jueves, 16 de noviembre de 2017

PATERSON de Jim Jarmusch


LA RUTINA DE LA VIDA Y LA BUSQUEDA DE LA FELICIDAD

Paterson se despierta regularmente a las 6 y cuarto de la mañana, se levanta, desayuna, y se va a trabajar donde lo espera un viejo ómnibus de línea, para comenzar su circuito diario en la propia estación terminal. Pero esa rutina diaria que se continua en el circuito que día a día desanda el personaje no es otra cosa que una síntesis de su vida misma, la que se completa con sacar a pasear al perro, pasar a tomar una cerveza por el pub del barrio, volver para la hora de la cena, e irse a dormir.

Jim Jarmusch, el autor integral de esta película, es un director americano proveniente de la generación de los ´80, esa generación apática que abandonó la rebeldía y el inconformismo de los ´70, y cuyos protagonistas cinematográficos realizaban films minimalistas en el que sus personajes deambulaban como derrotados, sin rumbo ni destino. En ese contexto aparece Jarmusch haciéndose acreedor en 1984 de la Cámara de Oro del Festival del Cine de Cannes, un premio otorgado a las óperas primas, es decir, aquellas películas de directores debutantes. Su film es el recordado Extraños en el Paraíso, y su cine, siempre ha estado lejos de ser el de un conformista.

Su obra, siempre regida por una coherencia y una poética muy particular, se nutrió entre otros grandes films, con Una Noche en la Tierra (1991); Ghost Dog (1999); Café y Cigarrillos (2003); y mi preferida: Flores Rotas (2005), una obra coherente y esporádica donde fue dejando testimonio de su particular visión del mundo.

Ahora nos llega Paterson, una obra de madurez intelectual y exquisita exposición cinematográfica, donde describe un típico exponente americano de clase media baja trabajadora, instruida, con sueños por cumplir. Nos describe su rutina diaria, su forma de escribir y de transformar la realidad en poesía, como así también los hábitos de sus diversos personajes.

Paterson hace todos los días lo mismo. Se despierta siempre antes que su mujer, se viste, se desayuna y se va tranquilo caminando al trabajo. Sube a sus bus, chequea que todo esté en forma, emprende su circuito diario. Siempre los mismos pasajeros, los mismos niños que entran a la escuela, los mismos ancianos que salen a hacer compras. Un día su bus sufre un desperfecto. Paterson sigue el protocolo. No obstante, el teléfono del bus no funciona porque el desperfecto está relacionado con la electricidad. Paterson carece de celular. Pero alguien se lo presta y Paterson comunica el desperfecto. La vida continúa sin inmutar a nadie.

Paterson es un canto a la vida. Nos narra el esfuerzo de una pareja (un hombre y una mujer) por tratar de ser alguien en la vida. Paterson encuentra ese camino en la poesía y en la lectura. Escribe lo que siente y lo que le pasa. Y eso es suficiente. Vive en un pequeño mundo, en una pequeña ciudad de poetas que no casualmente también se llama Paterson, en el Estado de New Jersey, casi pegada a Nueva York. Lejos de ese mundanal ruido, Paterson y Laura se esfuerzan por superar la rutina. Ella sueña con comprarse una guitarra y hacer música folk. También cocina cupcakes que vende en una feria y paga pequeños gustos que comparte con su esposo. Viven en un pequeño mundo pero tienen la capacidad de soñar con un mundo mayor y mejor. Y en la descripción de esa capacidad de aspirar a algo mejor, en el esfuerzo diario por lograrlo más allá de toda rutina, es donde están los mayores aciertos de Jarmusch como director. Logra que su film fluya espontáneamente.

El resto del mundo está representado en el pub del pueblo. Allí es donde Paterson toma la cerveza diaria de cada tarde, donde su perro lo espera sentado en la puerta, donde el cantinero juega su partida de ajedrez contra sí mismo, y pierde, donde aparece la amante desesperada seguida por su pretendiente despechado. En ello Jarmusch aprovecha para realizar una parodia social distorsionando la vida real, poniéndola en escena en un pub donde las soledades ahogan sus penas en alcohol. El bar le sirve al director para generar el contraste entre unos que solo tiene un hábito y otros que solo buscan un lugar donde ahogar sus penas. Sin lugar a dudas, un recurso inteligente.

Paterson está magníficamente actuada por Adam Driver (este año los vimos también en Silencio de Martin Scorsese, en La Suerte de los Logan de Steven Soderbergh, y en Los Meyerowitz de Noah Baumbach) y Golshifteh Farahani (A Propósito de Ellie de Asghar Farhadi).


Lejos de ser una película conformista, Paterson es una lección de inconformismo en el mejor sentido de la palabra. Es la búsqueda del uno mismo, de la propia confianza, de buscar un camino de superación donde en algún lugar estará sin duda la felicidad que cada uno desea lograr. Esa felicidad aparece como algo posible, alcanzable toda vez que los protagonistas sean coherentes con sus sueños y no se dejen llevar por las convencionalidades de los medios. No resulta raro que en la casa de los Paterson se carezca de televisor. Pero fundamentalmente Paterson nos dice que la felicidad no es lo que uno tiene sino lo que uno es, y sobre todo, la capacidad de darlo a los demás.

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