LA CENICIENTA EN NUEVA YORK
Es la nueva comedia del director neoyorquino
Sean Baker. Escrita por el mismo
director, es protagonizada por Sean Baker, acompañado por Mikey Madison, es la historia de un joven ruso que
está de paso en Nueva York y tiene la oportunidad d de viajar a Las Vegas.
Muy bien dirigida y actuada por Mickey Madison como Anora, el film
es el ganador del último Festival de Cannes, donde recibió no solo los aplausos
de la crítica y del público, sino sobre todo, un prestigio que le facilita su
carrera comercial en los cines, y seguramente será candidata a algún premio
Oscar en la próxima entrega en el mes de febrero..
Anora es el personaje principal, en una actuación descollante de una trabajadora sexual de Brooklyn, que tiene la oportunidad de protagonizar la historia de Cenicienta cuando conoce al hijo de un millonario y se casa con él, pero cuando sus padres se enteran en Rusia, deciden viajar a los Estados Unidos para deshacer el matrimonio de la joven pareja.
Todos conocemos la historia ni vamos a revelar incógnitas., pero la película marca la diferencia toda vez que sin dejar de lado la historia conocida, tiene la virtud de enganchar al espectador y recorrer el camino de cenicienta hasta el final. La puesta en escena es sencillamente descollante, Moderna, ágil, bien actuada, con un espléndido escenario donde destacan, sobretodo, los tonos los rojizos que tienen que ver con una puesta pasional de características teatrales que nunca dejan de ser cine. Esto, claramente es cine. No es una puesta teatral aunque lo parezca.
Sean Baker es un director de cine independiente, indudablemente talentoso, uno de sus más talentosos que ahora descuella en las boleterías y que sin lugar a dudas va en busca de un merecido premio Oscar por la excelencia de su guion, tanto como la de su nivel interpretativo y todos los rubros técnicos.
En síntesis, un trabajo descollante del director americano que sin duda logra su mejor película hasta el presente. El film tiene la estructura de una comedia clásica heredera de la segunda tanda, la de los años sesenta, con intérpretes como Jack Lemmon y Doris Day. Aquí las estrellas no son dos consagrados sino dos principiantes con ganas de hacer bien las cosas. El resultado es sorprendente, deja huella y marca un camino. Es para aplaudir. Pocas veces se ve una película tan agradable y entretenida como esta con un con un nivel parejo tanto en lo interpretativo como en los rubros técnicos.