jueves, 1 de marzo de 2018

EL ROBO PERFECTO de Christian Gudegast


CONTUNDENTE Y EFICAZ

Estamos ante un nuevo film sobre policías y ladrones que le hacer honor a la palabra nuevo. No es una película revolucionaria del género, pero si es una película muy bien contada, con recursos narrativos modernos, muy equilibrada en la descripción y el peso que le otorga tanto al policía bueno como al ladrón malo, aunque también podríamos decir que deja de lado a casi todo el resto del cast.

En realidad, en el film de Gudegast no hay ni buenos ni malos. Hay hombres violentos que tratan de sobrevivir. A unos les toca el rol de robar. A otros el de mantener la ley y orden. Ambos son buenos y malos a la vez. No hay escalas morales. Los personajes son estereotipos aunque unos, los que defienden la ley, parecen ser más útiles para la sociedad que los otros.

Film absolutamente violento, de una fisicidad notable, que por momentos estalla en la pantalla y se hace sentir en el propio cuerpo, tiene la virtud no solo de entretener sino de entrar en la vida de esos personajes dominados por la violencia que parecen querer estar siempre escapando de un infierno que no tiene salida.

El Robo Perfecto es un film de acción cuya trama comienza en el momento mismo que caen los primeros dos títulos. No hay presentación y el director Gudegast va directamente al grano. Una autopista en Los Angeles, lugar donde transcurrirá la mayor parte del film, encerrará a cielo abierto a los protagonistas en un devenir permanente, donde policías persiguen ladrones, y los ladrones persiguen un botín. La película es un western urbano que se desarrolla bajo el sol de California en nuestros días. La trama refiere a un robo que comienza a materializarse en ese mismo momento. Media hora después sabremos que lo mejor está por comenzar.

Christian Gudegast es un debutante en la dirección cinematográfica que debe tener mucho cine de acción visto durante su vida porque su capacidad narrativa es absolutamente notable. El film dura 140 minutos y es imposible despegarse de la butaca durante todo ese tiempo. El director atrapa con recursos narrativos lícitos y no suelta al espectador hasta que la palabra fin impone la cesación del relato.

Es cierto, por otra parte, que Gudegast es un escritor, un guionista experimentando, que, entre otras cosas, tiene en su haber guiones muy entretenidos como Londres Bajo Fuego, también con Gerard Butler en 2016 y Un Hombre Diferente con Vin Disel en 2003. No obstante su falta de experiencia tras las cámaras, Gudegast da una clase de narración cinematográfica moderna. El film se sostiene solo con las imágenes que muestra mientras que la trama es una simple indicación de lugares y de nombres donde transcurre la acción. Un par de escenas le sirven para dramatizar la acción y describir, por un lado, la soledad del policía abandonado por su mujer, y por otro, la pertenencia a un clan del delincuente principal, describiendo a un grupo donde reina la más absoluta camaradería y el respeto por una autoridad de orden militar que destaca el pasado de los miembros de la banda como ex marines.

La película hace recordar a algunos film de años atrás. El estilo de Gudegast remite a Michael Mann, concretamente a una de sus películas: Heat, con Robert de Niro y Al Pacino. El enfrentamiento entre ladrón y policía es el mismo y esta surcado por la misma fatalidad. Por otro lado, la minuciosidad del robo me trae a la memoria una película muy anterior de la década del 60 que dirigida por Marco Vicario era 7 Hombres de Oro, un éxito del cine italiano de aquella época.

Impecable en sus rubros técnicos, el film reitera y se integra a una sucesión de policiales que hemos visto durante los últimos meses (Baby Driver de Edgar Wright; La Estafa de Logan de Steven Soderbergh; y Good Time de Bennie y Josh Safdie) que parecen resucitar el género con las mejores intenciones. Gerard Butler es el policía “Big Nick” O´Brian y Pablo Schreiber es Ray Merrimen, el delincuente ex marine. Ambos están muy bien en sus papeles aunque el dramatismo de sus papeles emerge más de esa persecución implacable, al borde de lo paranoico, que uno está haciendo del otro y que en el fondo los está uniendo de una manera tal que en el final solo emergerá la tremenda soledad que en que está sumergido cada uno de ellos.

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