CRECED Y MULTIPLICAOS
Sobre guión propio de la actriz y directora
estadounidense Tamara Jenkins, y con la actuación de Paul Giamatti y Kathryn
Hahn, sobresale en la programación de Netflix este largometraje americano, cabal
exponente del cine neoyorquino, que se introduce con interés y sutileza en la
vida de una pareja de clase media americana que orilla los 40 años de edad y
padece de problemas de fertilidad, originando en ellos un sentimiento que va
más allá de la necesidad de ser padres cayendo en una obsesión culposa por lo
que sería el incumplimiento de un mandato divino que transforma sus vidas en un
drama existencial.
Bordeando la tragicomedia, la directora describe con
honestidad sin caer en efectismos, el calvario de una pareja que sufre al no
poder tener un hijo. El guión se articula a través de una serie de escenas que
describen situaciones dramáticas, constituidas por diálogos de la pareja con una
serie de amigos en las cuales la pareja transmite su frustración procreativa colocando
a sus personajes en situaciones que se complican cada vez más, al observar que
el fracaso de sus intentos los hace sentir insatisfechos e incompletos. En ese contexto, los actores
destacan por su actuación naturalista, una característica propia del cine del
Este.
El estado de desesperación que paulatinamente muestra la
pareja refleja una cuestión particular a la vez que evidencia una necesidad de
trascendencia, una búsqueda reproductiva que va más allá del capricho o el
deseo insatisfecho sino una necesidad humana, una especie de mandato divino cuyo
cumplimiento se ve complicado por un problema de salud: la infertilidad.
El film no solo interesa por la autenticidad con que
narra los hechos sino porque logra mantener
a lo largo de su metraje un tono tragicómico que describe un drama bajo la forma de una comedia
costumbrista cuyo trasfondo toca una de las cuerdas más sensibles del ser
humano.
En la película, “creced y multiplicaos” resulta un
mandato divino que se transforma en una obsesión que como tal, enferma a los
personajes, los sojuzga y los somete no dándoles posibilidad alguna de
liberarlos. Consecuencia de ello, el acto de la sexualidad se vuelve en ellos
un puro mecanismo de reproducción alejándolos de toda posibilidad del goce
sexual. De esta manera, dicho acto se transforma en un deber más que en un
derecho, una especie de obligación natural, a la vez, social, moral y religiosa.
Ello trasciende a la
pareja, reflejando
esta necesidad en el deseo de quienes la rodean, generando alternativas que el
film describe minuciosamente, yendo de la comedia al drama, donde en su punto
medio, la tragicomedia otorga el marco necesario para que la pareja encuentre
siempre un tercero dispuesto a ayudar, lo cual da lugar a crear un clima y situaciones
que bordean el absurdo aunque esas cuestiones constituyan un objetivo de vida.
Cuando los tratamientos fallan, la desesperación de la
pareja refleja un sentimiento de culpa donde la fertilidad no solo juega como
una necesidad natural o un deseo personal o de satisfacción de la pareja sino como
un mandato de carácter religioso, un objetivo de mantenimiento de la especie
que va mucho más allá de los simples deseos naturales e instintivos de la
reproducción humana o de las necesidades de la pareja.
El film narra estas peripecias con fluidez, entreteniendo
con diálogos simples pero profundos e interesantes, desarrollando un tema que siempre mantiene actualidad.
Asimismo, se nutre de las notables actuaciones de Giamatti y Hahn que
protagonizan todas las escenas de la película donde prevalece la naturalidad, lo
cual genera verdad y sostiene el interés del film permitiendo reflexionar sobre
una cuestión que va más allá del drama de una pareja con problemas de
fertilidad para hacernos pensar sobre la cuestión misma de la supervivencia humana.
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