sábado, 31 de marzo de 2018

PROYECTO FLORIDA de Sean Baker



THE OTHER FACE OF U.S.A.

Sean Baker, que el año pasado nos sorprendiera con esa maravilla llamada “Tangerine”, regresa a la pantalla con su nuevo film Proyecto Florida, que como el anterior, se inscribe en un línea  de cine realista y que abreva en los problemas de las clases sociales más bajas, contando historias de personajes fronterizos.

En esta nueva oportunidad, el director neoyorquino que parecía haberse afincado en California, reaparece en el Estado de Florida, en la periferia de Orlando, donde están radicados los inmensos parques de Disney, MGM,  Universal y otros.

Su historia gira nuevamente en torno a seres marginales pero las acciones están narradas desde la inocencia, la frescura y la vitalidad de una niña de unos 6 años llamada Monee, hija de Halley, madre soletera que se gana la vida robando baratijas y prostituyéndose para poder comprar algo de comida y pagar un hotel rutero.

El film narra con encanto las correrías y travesuras de Monee a la vez que va generando un gran fresco social del cual participan otros pasajeros y sobre todo, Bobby, el Gerente y Capataz del Hotel donde se alojan, que debe arreglárselas diariamente para que sus clientes, una población estable de muy bajos recursos, paguen regularmente la tarifa.

Mientras el film avanza como la descripción de las correrías de un pequeño grupo de niños, Baker va consolidando una pintura social que se nutre de pequeñas estampas de la vida en ese Hotel repleto de marginados donde siempre aparece la solidaridad como moneda corriente para poder enfrentar la vida.

El cine de Baker no descuida ni la historia que narra ni la pintura social que realiza. Su visión siempre optimista observa soluciones donde ante circunstancias marginales no deja de aparecer la solidaridad de la gente. La presencia del Estado solo aparece frente al hecho policial o ante la denuncia de la violación de la ley. No se ve una ayuda social que pueda corregir abusos o la pérdida del rumbo de alguno de sus personajes. El realismo de Baker no apela al golpe bajo ni al endulzamiento artificial de la historia para hacerla más digerible. Deja que el espectador saque sus propias conclusiones.

No hay duda que la película nos muestra esa otra cara de los Estados Unidos que generalmente el cine de Hollywood se niega a mostrar. La independencia del director lo lleva por caminos fronterizos donde aparece es otra cara que sin ir muy lejos está en la periferia de ese mundo de cartón y fantasía que mueve millones de dólares por día. Y lo hace con la pintura fresca de un grupo de niños que mayormente pasan el tiempo jugando, mostrando su falta de educación, sus ansias de imitación de los mayores, sus deseos de crecer rápidamente y acceder a un mundo adulto de cual aún no parecen darse cuenta de las dificultades que presenta.

Muy bien actuada por un grupo de actores niños y adultos no profesionales liderados por un señor actor como Willem Defoe que asume el papel del Gerente del Hotel. Su presencia es rectora, es la que marca el camino, el que evita las desviaciones pero a su vez es la mirada protectora de alguien que tiene conciencia social y conoce la vulnerabilidad del grupo humano que a su torno desarrolla una vida periférica.

Sin lugar a dudas estamos ante una de las mejores películas del año dotada de una enorme capacidad metafórica que nos deja pensando sobre lo que hemos visto aún mucho después que la película haya terminado. Las escenas que filma Baker con los niños, por su espontaneidad, hacen recordar a aquellos films notables que fueron Saltando los Charcos de Karel Kachina (1971)  y La Pivellina de Tizza Covi y Rainer Frimmel (2009).

Un comentario aparte merece el final de la película, un final absolutamente inspirado donde la presencia del Estado se hace presente tardíamente ante una situación límite y la chiquilla intuye que tiene que intentar una fuga. Allí, corriendo con el último aliento hacía del Magic Kingdom, observamos que todo lo que reluce no es oro y algunas verdades están hechas de lo que están hechos los sueños. Aquí aparece claramente la dualidad, la otra cara de los Estados Unidos de América.

viernes, 30 de marzo de 2018

EL INSULTO de Ziad Doueiri


PONER LA OTRA MEJILLA

Toni parece estar en el momento más feliz de su vida. Su mujer espera un hijo y su trabajo en un taller mecánico funciona de maravillas. Sin embargo, una tarde, observa que por segunda vez, una cuadrilla municipal intenta colocar un caño de desagüe a través de su balcón. Ello lo lleva a una discusión con el capataz de la obra.

Un incidente menor que destapa un problema mayor. Toni es un cristiano libanes. El obrero de la cuadrilla municipal, un palestino que vive refugiado en el Líbano. El pequeño incidente eleva paulatinamente su nivel de violencia bastando y sobrando como para llevar las cosas al campo de la justicia. En ese ámbito se dirimirá un pleito de fuertes connotancias patrióticas, sociales, y religiosas que partiendo de una discusión callejera termina reclamando la atención del propio presidente de la República y formando parte de una escalada de violencia que no tiene fin en todo Medio Oriente.

El film, llevado como un largo juicio donde parece no haber principio y cuesta demasiado encontrar final, recrea un estado de situación social difícil de equilibrar por la simple vía política y/o judicial, terminando la mayoría de las veces en una violencia feroz.

Describe una situación donde nadie está libre de haber tirado la primera piedra, pero también todos parecen culpables e inocentes a la vez. Un insulto que requiere de una disculpa es la chispa que enciende un escándalo que mediatizado judicialmente termina por transformarse en una cuestión nacional y más tarde de Estado.

Así son las cosas en Medio Oriente. Siempre en los extremos haciendo imposible la convivencia pacífica porque nadie escucha al otro y el dialogo aparece como algo imposible de ejercitar. Transcurre, además, en un ámbito lleno de prejuicios raciales y sociales que condicionan e impiden el mencionado dialogo, y lo que es peor, lleva a dirimir los conflictos a través de la violencia.

También debemos considerar en este estado de las cosas que la película refiere a un pleito antiquísimo, milenario, donde en un lugar muy estrecho de tierra deben convivir pueblos de distintas etnias, religiones e infinitos prejuicios, donde nunca está claro quien tira la primera piedra. Estallado el conflicto, aparecen mezclándose tanto el pasado como el presente, derivando los sucesos a un estado pleno de confusión, incluyendo la existencia de pueblos nómades que caminan el desierto.

La inexistencia de dialogo producida por la falta de la escucha del uno hacia el otro no hace otra cosa que devenir en un estado de violencia en la que es muy difícil determinar quién fue quien inició la contienda. El lugar de la compresión es ocupada por el de la sinrazón, y de allí al estallido de la violencia hay solo un paso. Consecuencia de ello, reina la confusión, la intransigencia, cerrando toda posibilidad de salida.

Con un guión muy prolijamente escrito, que da varias vueltas de tuerca sobre el asunto buscando siempre una salida donde prácticamente no la hay, termina convenciendo sobre porqué la violencia priva sobre la necesidad de dialogo. Muestra que aún Medio Oriente vive sumergido en un pasado lejos de un mundo con fronteras abiertas, que todavía sigue negando protagonismo a la mujer, aunque en el film siempre que aparece una mujer que lo hace desde una posición equilibrada, con compostura, y ocupando algunas posiciones claves como la de la jueza, y la abogada defensora del palestino.

La dirección de Ziad Doueiri es prolija, convencional, realmente responde a un estilo clásico que termina en película de juicio. Sabe que lo importante está en la letra del guión y en cómo se dice esa letra por los actores. Estamos ante una película donde el guión es la estrella y no el director, aunque Doueiri cumple ambos roles.

Un último dato para precisar el estado de las cosas en el Líbano nos dice que esta obra tuvo que pasar la censura y que el organismo público correspondiente obligo a poner una leyenda justo después de los titulo principales que dice que las opiniones vertidas en el film eran propias de sus autores y no necesariamente coincidían con la de los poderes públicos.

sábado, 24 de marzo de 2018

LA REINA DEL MIEDO de Valeria Bertucelli y Fabiana Tiscornia



MOMENTO DE ENCIERRO

En primer lugar, el estreno de una película argentina siempre es bienvenido, especialmente cuando se trata de gente del ambiente que ha decidido dar un paso adelante para seguir construyendo ese tan necesario cine nacional, fuente de trabajo para mucha más gente. En este caso es la opera prima de Valeria Bertucelli, con una interesante carrera como actriz en cine y teatro, de Fabiana Tiscornia, una mujer con una larga filmografía como asistente de dirección de los más importante directores argentinos, y Marcelo Tinelli, un animador y productor de televisión que se destaca por sus grandes espectáculos y series televisivas.

El film, prolijamente realizado desde lo cinematográfico, cuenta con un guión que encuentra algunas dificultades. Le cuesta avanzar, se enamora de su personaje estrella, y termina girando siempre sobre lo mismo, en lo que se transforma en un hecho egocéntrico alrededor de su protagonista principal, Robertina, una actriz destacada que se encuentra en un momento importante de su vida: su marido la acaba de abandonar, esta frente a un inminente estreno teatral que protagoniza, y tiene un amigo íntimo en Dinamarca que está muriendo de una enfermedad terminal. Un entorno que indudablemente la condiciona.

La dupla Bertucelli / Tiscornia encierra las acciones dando un aspecto claustrofóbico al film. Hay en ello un mérito dado que el encierro constituye un riesgo que las directoras asumen desde la primera escena. Ese miedo del título se instala como una presencia desde el inicio de la película, la cual puede ser divida en 4 actos: una introducción en la casa de Robertina, un viaje a Dinamarca a visitar a su amigo enfermo, un regreso apurado para estrenar obra en el teatro, y un epilogo que cierra un circulo que obviamente no deja salida.

Robertina muestra las fobias que padece desde el comienzo del film. Su personaje encerrado y acelerado, que pareciera ir y venir rebotando por las paredes, manifiesta una neurosis difícil de sanar. Pide ayuda y lo hace a los gritos pero lo hace desde su encierro y en consecuencia nadie la escucha. Se siente una víctima, y seguramente lo sea, pero de sí misma.

Por otro lado vive en una vorágine que la lleva en el mismo momento que está ensayando una obra de inminente estreno a tomar un avión para visitar a su amigo enfermo en Europa. Es claro que el viaje es un escape de sí misma más allá de la profunda amistad y el amor que siente por su amigo. Pero es también un acto de profunda irresponsabilidad frente a sus productores teatrales. No obstante, ella está buscando tomar distancia yendo hacia una situación en la que deja de ser la víctima para transformarse en apoyo de un amigo. Pero no lo logra. Su amigo, pese a su enfermedad, manifiesta tener un equilibrio y una entereza de la cual ella carece. Y la situación planteada, paradójicamente, termina en reversa.

Robertina es puro vértigo. Vive escapando de sí misma durante todo el tiempo. Esta afectada por una neurosis que desconoce aunque producida por las circunstancias que atraviesan su vida.

El estreno de la obra teatral volverá a ser otro momento que constituirá un nuevo vía crucis en su vida. Llena de pánico, presionada por sus productores, finalmente será ovacionada aunque no podrá escuchar los aplausos. Su angustia no la deja disfrutar del estreno y abandonará la obra.

El final cierra la película pero deja abierta la pesadilla. Robertina no ha podido salir de ella, ni seguramente podrá hacerlo. El cuadro que presenta y su entorno enfermizo requieren de una ayuda especializada de la cual carece.

Claustrofóbica y algo reiterativa, La Reina del Miedo funciona en virtud del carisma inigualable y la capacidad para transmitir sentimientos que tiene Valeria Bertucelli. Ella es el centro de atención de toda la película, y no hay escena que transcurra si su presencia. Su actuación es casi un muestrario de sus capacidades actorales, como así también de su tendencia al histrionismo.

Prolijamente realizada, intachable en sus rubros técnicos, la película queda como un retrato inacabado de una mujer que sufre una neurosis sin ninguna capacidad de salida aparente. Es la descripción de un momento. No hay un antes ni un después. La salida de la situación planteada es una incógnita. Ese devenir enfermizo que plantea la película es tal vez su mayor debilidad argumentalmente hablando, dado que lo plantea como una situación que no tiene una salida. El producto final queda como algo inacabado, extenso y reiterativo, subrayado con un final abierto que incluso hasta puede llegar a desconcertar al espectador.

viernes, 23 de marzo de 2018

MÁS FUERTE QUE EL DESTINO (STRONGER) de David Gordon Green



EL TRIUNFO DE LA VOLUNTAD

Desarrollada como una típica historia de superación personal, narra la historia de Jeff Bauman, un empleado de una casa de comidas en una barrio periférico de Boston que es gravemente herido durante un acto terrorista perpetrado durante la Maratón de Boston, Estados Unidos, en el Día de los Patriotas, el 15 de abril de 2013. Con un muy buen guión de John Pollono basado en el propio libro de Jeff Bauman, y dirigido con prolijidad por David Gordon Green, el film enfatiza en algunos aspectos dignos de destacar.

LO POSITIVO
Lo primero en destacar es el orden de las operaciones de rescate en medio del caos que origina el estallido de las bombas en el mismo momento de la llegada a la meta de los maratonistas. Ello genera que más allá de los inevitables daños físicos, sobre todo humanos, los operativos de rescate se realizaron con velocidad y eficiencia.

Al herido siempre le hacen comprender su enfermedad o la complejidad de sus heridas y que en ese lugar, recibirá la atención médica que necesita. La esperanza de vida se privilegia sobre toda otra cuestión porque ello implica que hay un futuro en la vida del paciente.  Dado que el mismo mantiene su estado de conciencia, nunca se le oculta lo ocurrido. Pero siempre se lo acompaña, y sobre todo, se le da esperanzas. Los médicos siempre se muestran participativos, entendiendo al enfermo y poniéndose a su servicio.
El Estado aparentemente está ausente, pero no es así. La existencia de una red de leyes sociales que se cumplen, da lugar a la existencia de seguros de vida y atención medica que resultan claves en la atención recibida. La idoneidad de los profesionales actuantes esta fuera de toda discusión. Aquí nadie reclama ni culpa al Estado de lo ocurrido. Los hechos terroristas son por definición crímenes federales. De eso se ocupará el FBI y su resolución no durará más de una semana. Lo que sigue es un tema de la justicia. En toda la película se percibe un ambiente constructivo.

LO NEGATIVO
En retribución de todo lo recibido, el Estado de la ciudad, intenta convertir a Bauman en un símbolo de la resistencia a la sinrazón del atentado. Su sobrevivencia lo convierte en héroe, y como tal, se lo invita (obliga) a asistir y exhibirse al principio de los partidos en el estadio de los Red Socks, el equipo local de béisbol. El Estado le pide colaboración con la intención solapada de mantener un ideal, el del patriotismo intacto más allá del daño colectivo que el atentado pudo haber provocado. Este acto, bajo el formato de un show deportivo absolutamente superfluo y vano, en principio parece una sobreactuación del Estado utilizando a un ciudadano lisiado con el propósito de mantener la cohesión social y la moral colectiva alta.

Por otra parte, la vida que lleva Bauman es la de un muchacho de clase baja americana, perteneciente a una familia disfuncional, donde sus padres están divorciados pero que ante los hechos ocurridos no dejan de estar presente. No obstante ello, la posición de los padres, especialmente de la madre, es la de querer aprovecha la celebridad que les genera el momento. Los famosos 10 minutos de gloria. El momento donde la madre le comunica que ha logrado una entrevista con Oprah Winfrey y Bauman se opone terminantemente es absolutamente patético. Es la debilidad de la madre ante un rapto de celebridad que no repara en el respeto a la intimidad que requiere su hijo.

Esta posición es totalmente contrapuesta a la que asume Erín, la ex novia de Bauman, quien retoma su noviazgo, le brinda todo su apoyo, se va a vivir con él en el pequeño departamento que habita con su madre, y vuelca todo su amor en tratar de ayudarlo a vivir una vida normal acompañandolo a partir de la anormalidad que ha provocado el hecho terrorista.

Otro hecho remarcable es que el pequeño departamento de dos plantas unidas por una escalera de madera en que viven es absolutamente inadecuado para el tipo de dificultad que el atentado produce sobre su cuerpo. Nadie, ni el Estado ni cualquier otra organización de asistencia social, aparecen en la casa de Bauman determinando que ese lugar donde vive es inconveniente para la discapacidad que padece.

LO IMPORTANTE
El resto de la película se concentra en la recuperación física y psicológica de Bauman (un convincente Jake Gillenhall). Un proceso que llevó como mínimo 6 meses, en los que mucho tuvo que ver Erín Hurley (magníficamente interpretada por Tatiana Maslany), la novia de Bauman con su aporte tanto físico como moral.

La sociedad americana, la bostoniana en particular, ha querido representar la vida, o mejor dicho, la sobrevida de Jeff Bauman como el triunfo del pacifismo sobre el terrorismo.  Pero el precio pagado ha sido muy alto, mucho más alto que lo que la sociedad estima. Bauman recuperó su estado de conciencia luego de dos operaciones donde perdió definitivamente las dos piernas con sus respectivos pies, haciéndosele quirúrgicamente los muñones necesarios para poder colocar las extremidades ortopédicas.

El atentado dejó un saldo de 3 muertos y 170 heridos. Se desconoce si la responsabilidad del ataque perpetrado fue obra de un par de individuos o de una organización, o si los mismos son de carácter nacional o internacional.  Debe quedar claro que toda vez que se atacan blancos civiles el atentado constituye un acto terrorista. Cabe reflexionar sobre los responsables del ataque. Ambos eran de origen checheno, debidamente nacionalizados en los Estados Unidos. Uno de ellos murió en el atentado. El otro fue condenado a muerte por las autoridades judiciales del estado de Massachusetts. La sentencia no se ha llevado a cabo. Nunca se encontraron vinculaciones entre ellos y la causa chechena.

En cuanto a la película, estamos ante un film honesto, con un mensaje positivo sobre la fuerza de voluntad de un individuo. En síntesis, un film que interesa, entretiene con un buen argumento y una narración cristalina que cumple con las expectativas despertadas ante su estreno.

domingo, 18 de marzo de 2018

EN PEDAZOS de Fatih Akin


JUSTICIA POR MANO PROPIA

Fatih Akin, director alemán, conocido en Argentina en 2002, año en que se estrenó en nuestros cines su película Contra la Pared, previamente galardonada en el Festival Internacional de Berlín, es un director algo resistido al que se lo acusa de demagógico por expresar enfáticamente y explícitamente sus ideas en favor de los emigrantes. Nacido en Alemania, descendiente de una familia turca, su cine ha estado siempre a favor de las minorías raciales.

Ahora regresa con otra película galardonada el año pasado en el Festival deCannes haciéndose acreedora al premio a la mejor actriz para su protagonista principal, la alemana de vasta trayectoria en el cine americano, Diane Kruger, quien interpreta a una mujer que pierde a su marido y a su hijo en un atentado terrorista.

La película narra con minuciosidad, primero el atentado, luego el duelo de Katia (la protagonista total de la historia), más tarde la investigación y posterior juicio que se lleva adelante en los juzgados federales con la intención de esclarecer el atentado y encontrar a los culpables, convirtiéndose primero en un film de carácter intimista para transformarse luego, en una película de juicio, llevada por las convenciones del film de acción y suspenso.

Tal como en la recientemente vista Tres Anuncios Para Un Crimen de Martin Mc Donaugh, Akin se hace participe con su coguionista Hark Bomm de poner en tela de juicio el garantismo judicial. ¿Pero qué es el Garantismo? Es la idea que el acusado debe tener derecho a un juicio justo, a no ser torturado, a que las pruebas en su contra sean claras y contundes respecto de su culpabilidad. Pero es también una garantía que a los ciudadanos comunes les hace pensar que el delincuente tiene más derechos asegurados que las víctimas.  Y lleva a preguntarse si acaso la Justicia no satisface mi necesidad de justicia, ¿debo hacer justicia por mano propia?

Esta cuestión levantada por ambas películas es muy interesante. Por un lado, las personas que se convierten en delincuentes lo son porque han violado la ley. Pero son los jueces los que tienen la responsabilidad y la obligación de dictar su sentencia en términos de lo que dice la ley y en el convencimiento propio de que las pruebas presentadas tanto por el acusador como por la defensa deben ser absolutamente convincentes de la inocencia o la culpabilidad del acusado. En esos términos debe estar planteado el juicio. Las pruebas deben ser contundentes para demostrar la culpabilidad.

En Tres Anuncios… se pone en tela de juicio el proceder policial. La protagonista acusa a la policía de no investigar lo suficiente. En la película de Akin se pone en discusión el fallo de los jueces. Las pruebas existentes que parecen contundentes no lo son a la luz de los jueces porque dejan un margen de duda. Esta cuestión parece poner en tela de juicio el garantismo. Antes solíamos decir: Dura es la Ley, pero es La Ley. Ahora el garantismo parece llenar esa ley de humanismo. Entonces nos preguntamos por qué un asesino o un terrorista deben ser tratados humanamente toda vez que sus actos desprecian al propio ser humano.

La sagacidad de Akin consiste en manejar el punto de vista del espectador a la par de la protagonista. O sea, lo convierte en testigo. Lo involucra. El espectador comparte el conocimiento de Katia. La acompaña en su demanda de justicia. Podría ser un testigo imparcial que no es llamado a declarar, y ratificar desde otro punto de vista (el de la cámara), cuál es su visión de los hechos.

Obviamente, el espectador de la película de Akin tiene todos los elementos para juzgar a los terroristas. Pero no participa del juicio. Ha visto los hechos, reconocido a los actores. Como espectador ha tomado una decisión que es obvia. Pero la rebeldía del director, y su coguionista, deciden contradecir lo obvio y dar un giro inesperado a la película. Es aquí donde aparece el garantismo.

Tal vez “En Pedazos” no sea la mejor película de Akin, pero sin lugar a dudas es un film bien estructurado, entretenido, atrapante, que genera una empatía natural con el personaje, que además cuenta con una actuación descollante de Diane Kruger (protagonista de The Bridge en Netflix), que provoca al espectador, incluso con un par de golpes bajos, pero que logra meterlo e involucrarlo en lo que está contando. A pesar de su tema, es un film más físico que intelectual. El espectador siente lo que su protagonista experimenta. Estamos ante un gran drama de nuestros tiempos: las consecuencias de la inmigración no deseada. Akin se pasa de la raya, pero… el espectador sale ganando.

viernes, 16 de marzo de 2018

EL HILO FANTASMA de Paul Thomas Anderson



SOBRE EL PASO DEL TIEMPO Y LOS CAMBIOS

El film es la historia sobre un modisto inglés, a mediados de los 50, cuyo argumento puede ser analizado desde diferentes ángulos que abarcan tanto lo social como político, e incluso lo psicológico.

En primer término se trata de una delicada reflexión sobre el arte y la soledad del artista. De cómo la moda marca una época, y de cómo un hombre es capaz de transformar el gusto de la gente a través del arte. Pero también hay algo más tangible, más concreto. Estamos ante un análisis de la evolución política y social inglesa, sus grandes cambios en un momento dado de la historia, aquellos que transcurren ente fines de los 40 y principios de los 50.

Se trata de la descripción de un hombre solitario, un tal Reynolds Woodcock, interpretado por Daniel Day Lewis, que vive con su hermana Cyril (Leslie Manville), encerrado en una casa taller de un barrio de Londres donde pasa la mayor parte de su vida diseñando y realizando vestidos que hacen sentir su influencia sobre la clase alta y la realeza. Pero lo de Reynolds no es simplemente la tarea de un modisto o de un sastre. Reynolds es un artista que impone tendencias. Una especie de rey que se acerca a una deidad en el mundo de la moda.

Resulta muy interesante la idea de cómo un hombre solitario, alguien que vive en su mansión alejado del mundanal ruido, es capaz de imponer cambios en los gustos sociales a través de sus trabajo. Es que en el propio taller de Reynolds se respeta un orden jerárquico tradicional, el orden victoriano de la misma sociedad inglesa con Reynolds como cabeza visible, mientras su hermana Cyril se encarga de la confección, la administración y manutención de la clientela. Esa situación es un paralelismo del orden imperante. Reynolds es el Rey mientras que su hermana es la Primer Ministro. Dentro de esa organización, 
Reynolds opera, además, como una deidad a la que todos le rinden tributo y adoración.

Todo este orden se altera de repente cuando aparece en su vida otra mujer, Alma (Vicky Crieps), una camarera de un bar, de una condición social menor. Esa muchacha de clase baja de la cual Reynolds se enamora idílicamente es el pueblo. Con ella mantendrá una relación muy particular. La llevará a vivir a su casa e incluso le dará diversas tareas dentro del taller de costura. Pero habitarán en cuartos separados y Alma disputará con Cyril el control de la casa y del negocio. Es el momento en que el laborismo ingles derrota a Churchill, y los paralelismos observan que Inglaterra pierde su supremacía en el mundo y los Estados Unidos se convierten en la nueva gran potencia.

Consecuencia de ello, todo aquel orden comienza a resquebrajarse paulatinamente. Tal vez, el inició de ello haya sido la muerte de la propia madre de Reynolds, una reina madre (acaso la Reina Victoria cuyo reinado dejó huellas suficientes para generar una era). Es que la madre de Reynolds, su recuerdo, es como un tótem, un ser omnipresente cuyos atributos no son otros que los de la sabiduría y el amor infinito. La relación entre madre e hijo ha ido más allá de las convenciones sociales, tomando rasgos religiosos. Se ha transformado en la de un creyente y su deidad. Ahora todo está comenzando a cambiar. Y esa presión del cambio es la a raíz por la cual Reynolds, finalmente, acepta casarse con Alma. Esto provocará más que una unión, modificaciones en la estructura y cambios inexorables en su vida que coinciden con los cambios sociales que se observan en la propia sociedad inglesa.

La vida hogareña de Reynolds comenzará a imponerse sobre su vida profesional. El éxito profesional comenzará a serle esquivo. Sufrirá perdida de clientela que buscara a los nuevos diseñadores y las nuevas tendencias. Es el comienzo del derrumbe del orden victoriano a mediados de los 50. La aparición de nuevas costumbres, los cambios en la música, la aparición de la minifalda, el desacartonamiento de la enseñanza, la perdida de rigidez y la permeabilidad en las condiciones sociales.

Esta es la segunda colaboración de Daniel Day Lewis en una película de Paul Thomas Anderson. Anteriormente, había estado en Petróleo Sangriento, trabajo que le valió un Oscar en el año 2007. Decir que Lewis es uno de los mejores actores de su generación es redundante. Lo cierto es que a partir de su creación de Reynolds la película cobra vida y genera interés, y sin lugar a dudas, es otra de sus grandes actuaciones.

Anderson es un guionista y director experimentado, uno de los pocos que puede ser llamado autor en el cine americano. Su primer film estrenado en Argentina es Boogie Nights que data de 1997. A lo largo de estos años estrenó sólo seis trabajos más incluidos el presente estreno: Magnolia, Embriagado de Amor, Petróleo Sangriento, The Master, y Puro Vicio. Su cine péndula entre el relato colectivo y el retrato individual. En los últimos años, su obra se ha ocupado de un personaje principal alrededor del cual se desarrollan todos los acontecimientos. En ese aspecto, la elección de Daniel Day Lewis y su notable actuación es clave en el éxito de la película.

El Hilo Fantasma es aquel que marca el curso de los acontecimientos. El que nadie lo ve, pero que está detrás de los grandes cambios. En la película, siempre, por más insignificante que sea, está ocurriendo algo. La historia no se detiene como no se detiene nuestro mundo que gira en forma permanente. El tiempo pasa, marca momentos en la vida, el hombre envejece, y después, inexorablemente, muere. Todo pasa, algunas cosas quedan, pero el cambio es permanente. Un comentario final para la música de la película. Se trata de una gran banda de sonido que subraya toda la película sin molestar. En una de las escenas del principio encontramos a My Foolish Heart y My Ship por Oscar Peterson, acompañado por la orquesta de Nelson Riddle. Dos joyas del jazz moderno.

domingo, 11 de marzo de 2018

YO, TONYA de Craig Gillespie


LA OTRA CARA DEL SUEÑO AMERICANO


Esta película de Craig Gillespie (Horas Contadas, 2016) está basada en la vida real de Tonya Harding, una patinadora sobre hielo que llegó a representar dos veces a los Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de Invierno y en el Campeonato Mundial de Patín Artístico. En 1991 logró concretar una proeza: realizó un triple Axel (un giro en el aire de tres revoluciones y media) que repitió tanto en el Campeonato de Estado Unidos como en el Campeonato Mundial., aunque, no logró vencer en esta última competencia.

El film, con un humor lleno de sarcasmo, aborda la vida de Tonya, una vida que es la otra cara del sueño americano. Cuarta hija del quinto casamiento de su madre, creció calzada sobre un par de patines para realizar el sueño personal de su madre. Es la historia de una persona criada bajo los mandatos autoritarios de una madre imposible de imaginar que habita en los márgenes mismos de una sociedad sedienta de éxito a principios de los 70. Lejos del realismo, el film adopta un estilo farsesco que narra la vida de pesadilla de Tonya, epicentro de relaciones enfermas que se desarrollan desde su infancia hasta su adultez. Dichas relaciones comienzan con la crueldad de su madre y se continúan en su vida marital. En consecuencia, la frustración y la falta de autoestima se transforman en moneda corriente en su vida.

Con un tono de sátira (que por momentos se transforma en farsa) de principio a fin que Gillespie no abandona, el film recorre desde la niñez de Tonya hasta aquellos días finales en que por causas policiales debe abandonar la competencia. La vida de Tonya es el recorrido de alguien criado dentro de un esquema de absoluta rigidez que, cuando crece y llega a la adultez, es incapaz de manejarse sola dentro de las convencionalidades sociales.
Madre e hija representan una relación de amo-esclavo que cuando Tonya contrae matrimonio, lejos de liberarse, se profundizan en la pretendida unión matrimonial con su marido. Esa relación de esclavitud le signa su vida y le impide ser libre, tomar sus propias decisiones, y lo que es peor, ser ella misma en las competencias al tal punto de bloquearla no dejarla expresarse libremente sobre sus patines.

Gillespie maneja con gran soltura el estupendo guión que le sirve Steven Roger (Love The Coopeers, 2015; Postdata, Te Quiero, 2007). Su mirada sobre Tonya es irónica, ciertamente impiadosa, pero a su vez la pinta como un ser humano condicionado por una madre castradora, un padre ausente, una situación social de pobreza extrema, una  educación insuficiente que no le ha dado siquiera la libertad para discernir con claridad entre el bien y el mal, entre lo conveniente y lo inconveniente. De hecho, Tonya abandonó sus estudios en el 4to año del secundario.

Tonya tiene un sueño que la motoriza pero en realidad es incapaz de llevarlo a cabo. Equivoca la mayoría de las acciones necesarias para alcanzarlo. La única persona capaz de ejercer una influencia positiva sobre ella es su entrenadora Diane Rawlinson, magníficamente interpretada por Juliana Nicholson, pero Tonya vive en una vorágine en la que se mezcla juventud, falta de experiencia, ignorancia de vida, un marco social no exento de violencia que le impide no solo llevar una vida disciplinada sino también, concretar aquellos sueños.

Margot Robbie luce en su papel de la patinadora logrando que el resplandor de la luz de las pistas de patinaje sobre hielo no encandile la vida real, y rebele la precaria y solitaria vida de Tonya, una persona incapaz de discernir moralmente, siempre llevada de las narices por alguien negativo de su entorno (alternativamente su madre y su marido).

Allison Janey como LaVona, retrata con toda exactitud a una madre posesiva que anula la personalidad de su hija transformándola en una marioneta lastimosa incapaz de alcanzar su sueño por su falta de autoestima, de seguridad en sí misma. Cabe agregar que Allison Janey, por la interpretación de este papel, se hizo acreedora a la Mejor Actriz de Reparto en la reciente entrega de los premios Oscar.

Más allá de la sátira, estamos ante una gran película que, socialmente, muestra la otra cara del sueño americano, aquel construido después de la gran depresión y que parece haberse hecho realidad en los años 50 cuando los Estados Unidos salen victoriosos de la segunda guerra mundial. Los personajes de Yo, Tonya están lejos de ser partícipes de aquel sueño en los 80, y en los 90, años en los que transcurre la acción del film, donde comienzan a sentir que la persecución de aquel sueño se ha vuelto una quimera imposible de alcanzar. Para muchos, como consecuencia de sus propias limitaciones, para otros por una mala interpretación de la realidad, para la mayoría porque el famoso sueño tal vez nunca les perteneció.

martes, 6 de marzo de 2018

LADY BIRD de Greta Gerwig


MOMENTO DE DECISIÓN

Lady Bird tiene 17 años. Está en plena crisis de la adolescencia, esa edad en que todo puede terminar en una discusión, especialmente con su madre. La primera escena es una síntesis de los que será la película. Su madre pasa a buscarla por el Colegio, y juntas deciden hacer algo que les gusta: acercarse a un sueño. Ese sueño no es otro que el sueño americano, aquel que garantiza la oportunidad de prosperar, tener éxito social, y permita una movilidad hacia arriba.

La película describirá ese último año de escuela secundaria en el cual Lady Bird decidirá llenar haciendo teatro, explorando las intimidades del sexo, y buscando una universidad que la acepte. Con un relato sencillo, bien estructurado, y la maravillosa actuación de Saoirsi Roman, la película se constituirá en uno de los enfoques más interesantes que el cine actual le haya dedicado a la adolescencia, ese periodo de la vida donde la persona trata de formarse.

El film de Greta Gerwig, autora también del guión, no solo explora ese periodo de crecimiento con un gran equilibrio que despierta el interés del espectador, sino también realizando  una pintura social de clase media que refleja el mundo que estamos viviendo, un mundo donde falta trabajo, donde padres e hijos compiten por un mismo puesto de trabajo, donde se le da prioridad a los jóvenes, se descarta con gran facilidad a los mayores, y la sociedad impone la imperiosa necesidad de estudiar, de formarse para poder desarrollar nuevas capacidades que permitan competir en un mundo laboral que se presenta cada vez más hostil.

En ese esa intersección entre el fin de un ciclo y el comienzo de otro, es donde Lady Bird expresa sus mayores preocupaciones sociales. La elección de una universidad no es una simple cuestión personal, depende también del costo de la misma, y de la aceptación por parte de la Universidad. Es necesario realizar varias aplicaciones para finalmente ser aceptado. Lady Bird lo hará consciente de las limitaciones económicas que tienen sus padres, y no solo buscará el lugar donde irá sino también la beca que necesita para pagar sus estudios.

Lady Bird muestra en todo momento una adolescente inquieta respecto de un futuro en el cual están incluidos sus propios padres. Ella, inconscientemente, está previendo la crisis de un cambio que se avecina, que si bien no es hostil, sabe que es complicado. Tal como Benjamin Braddock, el protagonista de El Graduado, observa que el futuro no está asegurado con la sola cuestión de estudiar y eso la preocupa.

El personaje central está ante un momento de decisión. Es un momento en la vida de un adolescente que sabe que está decidiendo el camino hacia su futuro. Es la ruta hacia un sueño dentro una realidad adversa, áspera pero no imposible de superar. En el positivismo, esa creencia en si misma de Lady Bird, en esa fuerza interior que la empuja, se encuentra su razón del ser. Ella está dispuesta a correr el riesgo. No hay futuro sin riesgo. Ella lo sabe y lo asume. En esa decisión decide gran parte de su vida futura.

Partiendo de un guión simple y realista muy bien escrito por la también directora  Greta Gerwig, y de la estupenda actuación de Saoirsi Ronan, Lady Bird se alza como una comedia que no solo describe a un adolecente de nuestra época sino también se convierte en un fresco de la realidad americana de nuestros días,  de la falta de expectativas, y que la iniciativa personal es el principal motor de empuje que tiene un ser humano, aquella capacidad de derribar cualquier barrera que se le interponga por delante.

jueves, 1 de marzo de 2018

EL ROBO PERFECTO de Christian Gudegast


CONTUNDENTE Y EFICAZ

Estamos ante un nuevo film sobre policías y ladrones que le hacer honor a la palabra nuevo. No es una película revolucionaria del género, pero si es una película muy bien contada, con recursos narrativos modernos, muy equilibrada en la descripción y el peso que le otorga tanto al policía bueno como al ladrón malo, aunque también podríamos decir que deja de lado a casi todo el resto del cast.

En realidad, en el film de Gudegast no hay ni buenos ni malos. Hay hombres violentos que tratan de sobrevivir. A unos les toca el rol de robar. A otros el de mantener la ley y orden. Ambos son buenos y malos a la vez. No hay escalas morales. Los personajes son estereotipos aunque unos, los que defienden la ley, parecen ser más útiles para la sociedad que los otros.

Film absolutamente violento, de una fisicidad notable, que por momentos estalla en la pantalla y se hace sentir en el propio cuerpo, tiene la virtud no solo de entretener sino de entrar en la vida de esos personajes dominados por la violencia que parecen querer estar siempre escapando de un infierno que no tiene salida.

El Robo Perfecto es un film de acción cuya trama comienza en el momento mismo que caen los primeros dos títulos. No hay presentación y el director Gudegast va directamente al grano. Una autopista en Los Angeles, lugar donde transcurrirá la mayor parte del film, encerrará a cielo abierto a los protagonistas en un devenir permanente, donde policías persiguen ladrones, y los ladrones persiguen un botín. La película es un western urbano que se desarrolla bajo el sol de California en nuestros días. La trama refiere a un robo que comienza a materializarse en ese mismo momento. Media hora después sabremos que lo mejor está por comenzar.

Christian Gudegast es un debutante en la dirección cinematográfica que debe tener mucho cine de acción visto durante su vida porque su capacidad narrativa es absolutamente notable. El film dura 140 minutos y es imposible despegarse de la butaca durante todo ese tiempo. El director atrapa con recursos narrativos lícitos y no suelta al espectador hasta que la palabra fin impone la cesación del relato.

Es cierto, por otra parte, que Gudegast es un escritor, un guionista experimentando, que, entre otras cosas, tiene en su haber guiones muy entretenidos como Londres Bajo Fuego, también con Gerard Butler en 2016 y Un Hombre Diferente con Vin Disel en 2003. No obstante su falta de experiencia tras las cámaras, Gudegast da una clase de narración cinematográfica moderna. El film se sostiene solo con las imágenes que muestra mientras que la trama es una simple indicación de lugares y de nombres donde transcurre la acción. Un par de escenas le sirven para dramatizar la acción y describir, por un lado, la soledad del policía abandonado por su mujer, y por otro, la pertenencia a un clan del delincuente principal, describiendo a un grupo donde reina la más absoluta camaradería y el respeto por una autoridad de orden militar que destaca el pasado de los miembros de la banda como ex marines.

La película hace recordar a algunos film de años atrás. El estilo de Gudegast remite a Michael Mann, concretamente a una de sus películas: Heat, con Robert de Niro y Al Pacino. El enfrentamiento entre ladrón y policía es el mismo y esta surcado por la misma fatalidad. Por otro lado, la minuciosidad del robo me trae a la memoria una película muy anterior de la década del 60 que dirigida por Marco Vicario era 7 Hombres de Oro, un éxito del cine italiano de aquella época.

Impecable en sus rubros técnicos, el film reitera y se integra a una sucesión de policiales que hemos visto durante los últimos meses (Baby Driver de Edgar Wright; La Estafa de Logan de Steven Soderbergh; y Good Time de Bennie y Josh Safdie) que parecen resucitar el género con las mejores intenciones. Gerard Butler es el policía “Big Nick” O´Brian y Pablo Schreiber es Ray Merrimen, el delincuente ex marine. Ambos están muy bien en sus papeles aunque el dramatismo de sus papeles emerge más de esa persecución implacable, al borde de lo paranoico, que uno está haciendo del otro y que en el fondo los está uniendo de una manera tal que en el final solo emergerá la tremenda soledad que en que está sumergido cada uno de ellos.