Es difícil entrar en el mundo de Ôstlund. Su mirada, en
principio, parece ser la de la comedia costumbrista, incluso, la sátira social.
Pero si lo entendiéramos de esa manera, estaríamos dejando de lado todo un
aspecto, y tal vez el más importante, de sus personajes. Porque los personajes del director sueco nunca
son unidimensionales. Es como que en su mirada siempre estuviera presente Dr.
Jekill y Mr. Hide. El lado claro y el lado oscuro de cada uno de ellos virando
en forma rápida, incluso en una misma escena.

Ôstlund elige el camino de cierto absurdo para exponer su
tesis. Y mientras se discute de qué manera se hará la presentación de la
instalación en una lección magistral de cómo comercializar el arte, Ôstlund comienza
a delinear personajes de la alta sociedad, casi todos educados o adinerados
mesías de lo artístico, ninguno de ellos es capaz de respetar los límites que
predica la instalación que están proponiendo desde la dirección del Museo. Pero
lo notable es que tampoco los personajes de clase más baja están dispuestos a
hacerlo. En consecuencia, existe una confrontación inevitable de clases.
En todos ellos, en algún momento aparece Mr. Hyde, el
representante del lado oscuro de la personalidad de cada uno de nosotros. Por
ejemplo, Christian, el personaje principal del film, no sabe qué hacer después de
sufrir el arrebato de su celular en plena plaza pública de Estocolmo. Tampoco
sabe cómo desembarazarse de una muchacha con la que pasó la noche. Algo
parecido ocurre en la escena de la gala del Museo. Allí aparece un actor haciendo
de un hombre perro. La reacción ante el miedo genera, primero perplejidad, y
después violencia. A partir de ello, Ôstlund recrea una comedia del absurdo con
límites insospechados donde deja en descubierto la debilidad de la organización
social moderna en un ambiente de alta injusticia social.
La película es minuciosa en la descripción del personaje
principal en el cual trata de reflejar todas las debilidades de una persona educada,
con un trabajo bien remunerado, y una situación económica y social estable.
Ante los hechos comentados, Christian reacciona generando una regresión paralizante.
Sus respuestas comienzan a aparecer como actos reflejos (es decir involuntarios
y casi automáticos) y no como acciones provenientes de la inteligencia. Produce
una regresión parecida a la perdida de la capacidad de razonar, entender, tomar
decisiones y poder modificar la realidad.
Mostrando a la par cómo se gesta la muestra de arte, la cual
se organiza de la misma manera que si fuera una campaña comercial, la película va
cobrando altura y termina siendo un fresco social altamente preocupante porque
el cine de Ôstlund tiene esa capacidad de mostrar la metamorfosis humana, o si
se quiere, el fenómeno de deshumanización de la persona bajo cualquier tipo de
amenaza (en su película anterior era un alud de nieve en medio de la montaña), haciéndola
perder su identidad y convirtiéndola en una bestia social.
No es una película para disfrutar dentro del cine. Es una película
para mirar y escuchar con atención. Nos está hablando de una mutación
imperceptible en la condición social. El mundo, la sociedad industrial ha
dejado de ser tal. La desocupación ha crecido en forma alarmante en todo el
mundo. El hombre está siendo reemplazado por la robótica. Lo que trata de transmitirnos
Ôstlund es que debemos reflexionar sobre ello, tanto como individuos como, y
especialmente, como sociedad.
El mundo en que nos criamos, estudiamos y conseguimos nuestros
primeros trabajos ya fue. El Nuevo Mundo no se avecina. Ya estamos viviendo en
otro mundo diferente y la dirigencia política y social no ha tomado todavía
conciencia de ello y vive sumergida en sus propios intereses. Vamos a pasos
agigantados hacia sociedades de servicios que como muestra la película debemos
aprender ya no a vender un jabón sino una instalación en un museo.
El film ganó la Palma de Oro en el último Festival de Cannes
en mayo pasado. Tal vez no sea un film ni muy académico ni estéticamente atrapante.
Es incluso, por momentos, desprolijo. Pero es un film muy vigente, muy interesante,
a veces, desconcertante. Es un film que no pasa desapercibido, que
revuelve nuestras conciencias, que nos hace pensar seriamente sobre nuestro
futuro y sobre la vigencia del contrato social sobre el cual hemos basado
nuestras actuales sociedades.