martes, 12 de octubre de 2021

LOS AÑOS MÁS BELLOS DE UNA VIDA de Claude Lelouch

EN CINES

SEGÚN PASAN LOS AÑOS…

Hombre de una dilatada trayectoria que ha conocido tanto el éxito como el fracaso, que ha transitado tanto la ficción como el documental, vuelve a la cartelera con un film autorreferencial, donde una vez más (ésta sería la tercera parte) vuelve a su película más reconocida para contarnos un capítulo más de la misma historia de un amor que no solo perdura en la pantalla sino también en el tiempo. Según pasan los años, Lelouch repite la historia modificando el tiempo y el lugar.

Los personajes (Anne y Jean Louis) y los protagonistas (Anouk Aimee y Jean Louis Trintignant) son los mismos que generaron el clásico film de amor de 1966 conocido como Un Hombre y Una Mujer, y que después tuvo una continuación o segunda parte en 1986. Ahora los vuelve a encontrar en la etapa senil de la vida, donde Jean Louis está internado en un retiro para ancianos con síntomas de Alzheimer, y Anne es avisada por su hijo para que vaya a verlo y le dé algo de alegría a su vida.

El film, es su primera parte, carretea con éxito porque el encuentro entre ambos, después de tanto tiempo transcurrido, es el de dos desconocidos. Los años de la juventud han pasado,  los personajes (enfermedad por medio) no se reconocen. Es una reunión entre dos desconocidos que obviamente alcanzarán una química muy particular entre ellos.

De esta manera, el film en su primera parte, se transforma en una oda a la vejez, en la que Lelouch saca a relucir un  cine verdad donde los personajes ya envejecidos encuentran una química ente ellos que les permite disfrutar del momento pero lo cual no implica un reconocimiento del otro. Esto hace que el film resulte muy interesante, como también intrigante, incluso con algunos muy buenos diálogos, con un sentido de un humor negro, que revierte el tono dramático de la puesta que hacen presagiar las escenas iniciales.

Pero transcurrida la primera mitad, Lelouch no puede con su egocentrismo,  y la segunda parte del film remite a los recuerdos de la pareja. El film repite  escenas transcurridas en las películas anteriores transformando al film en un homenaje a su propia filmografía, y sobre todo, a su músico de aquella época, el famoso Francis Lai, quien compusiera una serie de bandas de sonido inolvidables que aquí son nuevamente utilizadas donde su lozanía vuelve a brillar envolviéndonos en un pasado que comenzamos a extrañar.

Perdido el interés inicial sobre la llegada a la vejez de los personajes, el film, no obstante, deja verse. Es siempre entretenido. Los cinéfilos, volverán a encontrar aquellas hermosas imágenes del pasado acompañadas por la  música siempre evocativa de Lai, cuya dulzura y capacidad de crear atmosferas de notable intimidad, le permitía a Lelouch hacer soñar con una historia de amor que el futuro siempre truncaba.

Anouk Aimee y sobre todo de Jean Louis Trintignant vuelven hacer en su vejez dos actuaciones extraordinarias. Ellos sostienen la primera mitad del film con sus dos grandes actuaciones. En la segunda mitad, prevalece la mano del director que en un impecable ejercicio de montaje extrae imágenes ya vistas logrando armar un collage cinematográfico impregnado de un tono evocativo que aun viendo lo ya visto permite entender a una nueva generación aquella vieja narración que une hoy a esos dos ancianos que alguna vez hace años transformaron una simple historia de amor en un clásico del cine francés.

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