domingo, 11 de marzo de 2018

YO, TONYA de Craig Gillespie


LA OTRA CARA DEL SUEÑO AMERICANO


Esta película de Craig Gillespie (Horas Contadas, 2016) está basada en la vida real de Tonya Harding, una patinadora sobre hielo que llegó a representar dos veces a los Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de Invierno y en el Campeonato Mundial de Patín Artístico. En 1991 logró concretar una proeza: realizó un triple Axel (un giro en el aire de tres revoluciones y media) que repitió tanto en el Campeonato de Estado Unidos como en el Campeonato Mundial., aunque, no logró vencer en esta última competencia.

El film, con un humor lleno de sarcasmo, aborda la vida de Tonya, una vida que es la otra cara del sueño americano. Cuarta hija del quinto casamiento de su madre, creció calzada sobre un par de patines para realizar el sueño personal de su madre. Es la historia de una persona criada bajo los mandatos autoritarios de una madre imposible de imaginar que habita en los márgenes mismos de una sociedad sedienta de éxito a principios de los 70. Lejos del realismo, el film adopta un estilo farsesco que narra la vida de pesadilla de Tonya, epicentro de relaciones enfermas que se desarrollan desde su infancia hasta su adultez. Dichas relaciones comienzan con la crueldad de su madre y se continúan en su vida marital. En consecuencia, la frustración y la falta de autoestima se transforman en moneda corriente en su vida.

Con un tono de sátira (que por momentos se transforma en farsa) de principio a fin que Gillespie no abandona, el film recorre desde la niñez de Tonya hasta aquellos días finales en que por causas policiales debe abandonar la competencia. La vida de Tonya es el recorrido de alguien criado dentro de un esquema de absoluta rigidez que, cuando crece y llega a la adultez, es incapaz de manejarse sola dentro de las convencionalidades sociales.
Madre e hija representan una relación de amo-esclavo que cuando Tonya contrae matrimonio, lejos de liberarse, se profundizan en la pretendida unión matrimonial con su marido. Esa relación de esclavitud le signa su vida y le impide ser libre, tomar sus propias decisiones, y lo que es peor, ser ella misma en las competencias al tal punto de bloquearla no dejarla expresarse libremente sobre sus patines.

Gillespie maneja con gran soltura el estupendo guión que le sirve Steven Roger (Love The Coopeers, 2015; Postdata, Te Quiero, 2007). Su mirada sobre Tonya es irónica, ciertamente impiadosa, pero a su vez la pinta como un ser humano condicionado por una madre castradora, un padre ausente, una situación social de pobreza extrema, una  educación insuficiente que no le ha dado siquiera la libertad para discernir con claridad entre el bien y el mal, entre lo conveniente y lo inconveniente. De hecho, Tonya abandonó sus estudios en el 4to año del secundario.

Tonya tiene un sueño que la motoriza pero en realidad es incapaz de llevarlo a cabo. Equivoca la mayoría de las acciones necesarias para alcanzarlo. La única persona capaz de ejercer una influencia positiva sobre ella es su entrenadora Diane Rawlinson, magníficamente interpretada por Juliana Nicholson, pero Tonya vive en una vorágine en la que se mezcla juventud, falta de experiencia, ignorancia de vida, un marco social no exento de violencia que le impide no solo llevar una vida disciplinada sino también, concretar aquellos sueños.

Margot Robbie luce en su papel de la patinadora logrando que el resplandor de la luz de las pistas de patinaje sobre hielo no encandile la vida real, y rebele la precaria y solitaria vida de Tonya, una persona incapaz de discernir moralmente, siempre llevada de las narices por alguien negativo de su entorno (alternativamente su madre y su marido).

Allison Janey como LaVona, retrata con toda exactitud a una madre posesiva que anula la personalidad de su hija transformándola en una marioneta lastimosa incapaz de alcanzar su sueño por su falta de autoestima, de seguridad en sí misma. Cabe agregar que Allison Janey, por la interpretación de este papel, se hizo acreedora a la Mejor Actriz de Reparto en la reciente entrega de los premios Oscar.

Más allá de la sátira, estamos ante una gran película que, socialmente, muestra la otra cara del sueño americano, aquel construido después de la gran depresión y que parece haberse hecho realidad en los años 50 cuando los Estados Unidos salen victoriosos de la segunda guerra mundial. Los personajes de Yo, Tonya están lejos de ser partícipes de aquel sueño en los 80, y en los 90, años en los que transcurre la acción del film, donde comienzan a sentir que la persecución de aquel sueño se ha vuelto una quimera imposible de alcanzar. Para muchos, como consecuencia de sus propias limitaciones, para otros por una mala interpretación de la realidad, para la mayoría porque el famoso sueño tal vez nunca les perteneció.

No hay comentarios:

Publicar un comentario