sábado, 25 de septiembre de 2021

CRY MACHO de Clint Eastwood

 En Cines

UNICA Y PERSONAL

El estreno de Cry Macho retorna a las carteleras a Clint Eastwood, un director que siempre tiene algo valorable que decir. Sus películas, aun en sus filmes más violentos, siempre han sido un exponente cabal del mejor humanismo del cine americano, siguiendo la línea de los grandes directores clásicos, en donde prevalece un punto de vista que sobresale sobre la historia contada, sea cual fuere el género del relato o la intensidad del mismo. Su cine es profundo. No busca la llegada fácil. Su mirada siempre resulta interesante.

Su último film retorna a las complicadas relaciones familiares en el marco de nuestra época, tal como lo había hecho antes  en Gran Torino (2004) y La Mula (2018). Eastwood dirige y actúa en el rol principal, asume el papel de Mike Milo, un pistolero retirado que mantiene una relación muy particular con la mafia texana. Es un hombre de edad avanzada que ahora se le adjudican trabajos especiales, alguno de ellos menores como el que le encargan en esta misión, ir a buscar a ciudad de México a un niño casi adolescente, y retornar con él a Texas. El film es la historia de ese viaje de retorno. Una característica “road movie”.

El film busca indagar, y lo logra, en la precariedad de las modernas relaciones de pareja, donde los hijos prácticamente se transforman en un botín de guerra. En ese regreso, es donde nacerá una relación en la que los personajes adquieren la fisonomía de un abuelo y su nieto.

Eastwood es un gran narrador en imágenes. Sus personajes se dibujan más allá de las palabras por las mismas acciones que realizan. Para Mike, de quien no conocemos nada de su pasado, es simplemente un pistolero de la mafia retirado que accede a una oportunidad de reconciliación, sobretodo consigo mismo. Para Howard, el muchacho, es un viaje iniciático.  Ambos son dos solitarios en busca de su destino.

El film narra un momento en la vida de dos seres marginales. Por un lado, el crecimiento de un niño que se vuelve adolescente de la mano de un hombre mayor que simplemente cumple con un mandato, el nacimiento de un cariño de dos solitarios abandonados por el destino de los cuales no sabemos casi nada acerca de su pasado aunque es posible deducirlo. Por el otro, una reconciliación consigo mismo antes de que sea demasiado tarde.

El mayor de los aciertos de la puesta es la agilidad narrativa y la capacidad descriptiva de la película, narrando el nacimiento de  una relación casi imposible entre dos seres marginales en el mundo. Allí se observa la maestría del director para darle sentido a una relación en que las partes transitan dos momentos opuestos de sus vidas.

El lado débil del film es su convencionalidad. No hay sorpresas, La trama es fácilmente deducible. Ocurre exactamente lo que se piensa que va a pasar. No obstante, el acierto principal de Eastwood es su habilidad para dotar de una gran humanidad a sus personajes, los cuales, en ese viaje, se vuelven creíbles, y tornan al film en una gran aventura entre un “abuelo y a su nieto” en un viaje de regreso en medio de las montañas del norte mexicano y el territorio tejano.

Por otro lado, el humanismo del director, siempre presente, hace gala con esta historia intimista que cala hondo en el espectador. Toda la película está impregnada de un profundo humanismo, de una esperanza y de una cierta creencia que el desarrollo de una vida es posible toda vez que el estudio, el esfuerzo, y el trabajo rijan nuestras vidas, incluso la idea de que nunca es tarde cuando se quiere corregir el rumbo.

Eastwood hace de Eastwood. A sus 90 años, sigue manteniendo el carisma que lo transformó en una estrella de cine más allá que como director de cine haya logrado ser el heredero más cabal de los más clásicos directores del nacimiento cinematográfico. Su actuación actoral es convincente y como director, su relato fluye naturalmente porque siempre va a lo seguro, a lo tradicional, a la narración simple para que nadie tenga dudas de lo que está contando ni de lo que quiere decir. Una mirada cruda de una realidad donde solo el calor humano tendrá cabida. Y Eastwood sabe mucho de ello como lo demostró en sus mejores obras. Su film es único y personal. La convencionalidad del relato no lo colocará entre sus mejores obras, pero no quedan dudas que ha logrado en imágenes expresar mucho más que lo narrado.

jueves, 23 de septiembre de 2021

EL PADRE QUE MUEVE MONTAÑAS de Daniel Sandou

EN NETFLIX

LA GELIDEZ Y LAS PASIONES

Nueva producción rumana que  resulta una gran sorpresa. Es un film para la reflexión dado que admite varias lecturas. En lo exterior, narra la historia de los esfuerzos de un padre por recuperar a su hijo que se ha perdido en una tormenta de nieve en una montaña que alberga un centro de sky en Rumania. Pero en su interpretación, puede leerse como una aguda reflexión sobre la corrupción del poder.

Detrás de la operación del rescate del hijo, una historia ciertamente convencional y ajustada al tipo “película catástrofe” que, muy bien narrada, sostenida con un suspenso permanente a lo largo de todo el metraje, sobresale la descripción de un personaje, el padre, un hombre mayor, que se ha separado de su mujer (madre del joven perdido), y que se ha vuelto a casar con otra mujer mucho menor que está esperando un hijo.

Esta situación origina una tensión enorme toda vez que el film se transcurre en un descanso de la montaña, en una estación donde habitualmente hacen una parada esquiadores y montañistas. Allí van a llegar tanto el padre del muchacho perdido con su nueva mujer, como la madre del muchacho. Allí se concentrará un típico triángulo amoroso donde el pasado y el presente de cada uno de ellos mostrarán las heridas, celos y pasiones irresueltas, donde todos desesperan ante la desaparición del hijo.

El film transita la tragedia con equilibrio, despertando el interés del espectador tanto por lo que va a pasar como por lo que ha pasado. La película se afirma en la personalidad del padre, el cual se transforma en el personaje más interesante, particularmente porque tiene un pasado que ha dejado sus huellas. Es un hombre que ha trabajado para los servicios secretos. De ello, posiblemente deriva su formación autoritaria, la cual manifiesta en cada escena, dando una idea cabal de lo que ha sido un funcionario del Estado con una formación de la época comunista.

Este es Mircea (Adrián Titeni en una actuación extraordinaria), un hombre egocéntrico, de unos 60 años, acostumbrado a mandar y que se haga su voluntad. Es un claro resabio de una época pasada, un claro exponente de un régimen autoritario. En él hay resabios de un egoísmo que va más allá de la desesperación de la tragedia que está viviendo. Es un hombre para el cual el tiempo se ha detenido, anclado en el pasado donde la pérdida del hijo comienza a representar la definitiva imposibilidad de un futuro.

El cambio de época entre los dos matrimonios también puede observarse como reflejo de la situación política rumana. Un antes y un después. Un sistema rígido operado durante la época comunista contra vigente democracia moderna respaldada por la comunidad europea, y una fuerte religiosidad fundamentada en la cristiandad y los siglos, atravesada después por la segunda guerra mundial y el comunismo. Y de pronto, la caída del muro de Berlín y el advenimiento de una nueva democracia, que le devuelven al pueblo valores que le desconocieron durante décadas.

Al lado de Titeni destacan las actuaciones de Elena Purea y Judith State, dando vida al convencional pero brillante guion de Christian Routh y sobre todo la fotografía de Tudor Vladimir Panduru, un hombre que saca provecho de la gelidez del paisaje para envolver las pasiones encontradas y el drama en estado latente que relata la película. En síntesis, una película interesante y atrapante.

jueves, 16 de septiembre de 2021

A PUERTAS CERRADAS de Costa-Gavras

 EN CINES

LOS PECES DE COLORES

  • El cine del director griego Costa-Gavras nunca anduvo con vueltas. Su cine es directo y concreto, a veces casi panfletario. Apasionado por la política, sus películas siempre tuvieron ese perfil. “Z” no fue su primera película sino la tercera, pero fue la que lo dio a conocer en 1969 y lo hizo famoso. Dos años más tardes, le siguieron dos éxitos consecutivos: La Confesión (1971), y Estado de Sitio (1973). En el nacimiento de la siguiente década, Missing (1981), sobre la desaparición de un periodista americano durante los disturbios que dieron origen al golpe de Estado encabezado por el Gral. Pinochet en Chile, fue uno de los últimos de sus trabajos estrenado comercialmente en Argentina. Con el paso del tiempo, su cine perdió potencia, y atractivo comercial. Sus apariciones se volvieron más aisladas. Ahora filma cada cinco años.
  • No obstante, su cine siempre ha estado vigente porque ha tenido actualidad y se ha convertido en un ejemplo del cine político no documental. El estreno de A Puertas Cerradas, su último film, permite apreciar su nueva obra que trata sobre los sucesos que ocurrieron en Grecia en 2015, cuando la deuda pública de ese país intentó ser calificada adversamente y colocada en la categoría por “debajo del grado de inversión y alta posibilidad de impago”, lo cual hubiese imposibilitado su acceso a nuevos préstamos en mercados financieros internacionales, incluyendo créditos de bancos de la Eurozona y el FMI.

    La nueva película del director de "Z" es un racconto ficcional de los desafíos del gobierno de Alexis Tsipras, presidente de Grecia electo en aquel año durante dicha crisis, afectado en su plan de desarrollo a raíz del vencimiento de la deuda pública. El punto de vista que presenta el film es el de su ministro de finanzas, Yannis Varoufakis, interpretado por Christos Loulis, quien debe convencer al Ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, un hombre de la línea dura europea, de renovar los vencimientos de la deuda griega para no generar el default de los mismos y evitar un deterioro rápido del nuevo gobierno

    La columna vertebral del relato ficcional se basa en hechos reales, una serie de conversaciones mantenidas entre los Primeros Ministros, el alemán y el griego, cuyas posiciones obviamente, eran opuestas, donde termina terciando la máxima autoridad del FMI a través de su directora, en aquel momento, Christine Lagarde.

    El film se vuelve algo repetitivo en su puesta en escena. La mayoría de los diálogos son las conversaciones de carácter telefónico entre ambos ministros, pero la habilidad de Costa-Gavras logra mantener el interés del espectador hasta el final del relato, transformando al film en una película de suspenso, y cargando la responsabilidad del mismo en la actuación extraordinaria de Varoufakis.

    El punto de vista del director es un tanto inocente, la de un militante de una izquierda progresista que, pese a su edad, nunca deja de sentirse como un joven revolucionario que no admite las reglas del juego de las finanzas internacionales donde un gobierno local toma la decisión de financiar al país para realizar obras públicas y termina repartiendo el dinero proveniente de la deuda entre obras que no tienen retorno o en subsidios a aquellos que carecen de la capacidad de devolver.

    Obviamente, más allá o más acá, ese tipo de funcionamiento encuentra un grado de estrangulamiento económico y financiero que no permite el repago de la deuda. De allí a la crisis económica y luego financiera, hay simplemente dos pasos. No descubrimos nada. Ya conocemos los resultados. Son siempre los mismos: el sufrimiento del pueblo como consecuencia de las malas decisiones y la creencia en los peces de colores. Cualquier semejanza con la realidad Argentina no es mera coincidencia..

    jueves, 9 de septiembre de 2021

    ¿CUÁNTO VALE LA VIDA? (WORTH) de Sara Colángelo

    CINE EN NETFLIX

    LA OTRA CARA DEL ATENTADO

    Interpretada por un brillante Michael Keaton en el rol principal del Mediador Keneth Feinberg, y acompañado por las buenas actuaciones de Stanley Tucci y Amy Ryan, el film relata la forma en cómo se resolvió determinar las indemnizaciones que el gobierno americano debería pagar para resarcir los daños tanto materiales como no materiales originados por el atentado que destruyó a las Torres Gemelas.  

    El film no pretende ser una revisión respecto de los acontecimientos ocurridos en la mañana del 11 de setiembre de 2001. Por el contrario, es un excelente trabajo de ficción basado en una dolorosa situación real que en su momento se intentó resolver monetariamente, es decir aprobar una indemnización por haber sido víctima directa o indirecta de hechos ocurridos donde, solo hubo víctimas y no se ha podido determinar culpables más allá de las presuntas organizaciones terroristas que organizaron y ejecutaron los hechos en medio de una total impunidad internacional. Aún hoy en día, no se han podido determinar las culpabilidades, por lo tanto, sólo 5 acusados por el ataque siguen presos en la cárcel de Guantánamo pero nunca han sido llevados a juicio.

    Si bien la medula argumental del relato es harto conocida, la discusión sobre el tema sigue siendo muy interesante porque concentra el factor humano tanto en la agresión como en los daños causados. En el hecho se inmolaron 2996 personas, incluidas 19 terroristas, el film relata la forma en que el gobierno de los Estados Unidos trata de resarcir a los familiares de las victimas tratando de generar una especie de indemnización de carácter monetario que, obviamente, solo podía satisfacer materialmente a las otras víctimas, es decir, a los deudos, aquellos familiares directos de los que perdieron la vida en el atentado.

    Por otro lado, la indemnización como tal no podría nunca devolver una vida. Por lo tanto, el resarcimiento monetario daba lugar a la negociación. Cabía  preguntar sobre la posibilidad de equiparar a todos por igual, o debía considerarse a cada deudo como una víctima. Obviamente, esta última opción multiplicaba la cantidad de indemnizaciones.  Asimismo, cabría preguntarse cuál es el valor de cada una de ellas.  

    El cine, transforma a la tragedia en una película cuya mirada es la de su protagonista principal, un fiscal de Estado que asume la tarea, no de buscar un culpable, sino como resarcir mediante una suma de dinero a los deudos de la masacre ocurrida en las Torres. Y esa cantidad son miles de seres humanos.

    Con una de las mejores actuaciones de su carrera, Keaton da vida al abogado y mediador Ed Feinberg, un hombre que debe ponerle un precio a la vida. No es un hombre cualquiera, es un hombre apegado a la ley. La decisión que debe tomar es casi un desafío al modo de vida americano. El precio a poner es una indemnización pagadera a los deudos de las víctimas. Implica una respuesta materialista que podría contradecir el respeto de aquellos principios que hablan del valor de  la vida y la libertad. El atentado arrolló con ello. El “American Way of Liife” no devolverá la vida. El resarcimiento económico es solo un paliativo.

    Por momentos densa y repetitiva, tal vez algo larga en sus casi dos horas de duración, nunca deja de ser una película atrayente donde cada escena responde a una situación diferente, nos recuerda un hecho salvaje de indudable carácter terrorista y que aún permanece en las tinieblas sin resolución judicial para aquellos sospechosos detenidos aún en Guantánamo, irónicamente en Cuba.

    Esta película es el tercer largometraje de Sara Colángelo. Sus anteriores obras son: La Maestra del Jardín (2018) y Pequeños Accidentes (2014), no estrenadas en Argentina.

    viernes, 3 de septiembre de 2021

    CICATRICES de Miroslav Terzic

    CINE EN EL CINE

    LAS VIEJAS HERIDAS DEL PASADO

    Después de bastante tiempo, llega una nueva película de los Balcanes a la Argentina. En este caso, una notable producción serbia, que mezcla el melodrama con el policial, transformando el suspenso como eje central de una narración cuyas mayor virtud  es su humanismo, el ser humano como un todo, donde el individuo es la base de un conjunto de personas que conforman una familia, organización que constituye la célula principal de una sociedad.

    Las cicatrices a las  que hace referencia el título de la película son aquellas que refieren al cierre natural de una herida. El desgarro producido por una acción, en este caso la desaparición de un bebe momentos después de su nacimiento. La acción transcurre unos 18 años después, casi tantos como los de la caída del muro de Berlín.

    La medula del film es el profundo desconsuelo de una madre que durante todo ese tiempo ha sentido que le han arrebatado a su hijo y que, no obstante, cree que ese ser está en un lugar no muy lejano a ella.

    El film admite un par de lecturas. Por un lado, el relato humanista que constituye la columna vertebral del film, la búsqueda que realiza una madre que ha perdido a su bebe en el mismo momento del parto. La madre siempre ha sospechado que ese hijo no ha muerto sino que fue secuestrado de su seno. Por otro lado,  es la descripción de una madre que no tiene consuelo, pero a su vez, es una mujer que nunca deja de confiar en su intuición de madre y en su perseverancia. Ella está convencida que debe buscar a su hijo porque pese a los años transcurridos, sabe que él está vivo en algún lugar de la ciudad.

    Formalmente impecable, construido de muchas y cortas pequeñas escenas, donde la elocuencia de las imágenes, el manejo de luces y sombras (especialmente estas últimas) y el significado que cobran los silencios se vuelven tan importantes como las mismas palabras, dando protagonismo central al personaje de Ana, interpretado por Snezana Bogdanovic quien, prácticamente, está presente en casi todo el relato. Su composición de una madre que intuye que su hijo esta vivo en algún lugar de la ciudad y nunca pierde la esperanza de encontrarlo, es brillante.

    La película también admite una mirada de carácter político. Tal como esa madre que ha perdido a su hijo, un país (Yugoslavia) se ha dividido en varias partes según las etnias que lo conformaban. Ahora se trata de encontrar la identidad de cada una de las partes perdidas, en este caso, Serbia. Un país que pretende ser, con una cultura, una identidad. Este aspecto del film se destaca en la escena cuando ella vuelve al hospital donde dio a luz y más tarde perdió a su hijo. Allí reaparece el miedo. Aquel viejo miedo y que se parece mucho a los viejos temores de la época comunista, enrolado en las formas autoritarias del manejo típico de las dictaduras pasadas, y los aspectos multiculturales propios de los Balcanes.

    Cicatrices es un film distinto, muy cerebral que no obstante, apela a los sentimientos. Su mirada eminentemente humanista, nos reconcilia con aquel cine yugoslavo que supo realizar Emir Kusturica, sobretodo en la ambientación realista, donde casi todo esta filmado en la calle, y la presencia casera, el entorno intimo familiar, deja intuir que la desaparición de uno de sus miembros ausente separa entre un pasado siempre presente y la necesidad de vivir la vida.