EL FIN DE
LA INTIMIDAD
Jason
Bourne nace de la pluma del afamado escritor americano Robert Ludlum
(1927-2001), muy bien conocido por sus novelas de espionaje, muchas de la
cuales fueron llevadas al cine con gran suceso: "The Osterman
Weekend", dirigida nada menos que por Sam Peckimpah, "Holcroft
Covenant", dirigida por John Frankenheimer, fueron algunos de sus éxitos
cinematográficos. Pero Bourne, un personaje que da lugar a una serie de
novelas, nace en los últimos años de la vida del autor, y ve la luz cinematográfica solo después de la
muerte. Paradójicamente, Ludlum nunca pudo imaginar el éxito que tendría la
saga en el cine. Su personaje, hijo de
un agente de la CIA, sufre memoria traumática y desconoce su identidad. Ha sido
entrenado para matar y sobrevivir en cualquier ámbito, pero a su vez, tiene
conciencia y remordimientos. Es un ser solitario que en el fondo de su alma, no
es más que alguien en busca de su padre.
En 2002, la
pareja de productores americanos Frank Marshall y Kathleen Kennedy deciden
comprar para Universal Pictures los derechos de las tres novelas que Ludlum
había escrito sobre Bourne, y contratan a Doug Liman, un especialista en cine
de acción, para que dirija la primera de esas novelas (The Bourne Identity). Liman
realiza un trabaja sumamente artesanal y el film, si bien entretenido, no
reporta el éxito esperado.
No obstante
ello, en 2004, la dupla Marshall/Kennedy decide redoblar la apuesta, y para la
segunda novela (The Bourne Supremacy) contratan a un nuevo director, el inglés Paul
Greengrass, quien asume la dirección de la serie y la transforma en un éxito
cinematográfico inesperado, que prácticamente coloca a su protagonista, el
actor Matt Damon, al borde del estrellato. Alentado por este éxito, Greengrass,
un director graduado en Cambridge, proveniente de la televisión británica y del
cine documental, pero dotado de una notable experiencia, revitaliza la serie,
da mayor cuerpo dramático al personaje y logra una pelicula de acción que pone
a "Bourne" en la historia del cine de acción y del subgénero de espionaje.
Pero habría que esperar hasta el tercer capítulo para encontrar la obra maestra
del género: "The Bourne Ultimátum" (2007), donde Greengrass realmente
no solo maneja, entiende al personaje sino que transforma la pelicula en un
masterpiece de suspenso, generando 4 escenas de persecuciones realmente
antológicas que terminarán haciendo escuela en la historia del cine de acción.
El secreto de Greengrass fue que cada escena de acción estuviera orientada
hacia una clave. La acción estaba dominada por la persecución. Y esa
persecución esta signada por el suspenso. Cuando el personaje llegaba a un
objetivo, develaba algo critico de la historia, y la continuación estaba dada
por la persecución de una nueva clave. A mi modo de ver, el mejor ejemplo de
ello es la persecución de Bourne en Londres cuando llega a Victoria Station.
En la
cuarta película de la serie, ocurren dos cosas: 1) Ya no hay más novelas que
filmar. En consecuencia, se arma un guión en base al personaje original. 2)
Damon se niega a un cambio de director. No obstante ello, la dupla
Marshall/Kennedy sigue adelante y contratan a Tony Gilroy para escribir el
guión y dirigir la pelicula, y a Jeremy Renner para asumir a un nuevo agente de
la misma camada de Borne. El film
resulta correcto y da crédito para seguir la serie.
El año
pasado, Marshall/Kennedy vuelven a la carga y convencen a Greengrass para que
regrese al proyecto. Ya no están ni las bases literarias de Ludlum ni los
guiones de Tony Gilroy. Lo hace de la mano del editor Christopher Rose, con
quien ya había trabajado en otras dos excelentes películas: " Vuelo 97",
sobre el ataque aéreo a las Torres Gemelas, y "Capitán Philips", sobre
el secuestro por parte de terroristas islámicos de un barco mercante en las
costas de Somalia. Pero esta vez, el resultado no será el mismo.
"Jason
Bourne", la quinta pelicula de la serie, suena ajada, manoseada, como cosa
ya vista. El personaje central ya no tiene mucho para descubrir y su orfandad
ha pasado a ser más un problema de la CIA que de sí mismo. O sea, el factor
dramático ha desaparecido. Bourne ahora es perseguido sin piedad durante toda
la película. En consecuencia, el film todo se trasforma en una gran persecución
de la cual Greengrass trata de sacar el mayor jugo posible, pero al carecer de
un factor dramático que lo sostenga, el interés del film decae rápidamente.
Está claro
que Greengrass no se dará por vencido fácilmente. Su obra vuelve a ser un nuevo
modelo de cine de super acción porque no solo hace añicos cuanta cosa pasa por
delante de su cámara, sino que en la sala de montaje, hace añicos lo filmado, remontándolo
y dándole al film una velocidad inusitada, que disipa todo interés por el
personaje o incluso el argumento para que el espectador se concentre y disfrute
de un espectáculo puramente sensorial, basado simplemente en la acción y en sus
imágenes.
Como consecuencia de ello, la problemática que
plantea "Jason Bourne", es la de una CIA, y unos genios
cibernéticos totalmente ocupados en desarrollar un sistema espía que puedan
interiorizarse en nuestras vidas y espiarnos
a través de nuestros celulares, computadoras y tablets, pasará rápidamente
de lado arrollada por la acción vertiginosa que despliega Greengrass. Una
verdadera pena, porque deja de lado una reflexión inexorable que al fin y al
cabo plantea la película y que implica
que el fin de la intimidad ha llegado. Todos podemos ser espiados. Cientos de
computadores nos siguen a lo ancho y a lo largo del mundo para saber dónde
estamos, quiénes somos, qué gustos tenemos, cuáles son nuestros amigos, que
opinamos, a quiénes amamos, a quiénes odiamos, cuáles son nuestros hobbies, qué
tipos de mujeres o de hombres nos agradan, qué tipo de comida preferimos, qué
ropa usamos, qué libros leemos, qué películas vemos, dónde nos gusta
vacacionar, etc.
Tal como en
1974 Francis Ford Copola nos lo
preanunciaba en "La Conversación", con una visión anticipatoria asombrosa, el
espía era el espiado. Ahora, nosotros, meros espectadores, seremos los espiados, nuestro derecho a la intimidad,
vulnerado y el principio a nuestras libertades básicas, brutalmente avasallado.