EL PASADO PIDE JUSTICIA
El film, basado en la novela de Ferdinand von Schirach, es un relato que si bien respeta las convencionalidades propias del género, logra despertar el interés del espectador con mucha destreza dado que concentra todo su interés en una causa que si bien ocurre unos 40 años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, se basa en hechos reales ocurridos durante aquella guerra.
El pasado siempre vuelve… es una frase que alude a lo que
ha quedado sin resolver. Y ello es así en este film de Marco Kreutzpaintner, un
joven director alemán con probada experiencia tanto en el cortometraje como en
el documental y el largometraje, que con este film adquiere notoriedad.
Kreutzpaintner es un director prolijo, un narrador
experimentado, que si bien desarrolla una trama ciertamente convencional, demuestra
tener siempre en claro el objetivo de su film, lo cual es denunciar públicamente
un tema siempre actual relacionado con la defensa de los derechos humanos y el
mantenimiento de la vigencia del derecho cuando se hacen presentes errores y horrores,
en este caso, los crímenes cometidos durante la segunda guerra mundial.
El Caso Collini ocurre en el presente pero remite al
pasado, y particularmente, trata sobre los resabios de las leyes. El nazismo
fue juzgado tanto legal como civilmente. No obstante ello, las leyes que en su
momento fueron sancionadas para permitir enjuiciar a los hechos y a los criminales
de guerra, han perdurado hasta muchos años después de terminada la guerra.
Aquellas leyes han sido usadas no solo para juzgar a criminales sino también
para amparar a algunos de ellos.
En el film, Caspar Leinen (Elyas M'Barek) debe
defender a Fabrizio Collini (Franco Nero), un
trabajador italiano jubilado, que vivió en Alemania durante 35 años, acusado de
asesinar al empresario alemán Hans Meyer (Manfred Zapatka). Caspar
había sido un protegido de la persona asesinada.
Se trata de un caso simple donde la
culpabilidad es clara. No obstante, se desconocen los motivos del asesino, por
lo tanto, el joven abogado comienza a investigar a su cliente, a la vez que se
sumerge en un pasado que por su juventud ignora para poder dilucidar el caso.
La búsqueda del joven abogado lo conducirá
a descubrir una gran falla en el sistema alemán de justicia.
En 1968, una ley alemana amnistió a todos los criminales
de guerra nazis que habían sobrevivido aquella guerra a esa fecha. Bajo esa ley
se pretendía juzgar en el Caso Collini. El acusado pasaba a ser el propio abogado
Meyer, quien se amparaba en la obediencia debida y el cumplimiento estricto de
la ley, aunque había cometido asesinatos durante aquella guerra. No obstante, había
sido sometido a juicio y la Justicia lo había
sobreseído por una ley dictada durante la época del nazismo.
La gran paradoja que presenta el caso es
que el Caso Collini deja en descubierto a todo el andamiaje legal nazi
sobreviviente a la Segunda Guerra, y permite corregir los aquellos errores
legales que se mantuvieron durante tantos años después de la guerra. En pocas
palabras, deja en claro que los criminales de guerra siguen siendo criminales
más allá de la parcialidad de los juicios llevados a cabo. El propósito de los
juicios y de la ley nunca fue dejar en libertad a criminales, sino a aquellos
soldados y militares, cualquiera fuera su rango, que habían participado de la
guerra con el solo propósito de servir a su país.
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