sábado, 31 de marzo de 2018

PROYECTO FLORIDA de Sean Baker



THE OTHER FACE OF U.S.A.

Sean Baker, que el año pasado nos sorprendiera con esa maravilla llamada “Tangerine”, regresa a la pantalla con su nuevo film Proyecto Florida, que como el anterior, se inscribe en un línea  de cine realista y que abreva en los problemas de las clases sociales más bajas, contando historias de personajes fronterizos.

En esta nueva oportunidad, el director neoyorquino que parecía haberse afincado en California, reaparece en el Estado de Florida, en la periferia de Orlando, donde están radicados los inmensos parques de Disney, MGM,  Universal y otros.

Su historia gira nuevamente en torno a seres marginales pero las acciones están narradas desde la inocencia, la frescura y la vitalidad de una niña de unos 6 años llamada Monee, hija de Halley, madre soletera que se gana la vida robando baratijas y prostituyéndose para poder comprar algo de comida y pagar un hotel rutero.

El film narra con encanto las correrías y travesuras de Monee a la vez que va generando un gran fresco social del cual participan otros pasajeros y sobre todo, Bobby, el Gerente y Capataz del Hotel donde se alojan, que debe arreglárselas diariamente para que sus clientes, una población estable de muy bajos recursos, paguen regularmente la tarifa.

Mientras el film avanza como la descripción de las correrías de un pequeño grupo de niños, Baker va consolidando una pintura social que se nutre de pequeñas estampas de la vida en ese Hotel repleto de marginados donde siempre aparece la solidaridad como moneda corriente para poder enfrentar la vida.

El cine de Baker no descuida ni la historia que narra ni la pintura social que realiza. Su visión siempre optimista observa soluciones donde ante circunstancias marginales no deja de aparecer la solidaridad de la gente. La presencia del Estado solo aparece frente al hecho policial o ante la denuncia de la violación de la ley. No se ve una ayuda social que pueda corregir abusos o la pérdida del rumbo de alguno de sus personajes. El realismo de Baker no apela al golpe bajo ni al endulzamiento artificial de la historia para hacerla más digerible. Deja que el espectador saque sus propias conclusiones.

No hay duda que la película nos muestra esa otra cara de los Estados Unidos que generalmente el cine de Hollywood se niega a mostrar. La independencia del director lo lleva por caminos fronterizos donde aparece es otra cara que sin ir muy lejos está en la periferia de ese mundo de cartón y fantasía que mueve millones de dólares por día. Y lo hace con la pintura fresca de un grupo de niños que mayormente pasan el tiempo jugando, mostrando su falta de educación, sus ansias de imitación de los mayores, sus deseos de crecer rápidamente y acceder a un mundo adulto de cual aún no parecen darse cuenta de las dificultades que presenta.

Muy bien actuada por un grupo de actores niños y adultos no profesionales liderados por un señor actor como Willem Defoe que asume el papel del Gerente del Hotel. Su presencia es rectora, es la que marca el camino, el que evita las desviaciones pero a su vez es la mirada protectora de alguien que tiene conciencia social y conoce la vulnerabilidad del grupo humano que a su torno desarrolla una vida periférica.

Sin lugar a dudas estamos ante una de las mejores películas del año dotada de una enorme capacidad metafórica que nos deja pensando sobre lo que hemos visto aún mucho después que la película haya terminado. Las escenas que filma Baker con los niños, por su espontaneidad, hacen recordar a aquellos films notables que fueron Saltando los Charcos de Karel Kachina (1971)  y La Pivellina de Tizza Covi y Rainer Frimmel (2009).

Un comentario aparte merece el final de la película, un final absolutamente inspirado donde la presencia del Estado se hace presente tardíamente ante una situación límite y la chiquilla intuye que tiene que intentar una fuga. Allí, corriendo con el último aliento hacía del Magic Kingdom, observamos que todo lo que reluce no es oro y algunas verdades están hechas de lo que están hechos los sueños. Aquí aparece claramente la dualidad, la otra cara de los Estados Unidos de América.

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