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LA GELIDEZ Y LAS PASIONES
Nueva producción rumana que resulta
una gran sorpresa. Es un film para la reflexión dado que admite varias lecturas.
En lo exterior, narra la historia de los esfuerzos de un padre por recuperar a
su hijo que se ha perdido en una tormenta de nieve en una montaña que alberga
un centro de sky en Rumania. Pero en su interpretación, puede leerse como una
aguda reflexión sobre la corrupción del poder.
Detrás de la operación del rescate del hijo, una historia
ciertamente convencional y ajustada al tipo “película catástrofe” que, muy bien
narrada, sostenida con un suspenso permanente a lo largo de todo el metraje,
sobresale la descripción de un personaje, el padre, un hombre mayor, que se ha
separado de su mujer (madre del joven perdido), y que se ha vuelto a casar con
otra mujer mucho menor que está esperando un hijo.
Esta situación origina una tensión enorme toda vez que el
film se transcurre en un descanso de la montaña, en una estación donde
habitualmente hacen una parada esquiadores y montañistas. Allí van a llegar
tanto el padre del muchacho perdido con su nueva mujer, como la madre del
muchacho. Allí se concentrará un típico triángulo amoroso donde el pasado y el
presente de cada uno de ellos mostrarán las heridas, celos y pasiones
irresueltas, donde todos desesperan ante la desaparición del hijo.
El film transita la tragedia con equilibrio, despertando
el interés del espectador tanto por lo que va a pasar como por lo que ha
pasado. La película se afirma en la personalidad del padre, el cual se
transforma en el personaje más interesante, particularmente porque tiene un
pasado que ha dejado sus huellas. Es un hombre que ha trabajado para los
servicios secretos. De ello, posiblemente deriva su formación autoritaria, la
cual manifiesta en cada escena, dando una idea cabal de lo que ha sido un
funcionario del Estado con una formación de la época comunista.
Este es Mircea (Adrián Titeni en una actuación
extraordinaria), un hombre egocéntrico, de unos 60 años, acostumbrado a mandar
y que se haga su voluntad. Es un claro resabio de una época pasada, un claro
exponente de un régimen autoritario. En él hay resabios de un egoísmo que va
más allá de la desesperación de la tragedia que está viviendo. Es un hombre
para el cual el tiempo se ha detenido, anclado en el pasado donde la pérdida
del hijo comienza a representar la definitiva imposibilidad de un futuro.
El cambio de época entre los dos matrimonios también puede
observarse como reflejo de la situación política rumana. Un antes y un después.
Un sistema rígido operado durante la época comunista contra vigente democracia moderna
respaldada por la comunidad europea, y una fuerte religiosidad fundamentada en
la cristiandad y los siglos, atravesada después por la segunda guerra mundial y
el comunismo. Y de pronto, la caída del muro de Berlín y el advenimiento de una
nueva democracia, que le devuelven al pueblo valores que le desconocieron
durante décadas.
Al lado de Titeni destacan las actuaciones de Elena Purea
y Judith State, dando vida al convencional pero brillante guion de Christian
Routh y sobre todo la fotografía de Tudor Vladimir Panduru, un hombre que saca
provecho de la gelidez del paisaje para envolver las pasiones encontradas y el
drama en estado latente que relata la película. En síntesis, una película interesante
y atrapante.
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