martes, 7 de enero de 2014

EL LOBO DE WALL STREET de Martin Scorsese

LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SUEÑO AMERICANO




CALIFICACIÓN: 


Martin Scorsese es para mí uno de los 6 más importantes directores del cine americano moderno (los otros son Cimino, Coppola,  Di Palma, Eastwood y Allen). Su cine, generalmente cargado de una violencia reprimida, no es solo un documento sobre la sociedad de posguerra americana y un análisis de los grupos de poder, y de la mafia neoyorkina en particular, sino también una radiografía de la alienación de la sociedad actual, aquélla que tras su consolidación hegemónica mundial de posguerra, comienza a entender el fin de la sociedad industrial y se sumerge en la sociedad de servicios que marca la Tercera Ola.
Este último aspecto es el centro de interés de "El Lobo de Wall Street", su última película. El Lobo es Jordan Belfort, un yuppie de los años 80, hijo de una pareja de contadores,  que ni bien graduado en una ignota universidad  de Nueva York llega desde Brooklyn a la Gran Manzana con la íntima ilusión de hacerla suya. Para ello, ingresa a trabajar en  Rothschild, Blair and Roberts, donde aprende el negocio (el negocio está en la comisión y no en la venta), y al año se queda sin trabajo porque la sociedad es cerrada por la comisión de valores americana. Pero para un gran vendedor, cada ocasión es una oportunidad, y Belfort, en plena desocupación,  ve la suya, en un aviso de un diario. Se trata de una pequeña casa de bolsa que busca un bróker. Dicho bróker deberá comprar  y vender acciones desconocidas en un mercado marginal que atiende a inversores que  por su tamaño no pueden acceder a Wall Street. Belfort toma el puesto. Atará puntas. Un año más tarde, comprará el negocio y fundará Stratton Oakmont, que se transformara en "boom" del mundo financiero.
Demás estaría decir que Scorsese encuentra en esta historia, casi una biopic, el terreno fértil para desarrollar una descomunal crítica social de una sociedad en decadencia y a la vez, mostrar  toda su capacidad y maestría narrativa. No ahorra excesos, ni temáticos ni visuales, porque la película toda es la descripción de una sociedad desbordada en la que sus protagonistas, los yuppies, hijos de la generación hippie, han modificado ligeramente aquellos lemas de paz, amor y rock and roll por otro que privilegia el dinero, el sexo y las drogas. Si tuviera que definir a "El Lobo de Wall Street" diría que es una película abrumadora. Es el Decamerón del Fin del Siglo. Es la decadencia del imperio americano como consecuencia de la desaparición del gran sueño, el american way of life.  Pero es, sobre todo, una película entretenida, interesante,  visualmente deslumbrante, y sonoramente impactante. Es un Scorsese en estado puro. A sus 70 años, logra uno de los grandes films de su vida.
Y digo esto pese a no estar absolutamente de acuerdo con la visón caótica de Scorsese, cuya formación católica siempre encuentra el camino del perdón para sus personajes. Porque el que las hace, las paga, y el que paga se redime. En el fondo, su visión es la de un conservador. La de alguien que no solo parece pensar que todo tiempo pasado fue mejor sino que la sociedad industrial parece ser más honesta y productiva que la actual, pero que a pesar de todo, siempre existe una salida. No comparto totalmente la idea de Scorsese, particularmente, su visión de las finanzas. En el  mundo  liberal de las finanzas, no hay víctimas ni victimarios, como tampoco hay santos inversores y meros especuladores. Para algunos mercados, por ejemplo, los futuros, la especulación es la punta necesaria para la existencia del mercado. No obstante, acuerdo que el camino de la ambición que retrata Scorsese, ya se trate de pequeños inversores individuales como de grandes inversores institucionales, es la misma. Y es esa ambición la que lleva al camino equivocado, y a los "lobos" que describe la película. Ni en Wall Street ni cualquier bolsa del mundo hay lugar para los débiles.
Para ser justo con este film realmente extraordinario, creo que hay que destacar cinco aspectos adicionales relacionados con 5 grandes colaboradores que Scorsese ha tenido a su lado. Uno, la actuación de Leonardo Di Caprio. Me atrevería a decir, el papel de su vida. Di Caprio es Jordan Belfort. Totalmente convincente. Un derroche actoral hasta en aquellos momentos en que la necesaria sobre actuación lo ponen al borde la maqueta. Su candidatura al Oscar será incuestionable. Dos, el guión de Terence Winter, claro e inteligente, que da lugar a que la caligrafía cinematográfica de Scorsese se luzca. Tres, la fotografía de Rodrigo Prieto, que no solo ilumina los colores de una época sino que vuela de la mano de Scorsese. Cuatro, el  preciso montaje de Thelma Schoonmaker, su colaboradora habitual desde Quién Golpea Mi Puerta (1967). Cinco, la fabulosa banda sonora, con temas inolvidables de los 80  y 90.
Con "El Lobo de Wall Street", Scorsese ha realizado su quinta obra maestra absoluta. Las anteriores fueron Taxi Driver (1976), Toro Salvaje (1980), After Hours (1985), y Buenos Muchachos  (1990). El resto de su obra es insoslayable para apreciar el cine americano moderno. Su labor como productor, restaurador y conservador del films de la época de oro del cine americano lo colocan no solo como un gran cinéfilo sino como una figura emblemática de la industria del cine. Su "Lobo de Wall Street" merece verse sin lugar a dudas.

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