TRES VECES EN IRAK, PERO PARA NOSOTROS NO HAY GUITA
Con esta frase contundente, escrita en el estacionamiento de
un banco, comienza el film. No deja dudas de la posición política ni moral que
tienen los realizadores, ni de la situación que está pasando la gente, ni cómo
afecta al Estado de Texas, donde transcurrirá la acción.
No conocía ninguna de las películas realizadas por David Mackenzie,
un director escoces que con este trabajo que aquí comentamos tiene 9
largometrajes en su haber, los dos últimos filmados en Estados Unidos. Se trata
de un director con experiencia y que dicha experiencia puede apreciarse en este
reciente estreno efectuado en Buenos Aires. El cine de Mackenzie resulta ser un
cine visceral, vigoroso, conciso, que no se entretiene en minucias, que va al
grano de la cuestión.
Crónica de un raid de asaltos en el medio oeste americano,
la acción se concentra en el oeste texano, en lo que fue pleno territorio
comanche. Los hermanos Howard, Tanner (Ben Foster) y Tobi (Chris Pine) deciden
iniciar una serie de robos de bancos. No lo harán en cualquier banco, sino que asaltarán
sucursales del propio Texas Midland Bank donde tienen una hipoteca impaga que
asumió su difunta madre y hoy no pueden levantar porque están en la ruina. La
crónica se cierra con una persecución que deja sin aliento que realiza un
Ranger de Texas, Marcus Hamilton (Jeff Bridges) y su ayudante, el comanche Gil Birmingham
(Alberto Parker).
Lo notable de Mackenzie es el equilibrio narrativo que
demuestra entre lo que es la descripción de la situación en el lugar de los
hechos y la minuciosa pintura de todos los personajes principales, llevando a
cabo una extraordinaria síntesis de una situación casi terminal. Por un lado, el ambiente. Por el otro, los personajes. En
el medio, una historia muy bien contada.
La Texas que aparece en pantalla no es la Texas glamorosa
que pintaba Dallas, la serie de TV. Por el contrario, es una Texas sufriente y paralizada por la
gran recesión del 2007/08 que dejó inocultables secuelas. A Mackenzie le sobra con
mostrar un cartel escrito en una pared, recorrer la ruta y ver las innumerables
casas de empeño a través del raid de los ladrones, las playas de
estacionamiento de las concesionarias maquinaria vial apilada y sin movimiento,
casas abandonadas en distintos lugares del camino, la falta de estaciones de
servicio, la abulia de bares y restaurantes, y hasta la propia carencia de los establecimientos
bancarios.
Por otro lado, los personajes. Los Howard son dos
cuarentones que saben que ya están terminados y que su porvenir ha desaparecido
sin aviso previo. Tanner ha vuelto de la cárcel sin esperanza de reinserción
social. Es un hombre violento y solo conoce la ley del revolver. Tobi, acaba de
terminar con su matrimonio, y como última voluntad pretende levantar una
hipoteca heredada de su madre para dejarles algo a sus hijos. Su raid delictivo
persigue reunir tan solo 40 mil dólares al simple costo de sus vidas. Son dos
tipos sin nada que perder porque la vida no les ha dado nada. Sus vidas carecen
de metas ambiciosas.
Los Ranger de Texas son dos policías abúlicos acostumbrados
a que en el pueblo nunca pase nada. Uno de ellos (Marcus Hamilton), el mayor,
está a semanas de su retiro y solo espera una acción gloriosa que los deposite
en el sitio de los héroes. Bridges lo interpreta con reminiscencias de John
Wayne (la cadencia de su hablar, la forma de caminar). Su ayudante Gil tampoco
tiene muchas más esperanzas que su jefe, y su mayor ambición es alcanzar el
ascenso al puesto que su jefe dejara vacante. No obstante, a Marcus lo mueve el
racionalismo. Intenta ser un Sherlock Holmes a la texana tratando de pensar y
adelantarse a los acontecimientos. En cambio, en su ayudante, el comanche Gil,
prevalece lo impulsivo, tratando de precipitar los sucesos.
Retrato desesperanzado del interior profundo de los Estados
Unidos, nos deja la sensación que no todo lo que brilla es oro. La recesión ha
pegado fuerte y la recuperación económica tarda en mostrarse. La película
desarrolla su acción en Texas, bastión republicano, que sin lugar a dudas
transmite un mensaje de la necesidad de un cambio profundo de rumbo y de gobierno. Viendo las postales que nos deja el
film se entiende mejor el resultado de las últimas elecciones en los Estados
Unidos.
Un destino fatalista parece siempre acompañar a los
protagonistas de la historia. Los dueños originarios de las tierras fueron
desplazados por una tras de otra guerra entre las tribus indígenas. Texas fue territorio
Comanche hasta que el hombre blanco arrasó con ellos. Ahora, un capitalismo
salvaje parece haber diezmado los stocks ganaderos y los campos petroleros. Los
propios personajes parecen estar condenados al infierno por la carencia de
espiritualidad y de un Dios que ilumine sus vidas.
Con grandes reminiscencias de Sam Peckimpah y alguno de sus “westerns
modernos” como fueron La Fuga con Steve Mc Queen, o Traigan la Cabeza de
Alfredo Garcia con Warren Oates, Mackenzie nos deja una gran película. Un film
no solo muy entretenido sino también muy bien narrado, interesante, equilibrado
entre lo que son las historias que
cuenta, perfectamente enmarcadas dentro de un entorno reconocible, y unos
personajes muy creíbles que desarrollan
sus propias historias personales sin que la acción y el entretenimiento se
resientan en ningún momento. Para que el director pudiera lucirse plenamente
como lo ha hecho, se necesitaba un muy guión sólido. Ese guión estuvo a cargo
de Taylor Sheridan, un joven guionista proveniente de la televisión (CSI, Enterprise,
entre otras) y el cine, especialmente “Sicario” en 2015. Demás está decir que la
película está muy bien actuada (la actuación de Jeff Bridges está nominada para
el Oscar), y además, cuenta con una música muy acertada de Nick Cave (El
Asesinato de Jesse James), tanto en lo incidental como en las baladas que
acompañan al film. La película está nominada para 4 premios Oscar. Además de
Bridges, también fue nominada como Mejor Película, Guión, y Montaje.
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