miércoles, 16 de noviembre de 2016

LA LARGA NOCHE DE FRANCISCO SANCTIS de Francisco Márquez y Andrea Testa


UN VIAJE HACIA EL MIEDO PROFUNDO

¿Quién es Francisco de Sanctis? Un tipo común, de unos 40 años, casado con dos hijos en edad escolar. Labura en una oficina y aspira a tener un ascenso para ganar unos pesos más. Vive en un departamento de 3 ambientes, sin lujos, en un barrio de la capital. No tiene auto, viaja en colectivo, y como gran diversión se encuentra con un amigo después de cenar a jugar al billar.

¿Qué le pasa a Francisco? Francisco se ha aburguesado. De joven ha frecuentado algún campamento de las juventudes izquierdistas donde ha conocido a quien tal vez haya sido un primer amor. Justamente de ella, y después de tantos años, recibe una llamada misteriosa que lo cita. Se encuentran y le pide un favor. Un llamado a la solidaridad.
Un simple favor obra como disparador de una cuestión ética  y moral. Debe hacer ese favor? Y si no lo hace? Acaso traiciona los ideales políticos de su juventud? Dónde quedó su romanticismo escrito en poemas? Cuál es el riesgo? Acaso la solidaridad implica involucramiento? Francisco está ante un dilema. Lo hace o no lo hace. Si lo hace, arriesga su seguridad personal, y tal vez la de su familia. Si no lo hace, quedará en deuda con su conciencia. Se siente involucrado. Cambia su comportamiento. Comienza a sufrir su propia persecución. Busca y se deshace de viejos papeles y revistas. Aflora su miedo buscando una respuesta, pero se siente movilizado. El miedo lo conduce hacia la incomodidad de la clandestinidad. Debe optar entre el aburguesamiento o un gesto de atrevida solidaridad. El miedo le  moviliza y lo incomoda a la vez. Lo saca del lugar seguro, de su aparente confort de pequeño burgués pero lo acerca a sus ideales de juventud donde ha cultivado alguna idea de izquierda y el romanticismo literario del poeta, toda aquella rebeldía que hoy ha perdido después de pasar por la universidad y el casamiento. Lo oculto y lo olvidado ha aflorado.

Francisco se siente inquieto. Ese miedo que sufre paradójicamente lo empuja hacia la soledad de la noche, lo dirige hacia lo desconocido. Ahora se siente perseguido, acaso culpable. El taconeo de sus zapatos que repiquetean como un eco, no son otra cosa que los sonidos de ese otro yo interior que lo frena y lo reprimes. “No hagas eso”, “No te metas”. Francisco se debate entre la persona que es y la persona que quiere o debe ser.

Busca a alguien que ¨está metido”. Quiere deshacerse de esa “obligación adquirida”. No encuentra respuesta. Continúa solo ante sí mismo. Es él, Francisco, el obligado. Toma un colectivo. Viaja hacia el centro de la noche más oscura. Llega a ningún lugar. Se sube a un taxi. Emprende un viaje que recuerda “24 Horas” de Scorsese. Es un viaje hacia la incertidumbre total, hacia un estado primitivo. En el mejor de los casos, a encontrarse consigo mismo, tal vez, a lo mejor de sí mismo.
“La Larga Noche de Francisco Sanctis” es la recuperación del espíritu de aventura interior, un debate entre el deber y el ser, que lo eleva y que lo expone al terror de decidir. Cinematográficamente hablando estamos ante una obra pulcra, de un rigor formal pocas veces vista en el cine argentino. El trabajo de dirección de  Francisco Márquez y Andrea Testa es riguroso. Nunca pierde el punto de vista. Es un film impecable por donde se lo mire. La adaptación cinematográfica de la novela es perfecta. Las páginas literarias han desaparecido para transformarse en imágenes cinematográficas. Esto es cine en estado puro. La actuación de Diego Velázquez es descomunal. Lo mismo se puede decir de todos los detalles de ambientación de la película.


Por último, cabe agregar que el film permite dos lecturas. En una primera visión, es un viaje hacia el miedo interior, hacia lo que desconocemos de nosotros mismos. Pero también es un film sobre el compromiso. En una segunda visión, podemos inferir que la época y el disparador de ese viaje interior, ocurre dentro de un contexto histórico. En consecuencia, ese miedo no sólo es un argumento ontológico sino además, un estado producido por una serie de acontecimientos reales. En esta segunda visión, el film puede verse como una lúcida reflexión sobre esos hechos ocurridos.

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