viernes, 30 de marzo de 2018

EL INSULTO de Ziad Doueiri


PONER LA OTRA MEJILLA

Toni parece estar en el momento más feliz de su vida. Su mujer espera un hijo y su trabajo en un taller mecánico funciona de maravillas. Sin embargo, una tarde, observa que por segunda vez, una cuadrilla municipal intenta colocar un caño de desagüe a través de su balcón. Ello lo lleva a una discusión con el capataz de la obra.

Un incidente menor que destapa un problema mayor. Toni es un cristiano libanes. El obrero de la cuadrilla municipal, un palestino que vive refugiado en el Líbano. El pequeño incidente eleva paulatinamente su nivel de violencia bastando y sobrando como para llevar las cosas al campo de la justicia. En ese ámbito se dirimirá un pleito de fuertes connotancias patrióticas, sociales, y religiosas que partiendo de una discusión callejera termina reclamando la atención del propio presidente de la República y formando parte de una escalada de violencia que no tiene fin en todo Medio Oriente.

El film, llevado como un largo juicio donde parece no haber principio y cuesta demasiado encontrar final, recrea un estado de situación social difícil de equilibrar por la simple vía política y/o judicial, terminando la mayoría de las veces en una violencia feroz.

Describe una situación donde nadie está libre de haber tirado la primera piedra, pero también todos parecen culpables e inocentes a la vez. Un insulto que requiere de una disculpa es la chispa que enciende un escándalo que mediatizado judicialmente termina por transformarse en una cuestión nacional y más tarde de Estado.

Así son las cosas en Medio Oriente. Siempre en los extremos haciendo imposible la convivencia pacífica porque nadie escucha al otro y el dialogo aparece como algo imposible de ejercitar. Transcurre, además, en un ámbito lleno de prejuicios raciales y sociales que condicionan e impiden el mencionado dialogo, y lo que es peor, lleva a dirimir los conflictos a través de la violencia.

También debemos considerar en este estado de las cosas que la película refiere a un pleito antiquísimo, milenario, donde en un lugar muy estrecho de tierra deben convivir pueblos de distintas etnias, religiones e infinitos prejuicios, donde nunca está claro quien tira la primera piedra. Estallado el conflicto, aparecen mezclándose tanto el pasado como el presente, derivando los sucesos a un estado pleno de confusión, incluyendo la existencia de pueblos nómades que caminan el desierto.

La inexistencia de dialogo producida por la falta de la escucha del uno hacia el otro no hace otra cosa que devenir en un estado de violencia en la que es muy difícil determinar quién fue quien inició la contienda. El lugar de la compresión es ocupada por el de la sinrazón, y de allí al estallido de la violencia hay solo un paso. Consecuencia de ello, reina la confusión, la intransigencia, cerrando toda posibilidad de salida.

Con un guión muy prolijamente escrito, que da varias vueltas de tuerca sobre el asunto buscando siempre una salida donde prácticamente no la hay, termina convenciendo sobre porqué la violencia priva sobre la necesidad de dialogo. Muestra que aún Medio Oriente vive sumergido en un pasado lejos de un mundo con fronteras abiertas, que todavía sigue negando protagonismo a la mujer, aunque en el film siempre que aparece una mujer que lo hace desde una posición equilibrada, con compostura, y ocupando algunas posiciones claves como la de la jueza, y la abogada defensora del palestino.

La dirección de Ziad Doueiri es prolija, convencional, realmente responde a un estilo clásico que termina en película de juicio. Sabe que lo importante está en la letra del guión y en cómo se dice esa letra por los actores. Estamos ante una película donde el guión es la estrella y no el director, aunque Doueiri cumple ambos roles.

Un último dato para precisar el estado de las cosas en el Líbano nos dice que esta obra tuvo que pasar la censura y que el organismo público correspondiente obligo a poner una leyenda justo después de los titulo principales que dice que las opiniones vertidas en el film eran propias de sus autores y no necesariamente coincidían con la de los poderes públicos.

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