
UN SER LUMINOSO
Cómo criar y educar a una niña prodigio parece ser la
pregunta que se hace esta notable película americana realizada con un bajo
presupuesto y con mucho talento por la Fox. Mary es una niña de 7 años, una personita
distinta, diferente en función de poseer un mayor coeficiente intelectual. Alguien
capaz de resolver, por ejemplo, fórmulas matemáticas de alta complejidad.
La niña desciende de una familia de superdotados. Su
abuela, su madre y su tío son personas que se han destacado por su alto nivel
de IQ y en sus capacidades en el análisis matemático. Su madre ha muerto y
ahora es su tío quien está a cargo de su crianza.
Es común que cada uno de nosotros tratemos de evitar
nuestras propias frustraciones en la crianza de nuestros hijos. Ese es el
dilema fundamental que plantea esta película, fundamentalmente a través del rol
del Tío Frank, alguien que ha abandonado la ciencia para disfrutar de la vida
en un pueblito costero cerca de Boston donde se dedica a reparar veleros y
ahora tiene la tenencia y responsabilidad de criar a su sobrina.
El film, si bien se centra en el personaje de la niña
genio, es la búsqueda de libertad de Frank. Es la huida de un ser
intelectualmente superior que se siente preso en su superioridad y necesita
transformarse en una persona común. Es en ese esfuerzo donde aparece el Tío
Frank, casi obsesionado en que su sobrina no sufra sus propias frustraciones y
viva una infancia normal en ese pueblo costero de la costa de Florida en lugar
de educarse en alguna de las grandes universidades americanas donde el premio Nobel
en Ciencias es algo habitual. Pero esa necesidad choca contra la realidad y los
convencionalismos sociales.
Frank quiere disfrutar de la vida que no disfrutó de joven
y como consecuencia de ello, quiere que su sobrina Mary pueda tener la libertad
de ser una niña común. Dada la capacidad de desarrollo intelectual, su
aspiración es que ella aprenda sencillamente a disfrutar de las pequeñas cosas
de la vida: el ocio, la amistad de sus vecinos, un show por televisión, el
compañerismo en el Colegio, el juego ocasional. Pero resulta el IQ de la niña
es un elemento diferencial que la distingue y las distancia del resto, aislándola
como persona muy a su pesar. Los prejuicios no solo responden al individuo sino
también a la sociedad. Y la inserción de Mary en un colegio normal se transforma
en una odisea judicial.
Un Don Excepcional es una parábola distinta a lo que
estamos acostumbrados a ver. Normalmente
el cine americano ha transitado la vida de seres excepcionales de diferentes
maneras. Algunas veces, a través del retrato del desequilibrio mental que tiende
a la violencia y/o el crimen (Patrick Bateman de American Psycho, o Lisa Rowe
en Inocencia Interrumpida). Otras, describiendo el proceso de disociación que confunde
realidad y fantasía como el de Nina Sayeers del Cisne Negro. Pero también existen aquellos casos en que la
enfermedad mental no impide la diferenciación del bien y del mal, como en el
caso de del Murphy de Atrapado, Sin Salida (1975), o del autista de Raymond
Babbit en Rainman (1988), o incluso el retraso mental de Forrest Gump de Tom
Hanks(1994), quien con su inocencia solo ve los aspectos positivos de la vida
que lo llevan de ser un sobreviviente de Vietnam a ser un empresario pesquero
exitosos en la vida. Pero más allá de las películas mencionadas, tal vez sea el
Josh Nash de Una Mente Brillante (2001), un ganador del Premio Nobel con
tremendos problemas de relacionamiento y poca estabilidad emocional, quien se
acerque más a la niña Mary Adler.
Mary coincide con Josh Adler en su alto coeficiente
intelectual. Pero a diferencia de los altibajos de esquizofrenia delirante del matemático,
la niña es un ser luminoso lejos de toda maldad y enfermedad. Ella es una niña
en pleno crecimiento que solo busca ser una niña más. Su inocencia, su lejanía
de la maldad, la prepotencia inocente de su superioridad intelectual, su
espíritu de justicia, su necesidad de amar y ser mimada es pintada por Webb con
suma delicadeza, y de ello surge su
criatura como un ser celestial que solo busca crecer libre de prejuicios y
determinaciones para poder ser en el futuro una persona libre en un mundo adulto
sumamente convulsionado.
El guión de Tom Flynn acierta en todo momento escapar del
lugar común. Plantea el film como una comedia pero la desliza a través del
drama tribunalicio dándole una pátina de
suspenso y ello sutilmente juega entre el bien y el mal a través de los
avatares judiciales. Marc Webb dirige este
material con la habilidad que le da su amplia trayectoria tanto en cine como en
televisión. Recordemos que en su haber cuenta con exitosos films como la
comedia “500 días con ella” (2009), y las superproducciones The Amazing
Spiderman I (2012) y II (2014). Chris Evans (Los 4 Fantásticos, 2005; Capitán América, 2011; Los Vengadores, 2012) le da credibilidad a su Tío Frank. Mackena
Grace, una niña de 11 años, que a partir de 2013 tiene una dilatada carrera en
la TV (incluida Designated Survival), da vida a Mary con una gran espontaneidad.
A ellos los acompañan otras dos grandes actrices: Octavia Spencer como la
vecina, y la escocesa Lindsay Duncan como la abuela.
En síntesis, una película tan luminosa como el ser que retrata presentando un dilema ético donde se pone en discusión el
problema del ser y el deber ser, algo así como si tuviéramos que decidir entre “si
la niña es una superdotada, debe recibir una educación superior” o “si la niña
tiene 7 años, debe vivir su infancia”. ¿Es posible lograr un equilibrio entre
ambas posiciones? ¿Es un dilema que solo deben resolver los adultos? ¿Importa
la opinión de la niña? De lo que no quedan dudas es que si se establece el dialogo,
puede haber solución.