lunes, 29 de mayo de 2017

EL ESGRIMISTA de Klaus Härö


BAJO SOSPECHA Y PERSECUCIÓN

La revolución rusa de 1917, tuvo como objetivo principal derrocar el régimen zarista, e instaurar de un nuevo gobierno de origen socialista. El proceso fue liderado por Vladimir Lenin hasta su muerte en 1924, y no estuvo ausente de autoritarismo ni de un afán persecutorio a toda disidencia. Pero después de su muerte, el hombre más fuerte que ocupó el poder soviético fue Josef Stalin, al que no solo debe atribuirse el éxito de los planes quinquenales que inauguró en la década del 30, transformando a la Unión Soviética en una potencia industrial, sino también su absoluta falta de piedad con la disidencia. Desde el principio de su gobierno, las persecuciones políticas se sucedieron ininterrumpidamente hasta su muerte en 1953. Su despiadado régimen y la violación permanente de derechos humanos fueron denunciados en numerosas ocasiones desde dentro y fuera de la Unión Soviética, pero fue en 1956 cuando se inició el período de desestalinización del país, bajo el gobierno de Nikita Jrushchov.

La represión política en la Unión Soviética fue utilizado desde el triunfo mismo de la revolución como un instrumento de disciplinamiento, y su existencia se alargó en el tiempo, e incluso llegó hasta el fin de las denominadas “Perestroika” (restructuración política y económica) y “Glasnost” (periodo de transparencia informativa), a fines de los ´80. Durante la Segunda Guerra Mundial, después de la liberación del Sitio de Leningrado, el avance de estas técnicas represivas se extendió también a todo el territorio ocupado por las fuerzas soviéticas en Europa del Este.

El Esgrimista es una coproducción entre Estonia, Alemania y Finlandia recientemente estrenada en la Argentina. Su acción transcurre en 1950, en Estonia, en un pueblito cercano a la costa, llamado Haapsalu. Allí, a su tierra natal, decide regresar Endel, un esgrimista profesional,  disidente del régimen socialista, escapando de la policía soviética, con el propósito de transformarse en un maestro de escuela primaria. Instalado en el pueblo, su mayor desafío, y a propuesta de los niños, será establecer como clase recreativa de los sábado, la enseñanza de la esgrima.

No obstante estar planteada como una obra sobre la superación personal de los niños a través del aprendizaje de una disciplina, nos encontramos ante un verdadero film sobre el terror, el de una persecución que no tiene límites. El sujeto de esa persecución es el personaje central del film. Un eximio esgrimista que ya no puede sostener su vida en Moscú en función de su disidencia decide volver a su casa un pequeño pueblo en la lejana Estonia. Pero hasta allí llegará el poder soviético. Y el ahora maestro de escuela, como recién llegado, estará en la mira de todos, y en particular, del militante director de la escuela, que se transformará en su sombra e informará de todos sus actos por más inocentes que sean. El maestro es un hombre bajo sospecha.

En ese estado de sospecha permanente se desarrolla esa persecución en la que encontramos también las raíces de un poder corrupto. No importa lo que el maestro haga sino lo que el maestro piense, más allá de que su pensamiento no se transforme en enseñanza para sus alumnos. Nunca sabremos porqué el esgrimista es perseguido. No sabremos nunca cuáles son sus ideas políticas ni que otra actividad hiciera por fuera de la esgrima. Pero queda claro que su persona no agrada al régimen. Y ese desagrado se replica en forma automática en los representantes del régimen, en este caso, el director de la escuela. El poder se alinea con el poder. Una contundente radiografía de la mediocridad.

En su esencia, el aprendizaje de los niños, sus progresos en la esgrima, su afán de competitividad, la aparición de un amor en la vida del esgrimista va transformando tímidamente a la película como un canto a la libertad individual, un alegato contra la persecución y la represión política, y abriendo una tenue luz de esperanza.

La habilidad del director estonio Klaus Harö, basado en un estupendo guión de Hanna Heinämaa, elude los lugares comunes, narrando con pulcritud,  claridad y sentido del ritmo cinematográfico. Basado en la vida real de esgrimista estonio Endel Nelis (1925-1993), la película resulta siempre interesante y sobre todo, entretenida. No es ajeno a ello el alto nivel de la actuación y sobre todo, el de los niños actores que realmente descuellan en el film. Kirill Käro es Aleksei, el maestro; Ursula Ratasepp es Kadri, su novia; Lilsa Koppel es Marta, la pequeña alumna que dejará una huella difícil de olvidar en este notable film proveniente de una región cuyo cine no abunda pero si deja mucho para pensar.

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