miércoles, 12 de julio de 2017

UNA SERENA PASIÓN de Terence Davies


“YO NO SOY NADIE! QUIÉN ERES TÚ?...” Emily Dickinson

A principios de los años ´80, China Zorrilla protagonizó tal vez su mayor éxito teatral. Se trataba de un unipersonal basado en un monologo de William Luce que tenía como personaje a Emily Dickinson, la poeta americana (Amherst, Massachusetts, 1830-1886). Después de tantos años, recuerdo dos cosas de aquella función. La sobresaliente actuación de China y el canto a la vida en que transformaba la poesía de aquella mujer, alguien que desde el encierro de su casa, reflexionaba sobre la existencia, sin obtener otra respuesta que algunas publicaciones en el diario de su pueblo. 


Con estos recuerdos entré al cine a ver Una Serena Pasión de Terence Davies. Del director inglés sólo había visto una película, un documental sobre Liverpool que me había gustado muchos y que se llama “Sobre el Tiempo y la Ciudad”. Un film reflexivo en cual plasmaba dos testimonios. Uno sobre sí mismo, y otro sobre su ciudad natal en los albores de este nuevo siglo.

Ahora, en su nuevo film, Davies encuentra a la poetisa Emily Dickinson en el final de sus estudios secundarios, concretamente, en el acto de graduación, cuando por primera vez queda aislada ante una pregunta de la Madre Superiora del establecimiento. Pero ese aislamiento no solo reflejará una situación, sino más bien una posición. Ella no será una pastora protestante. Por el contrario, su vida transcurrirá en la reclusión de su casa paterna, rodeada de sus padres y hermanos, tanto como una forma de observar a un mundo con el que no comulga, ni religiosa ni socialmente, como también una forma de protesta.

Formada en el puritanismo religioso protestante, tomó la religión con el respeto de los creyentes, pero comenzó a militar ideales feministas. Contraria a la Guerra de Secesión, apoyó a su padre en prohibir a su hermano su deseo de ir a la guerra, asumiendo una posición netamente pacifista. Una vez muerto su padre, se transforma en la principal voz de la familia, dado que su madre siempre había sido una mujer enferma y callada.

No obstante ser una mujer de carácter, elige la poesía como expresión de sus sentimientos e ideas, la que ejercita en la tranquilidad de las noches bajo el estricto consentimiento de su padre, quien así mismo, se encarga que alguna que otra de sus obras sea publicada en el diario del pueblo. En toda su vida no publicó más de 17 poesías. No obstante ello, su vasta obra abarcó más 1800 poemas que solo conocieron la luz después de su muerte.

El retrato de Davies sobre la Dickinson es el de una mujer que vive el encierro por voluntad propia, consciente de una inteligencia de nivel superior, admirada por toda su familia pero carente de contacto con el resto de su comunidad. Ese encierro voluntario se expresa fundamentalmente a través de la palabra escrita en esas muchas noche de insomnio, como así también asume una posición absolutamente feminista incluso dentro del ámbito familiar donde solo acepta la voluntad y autoridad paterna, y pone en ridículo ciertas actitudes machistas de su hermano. Cercano a sus 40 años comienza a padecer de problemas renales que se vuelven crónicos, y en consecuencia, acentúan su soledad. Su vida termina a los 56 años.

Davies pinta la vida de esta mujer llena de claroscuros a la manera de los grandes pintores flamencos, como esos cuadros de Jan Vermeer donde la luz se filtra a través de las ventanas generando luces y sombras como seguramente debe haber atravesado la vida de la poetisa. En este aspecto, la colaboración de Florian Hoffmeister, joven fotógrafo alemán habitual colaborar del maestro inglés, ha sido crucial para lograr la atmosfera de un film que tiende más a mostrar un alma que una vida. Incluso la película no fue filmada en los Estados Unidos sino en Bélgica, norte de Europa, donde la luz es diferente, aunque el film transcurra íntegramente en interiores. Por otro lado, la musicalización del film está también regido por lo clásico. Cuando no suenan las palabras, son Bellini, Chopin, Beethoven, Schubert, Strauss o algún tradicional de época quienes subrayan las imágenes con el siempre buen gusto del director.

Cynthia Nixon, una actriz de Nueva York con mucha experiencia televisiva y teatral, interpreta a Emily. La personificación que hace de la Dickinson es admirable. De su rostro y de sus palabras nacen autoridad, cariño, enfado, estados de ánimo por los que pasa su cuerpo debido a las diversas situaciones familiares, sociales y finalmente personales por las que atraviesa su vida.

Lejos de la Emily teatral, la del film de Terence Davies, brilla con la luz propia de alguien que pasa por la vida adelantada a su tiempo. No se trata de una evocación ni de un retrato. El film de Davies intenta y consigue, ir a la profundidad de un alma que sufre, primero porque vive una época que no le corresponde, después porque su introversión no le permite canalizar su vocación hacia un público más allá de su familia, y más tarde porque una enfermedad le quita la vida. El de Davies es un film visceral, lleno de claroscuros para mostrar la interioridad de un personaje, para llegar a su desmitificación toda vez que la obra de la poetisa ha sido descubierta después de su muerte y en consecuencia el mito se ha alzado sobre la historia misma de una vida.

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