MOMENTO DE ENCIERRO
En primer lugar, el estreno de una película argentina siempre es
bienvenido, especialmente cuando se trata de gente del ambiente que ha decidido
dar un paso adelante para seguir construyendo ese tan necesario cine nacional,
fuente de trabajo para mucha más gente. En este caso es la opera prima de
Valeria Bertucelli, con una interesante carrera como actriz en cine y teatro,
de Fabiana Tiscornia, una mujer con una larga filmografía como asistente de
dirección de los más importante directores argentinos, y Marcelo Tinelli, un
animador y productor de televisión que se destaca por sus grandes espectáculos
y series televisivas.
El film, prolijamente realizado desde lo cinematográfico, cuenta con un
guión que encuentra algunas dificultades. Le cuesta avanzar, se enamora de su
personaje estrella, y termina girando siempre sobre lo mismo, en lo que se
transforma en un hecho egocéntrico alrededor de su protagonista principal, Robertina,
una actriz destacada que se encuentra en un momento importante de su vida: su
marido la acaba de abandonar, esta frente a un inminente estreno teatral que
protagoniza, y tiene un amigo íntimo en Dinamarca que está muriendo de una
enfermedad terminal. Un entorno que indudablemente la condiciona.
La dupla Bertucelli / Tiscornia encierra las acciones dando un aspecto
claustrofóbico al film. Hay en ello un mérito dado que el encierro constituye
un riesgo que las directoras asumen desde la primera escena. Ese miedo del
título se instala como una presencia desde el inicio de la película, la cual
puede ser divida en 4 actos: una introducción en la casa de Robertina, un viaje
a Dinamarca a visitar a su amigo enfermo, un regreso apurado para estrenar obra
en el teatro, y un epilogo que cierra un circulo que obviamente no deja salida.
Robertina muestra las fobias que padece desde el comienzo del film. Su
personaje encerrado y acelerado, que pareciera ir y venir rebotando por las
paredes, manifiesta una neurosis difícil de sanar. Pide ayuda y lo hace a los
gritos pero lo hace desde su encierro y en consecuencia nadie la escucha. Se
siente una víctima, y seguramente lo sea, pero de sí misma.
Por otro lado vive en una vorágine que la lleva en el mismo momento que
está ensayando una obra de inminente estreno a tomar un avión para visitar a su
amigo enfermo en Europa. Es claro que el viaje es un escape de sí misma más
allá de la profunda amistad y el amor que siente por su amigo. Pero es también
un acto de profunda irresponsabilidad frente a sus productores teatrales. No
obstante, ella está buscando tomar distancia yendo hacia una situación en la
que deja de ser la víctima para transformarse en apoyo de un amigo. Pero no lo
logra. Su amigo, pese a su enfermedad, manifiesta tener un equilibrio y una
entereza de la cual ella carece. Y la situación planteada, paradójicamente,
termina en reversa.
Robertina es puro vértigo. Vive escapando de sí misma durante todo el
tiempo. Esta afectada por una neurosis que desconoce aunque producida por las
circunstancias que atraviesan su vida.
El estreno de la obra teatral volverá a ser otro momento que constituirá
un nuevo vía crucis en su vida. Llena de pánico, presionada por sus productores,
finalmente será ovacionada aunque no podrá escuchar los aplausos. Su angustia
no la deja disfrutar del estreno y abandonará la obra.
El final cierra la película pero deja abierta la pesadilla. Robertina no
ha podido salir de ella, ni seguramente podrá hacerlo. El cuadro que presenta y
su entorno enfermizo requieren de una ayuda especializada de la cual carece.
Claustrofóbica y algo reiterativa, La Reina del Miedo funciona en virtud
del carisma inigualable y la capacidad para transmitir sentimientos que tiene
Valeria Bertucelli. Ella es el centro de atención de toda la película, y no hay
escena que transcurra si su presencia. Su actuación es casi un muestrario de
sus capacidades actorales, como así también de su tendencia al histrionismo.
Prolijamente realizada, intachable en sus rubros técnicos, la película
queda como un retrato inacabado de una mujer que sufre una neurosis sin ninguna
capacidad de salida aparente. Es la descripción de un momento. No hay un antes
ni un después. La salida de la situación planteada es una incógnita. Ese
devenir enfermizo que plantea la película es tal vez su mayor debilidad
argumentalmente hablando, dado que lo plantea como una situación que no tiene
una salida. El producto final queda como algo inacabado, extenso y reiterativo,
subrayado con un final abierto que incluso hasta puede llegar a desconcertar al
espectador.
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