martes, 15 de diciembre de 2015

TRES RECUERDOS DE MI JUVENTUD de Arnaud Desplechin



EL PASADO QUE CONDICIONA

Descubrí  a Arnaud Desplechin una noche un video que había alquilado en Blockbuster. La película se llamaba "Reyes y Reinas", corría el año 2005, y el film se había estrenado en Buenos Aires en los circuitos de cine arte y yo por alguna razón que no recuerdo, no la había podido ver en los cines. Trataba de una mujer, una ejecutiva muy ocupada en Paris, a punto de volver a casarse, que viajaba a un pueblo francés, donde estaba muy enfermo su padre. El film recreaba esa relación padre -hija a la vez que describía la tortuosa relación de ella con su ex marido, un músico con problemas psiquiátricos a quien pretendía dejarle el cuidado de su hijo cuando se fuera de luna de miel con su nuevo marido. Lo interesante del film era que la protagonista, Emmanuel le Devos, encargándose del padre en el momento preciso, no solo descubría a un ser humano al que desconocía, sino que también limpiaba culpas del pasado y quedaba libre de remordimientos.

Años más tarde,  vuelvo a encontrarme con Desplechin en el BAFICI 2009. "Un Cuento de Noé" venía precedida de elogios luego de participar del Festival de Cannes. Desplechin también vuelve aquí a las relaciones familiares. Catherine Deneuve es la madre de una familia numerosa que durante la Navidad anuncia que deberá ser trasplantada de un riñón. Su hijo díscolo, otra vez el genial Mathiue Amalric, es el único compatible. El conflicto, es que está apartado de su madre, se mantiene a distancia y la operación conlleva un riesgo importante. Nos preguntamos, tendrá Henry la generosidad necesaria para  ese acto de amor supremo que es la donación en vida de un órgano vital?
Tanto en una película como en la otra, el pasado siempre vuelve y condiciona a los protagonistas. Anoche, tuve la oportunidad de ver "Tres Recuerdos de mi Juventud" que, afortunadamente, se estrenó en Buenos Aires. "Tres Recuerdos…" es el nuevo film del director francés y es otro gran film.

En esta ultima el protagonista es Paul Dedalus (Mathieu Amalric), que cuando comienza la película está en los prolegómenos del amor cuando su amante le dice algo que lo retrotrae a sus recuerdos, a su madre, a un viaje a Minsk y sobre todo, a Esther, su eterno amor de juventud. Y en consecuencia, Desplechin ya no solo inicia un viaje hacia el pasado de Paul, sino que comienza a jugar con las deformaciones que la memoria hace de ese pasado condicionando el presente. La precoz muerte de su madre siendo él mismo todavía un niño, lo sitúa en un nivel de orfandad tal que lo conduce a perpetuar esa orfandad. Rechaza estar en su casa, busca el afecto de una Tía-Abuela, crece alejado de su hogar, y ya adolescente y en plena guerra fría, acepta hacer un misterioso viaje a Minsk (Bielorrusia) para llevar un sobre con dinero para ayudar a un perseguido judío a emigrar a Israel. Lo notable del caso es que además, le facilita al muchacho judío su propio pasaporte. Esta acción puede verse de diferente maneras. Es sin duda un acto de generosidad, de altruismo. Es una ayuda a alguien desesperado. Pero es también como un desprendimiento de identidad. En realidad, Paul crea su propio doble. Y ese doblez no es otra cosa que una  creación involuntaria de la memoria para crear recuerdos a conveniencia. Paul. a partir de ese acto, tendrá una doble vida. Una, que lo dejará atado al pasado y otra, que lo transformará en un ser itinerante que carecerá de tiempo y lugar.

Más tarde, al final de su adolescencia, conocerá a Esther. Este vínculo será definitorio en su vida. Nunca llegará a nada con ella, pero Esther será de alguna forma, la representación de todas las mujeres que pasaron por su vida. Es una mujer monolítica. La cuida, la ama, la cela, la extraña, le perdona infidelidades pero nunca se casa con ella y mucho menos, la olvida. Es como si generara un ser omnipresente asociado a una coexistencia, una vida que transcurre, se ancla en el pasado, se recuerda a conveniencia, y condiciona el presente sin dejar resolver una vida. Paul vive una especie de vida sin presente, una estancia en un pasado permanente. No casualmente, Paul es un lingüista que estudia idiomas extraños, tal vez, algunos de ello, en desuso. Su comunicación con los demás, es como si fuera en una lengua extraña, un idioma extranjero. No casualmente, desde que se va a estudiar a Paris, los viajes a su pueblo se hacen cada vez menos frecuentes. Una relación de tipo epistolar se establece entre los amantes. Otra vez más, su relación con Esther se mediatiza. Cada vez más lejos del contacto personal, son las cartas las que limitan el contacto. Y otra vez el relato y no la realidad es la que priva entre ellos.

En "Magnolia", Paul Thomas Anderson reiteraba que "el pasado siempre vuelve".  En "Tres Recuerdos…", Desplechin parece decirnos que "El pasado vuelve de acuerdo a como lo recordamos".  Y ese recuerdo no parece ser un recuerdo fiel al suceso original. Esto me lleva a recordar al Doctor Manes, quien dice que cuanto más contamos un episodio ocurrido en el pasado, más deformamos el recuerdo del mismo dado que al contarlo le agregamos elementos que lo agrandan, lo humorizan, o lo vuelven heroico o trágico. O sea, el episodio histórico cambia de ser un suceso real a formar parte de un relato.


Y esa es exactamente la esencia de este notable film de Arnaud Desplechin. La historia de un hombre que no puede ni quiere olvidar ni su niñez ni su juventud y en consecuencia vive a media máquina, preso del pasado y sin resolver su presente. Es como un hombre incompleto. Alguien que no ha dejado de ser niño ni adolescente. Y acaso, nosotros mismo, no caeremos en lo mismo cuando afirmamos  que "todo pasado fue mejor"?

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