Fatih Akin,
director alemán, conocido en Argentina en 2002, año en que se estrenó en
nuestros cines su película Contra la Pared, previamente galardonada en el
Festival Internacional de Berlín, es un director algo resistido al que se lo
acusa de demagógico por expresar enfáticamente y explícitamente sus ideas en
favor de los emigrantes. Nacido en Alemania, descendiente de una familia turca,
su cine ha estado siempre a favor de las minorías raciales.
Ahora
regresa con otra película galardonada el año pasado en el Festival deCannes haciéndose acreedora al premio a la mejor actriz para su protagonista
principal, la alemana de vasta trayectoria en el cine americano, Diane Kruger,
quien interpreta a una mujer que pierde a su marido y a su hijo en un atentado
terrorista.
La película
narra con minuciosidad, primero el atentado, luego el duelo de Katia (la
protagonista total de la historia), más tarde la investigación y posterior
juicio que se lleva adelante en los juzgados federales con la intención de
esclarecer el atentado y encontrar a los culpables, convirtiéndose primero en
un film de carácter intimista para transformarse luego, en una película de juicio,
llevada por las convenciones del film de acción y suspenso.
Tal como en la
recientemente vista Tres Anuncios Para Un Crimen de Martin Mc Donaugh, Akin se
hace participe con su coguionista Hark Bomm de poner en tela de juicio el
garantismo judicial. ¿Pero qué es el Garantismo? Es la idea que el acusado debe
tener derecho a un juicio justo, a no ser torturado, a que las pruebas en su
contra sean claras y contundes respecto de su culpabilidad. Pero es también una
garantía que a los ciudadanos comunes les hace pensar que el delincuente tiene más
derechos asegurados que las víctimas. Y
lleva a preguntarse si acaso la Justicia no satisface mi necesidad de justicia,
¿debo hacer justicia por mano propia?
Esta
cuestión levantada por ambas películas es muy interesante. Por un lado, las
personas que se convierten en delincuentes lo son porque han violado la ley.
Pero son los jueces los que tienen la responsabilidad y la obligación de dictar
su sentencia en términos de lo que dice la ley y en el convencimiento propio de
que las pruebas presentadas tanto por el acusador como por la defensa deben ser
absolutamente convincentes de la inocencia o la culpabilidad del acusado. En
esos términos debe estar planteado el juicio. Las pruebas deben ser
contundentes para demostrar la culpabilidad.
En Tres
Anuncios… se pone en tela de juicio el proceder policial. La protagonista acusa
a la policía de no investigar lo suficiente. En la película de Akin se pone en
discusión el fallo de los jueces. Las pruebas existentes que parecen contundentes
no lo son a la luz de los jueces porque dejan un margen de duda. Esta cuestión parece
poner en tela de juicio el garantismo. Antes solíamos decir: Dura es la Ley,
pero es La Ley. Ahora el garantismo parece llenar esa ley de humanismo.
Entonces nos preguntamos por qué un asesino o un terrorista deben ser tratados humanamente
toda vez que sus actos desprecian al propio ser humano.
La sagacidad
de Akin consiste en manejar el punto de vista del espectador a la par de la
protagonista. O sea, lo convierte en testigo. Lo involucra. El espectador comparte
el conocimiento de Katia. La acompaña en su demanda de justicia. Podría ser un
testigo imparcial que no es llamado a declarar, y ratificar desde otro punto de
vista (el de la cámara), cuál es su visión de los hechos.
Obviamente,
el espectador de la película de Akin tiene todos los elementos para juzgar a
los terroristas. Pero no participa del juicio. Ha visto los hechos, reconocido
a los actores. Como espectador ha tomado una decisión que es obvia. Pero la
rebeldía del director, y su coguionista, deciden contradecir lo obvio y dar un
giro inesperado a la película. Es aquí donde aparece el garantismo.
Tal vez “En
Pedazos” no sea la mejor película de Akin, pero sin lugar a dudas es un film
bien estructurado, entretenido, atrapante, que genera una empatía natural con
el personaje, que además cuenta con una actuación descollante de Diane Kruger (protagonista
de The Bridge en Netflix), que provoca al espectador, incluso con un par de
golpes bajos, pero que logra meterlo e involucrarlo en lo que está contando. A
pesar de su tema, es un film más físico que intelectual. El espectador siente
lo que su protagonista experimenta. Estamos ante un gran drama de nuestros
tiempos: las consecuencias de la inmigración no deseada. Akin se pasa de la
raya, pero… el espectador sale ganando.
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