personajes. Joe Dickon (Denzel Washigton) y Jim Baxter (Rami Malek) son dos policías.
Uno, un hombre con experiencia. El otro, un blanco que nunca ha encabezado una
investigación. El primero, un federal. El segundo, un policía local. Cada uno trabaja por su cuenta. Sus personalidades son antagónicas pero… sus caminos
serán convergentes.
A Hancock no le interesa tanto la forma sino el contenido.
En el fondo de la cuestión, poco importa la investigación del crimen que relata
minuciosamente sino más bien, el camino que transitan sus personajes en la
búsqueda de una verdad. Ambos tienen esa necesidad: llegar a ella.
El film está desarrollado bajo la forma de un clásico
policial. Pero visto desde otro ángulo, es una historia sobre una amistad que no
nace del trabajo conjunto sino del respeto mutuo del trabajo del otro, lo cual
permite el trabajo en equipo. De esta manera, la narración se transforma en una
acumulación de datos que intenta conducir la investigación. Pero eso no es lo
más importante, acaso es solo la superficie del film. Debajo de ello, el
discurso apunta a algo más profundo. Primero nos habla sobre el trabajo
profesional, pero más allá coinciden en la cuestión ética común y profesional. Ambos policías, cada uno por su
cuenta, intentan desentrañar los pormenores de un crimen: un asesinato. Pero el
film no se conforma con narrar esta historia sino en lo que está debajo de la
superficie.
Mucho más allá de la investigación de un crimen, el film es
el largo camino que recorren esos dos hombres para llegar a una verdad a través
de un trabajo que con el tiempo se va transformando en una obsesión, los aísla
de sus familias, a uno de ellos (el federal) lo lleva a alejarse de su propia
ciudad, les quita su tiempo libre, les genera crisis personales que solo se justifican por la búsqueda sostenida de una
verdad que permita hacer justicia.
La forma que encuentra Hancock para narrar el nacimiento de
ese sentimiento humano es muy interesante dado que nace, paradójicamente, a
partir de la investigación de un crimen oscuro. Cuando todo indica que el interés
del relato se concentra en las pistas en que uno y otro obtienen trabajosamente
para desentrañar la verdad, comenzamos a intuir que no son esas pistas las que resuelven
el misterio del crimen sino la perseverancia, el trabajo en equipo, la
tolerancia del uno por el otro, y la sinergia generada que va más allá de la aclaración del crimen.
Esta relación paradojal
es la que permite la aparición del factor humano en la revelación de un sórdido
crimen que ocupa en forma sensacionalista la tapa pasajera de los diarios. Lo que
le interesa a Hancock en el film no es descubrir al asesino sino el encuentro
humano, en medio del horror y la muerte. Usando el género como factor lineal, Hancock
resuelve la narrativa usando las formas tradicionales de Hollywood realizando
un film, paradójicamente, más cercano al cine de Nueva York.