LA
INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SUEÑO AMERICANO
CALIFICACIÓN:
Martin Scorsese es para mí uno de los 6 más importantes directores del cine americano moderno (los otros son Cimino, Coppola, Di Palma, Eastwood y Allen). Su cine, generalmente cargado de una violencia reprimida, no es solo un documento sobre la sociedad de posguerra americana y un análisis de los grupos de poder, y de la mafia neoyorkina en particular, sino también una radiografía de la alienación de la sociedad actual, aquélla que tras su consolidación hegemónica mundial de posguerra, comienza a entender el fin de la sociedad industrial y se sumerge en la sociedad de servicios que marca la Tercera Ola.
Este último
aspecto es el centro de interés de "El Lobo de Wall Street", su
última película. El Lobo es Jordan Belfort, un yuppie de los años 80, hijo de
una pareja de contadores, que ni bien
graduado en una ignota universidad de
Nueva York llega desde Brooklyn a la Gran Manzana con la íntima ilusión de
hacerla suya. Para ello, ingresa a trabajar en Rothschild, Blair and Roberts, donde aprende
el negocio (el negocio está en la comisión y no en la venta), y al año se queda
sin trabajo porque la sociedad es cerrada por la comisión de valores americana.
Pero para un gran vendedor, cada ocasión es una oportunidad, y Belfort, en
plena desocupación, ve la suya, en un
aviso de un diario. Se trata de una pequeña casa de bolsa que busca un bróker.
Dicho bróker deberá comprar y vender
acciones desconocidas en un mercado marginal que atiende a inversores que por su tamaño no pueden acceder a Wall Street.
Belfort toma el puesto. Atará puntas. Un año más tarde, comprará el negocio y
fundará Stratton Oakmont, que se transformara en "boom" del mundo
financiero.
Demás
estaría decir que Scorsese encuentra en esta historia, casi una biopic, el
terreno fértil para desarrollar una descomunal crítica social de una sociedad
en decadencia y a la vez, mostrar toda
su capacidad y maestría narrativa. No ahorra excesos, ni temáticos ni visuales,
porque la película toda es la descripción de una sociedad desbordada en la que
sus protagonistas, los yuppies, hijos de la generación hippie, han modificado
ligeramente aquellos lemas de paz, amor y rock and roll por otro que privilegia
el dinero, el sexo y las drogas. Si tuviera que definir a "El Lobo de Wall
Street" diría que es una película abrumadora. Es el Decamerón del Fin del
Siglo. Es la decadencia del imperio americano como consecuencia de la
desaparición del gran sueño, el american way of life. Pero es, sobre todo, una película entretenida,
interesante, visualmente deslumbrante, y
sonoramente impactante. Es un Scorsese en estado puro. A sus 70 años, logra uno
de los grandes films de su vida.
Y digo esto
pese a no estar absolutamente de acuerdo con la visón caótica de Scorsese, cuya
formación católica siempre encuentra el camino del perdón para sus personajes. Porque
el que las hace, las paga, y el que paga se redime. En el fondo, su visión es la
de un conservador. La de alguien que no solo parece pensar que todo tiempo
pasado fue mejor sino que la sociedad industrial parece ser más honesta y
productiva que la actual, pero que a pesar de todo, siempre existe una salida. No
comparto totalmente la idea de Scorsese, particularmente, su visión de las
finanzas. En el mundo liberal de las finanzas, no hay víctimas ni
victimarios, como tampoco hay santos inversores y meros especuladores. Para
algunos mercados, por ejemplo, los futuros, la especulación es la punta
necesaria para la existencia del mercado. No obstante, acuerdo que el camino de
la ambición que retrata Scorsese, ya se trate de pequeños inversores individuales
como de grandes inversores institucionales, es la misma. Y es esa ambición la
que lleva al camino equivocado, y a los "lobos" que describe la
película. Ni en Wall Street ni cualquier bolsa del mundo hay lugar para los
débiles.
Para ser
justo con este film realmente extraordinario, creo que hay que destacar cinco
aspectos adicionales relacionados con 5 grandes colaboradores que Scorsese ha
tenido a su lado. Uno, la actuación de Leonardo Di Caprio. Me atrevería a
decir, el papel de su vida. Di Caprio es Jordan Belfort. Totalmente
convincente. Un derroche actoral hasta en aquellos momentos en que la necesaria
sobre actuación lo ponen al borde la maqueta. Su candidatura al Oscar será incuestionable.
Dos, el guión de Terence Winter, claro e inteligente, que da lugar a que la caligrafía
cinematográfica de Scorsese se luzca. Tres, la fotografía de Rodrigo Prieto,
que no solo ilumina los colores de una época sino que vuela de la mano de
Scorsese. Cuatro, el preciso montaje de Thelma
Schoonmaker, su colaboradora habitual desde Quién Golpea Mi Puerta (1967).
Cinco, la fabulosa banda sonora, con temas inolvidables de los 80 y 90.
Con "El Lobo de Wall Street", Scorsese ha realizado
su quinta obra maestra absoluta. Las anteriores fueron Taxi Driver (1976), Toro
Salvaje (1980), After Hours (1985), y Buenos Muchachos (1990). El resto de su obra es insoslayable para
apreciar el cine americano moderno. Su labor como productor, restaurador y
conservador del films de la época de oro del cine americano lo colocan no solo como
un gran cinéfilo sino como una figura emblemática de la industria del cine. Su
"Lobo de Wall Street" merece verse sin lugar a dudas.
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