sábado, 18 de noviembre de 2017

THE SQUARE de Ruben Ôstlund


LA VIOLENCIA Y LA RUPTURA DEL CONTRATO SOCIAL

Es difícil entrar en el mundo de Ôstlund. Su mirada, en principio, parece ser la de la comedia costumbrista, incluso, la sátira social. Pero si lo entendiéramos de esa manera, estaríamos dejando de lado todo un aspecto, y tal vez el más importante, de sus personajes.  Porque los personajes del director sueco nunca son unidimensionales. Es como que en su mirada siempre estuviera presente Dr. Jekill y Mr. Hide. El lado claro y el lado oscuro de cada uno de ellos virando en forma rápida, incluso en una misma escena.

En The Square, el personaje protagónico es Christian (Claes Bang), director del Museo de Arte Contemporáneo de Estocolmo, quien está preparando la presentación de una instalación de una obra híper moderna que se llama The Square, un espacio de confianza que invita al altruismo, al respeto por el otro, y sobre todo, a la necesidad de entender la convivencia dentro de la ley.

Ôstlund elige el camino de cierto absurdo para exponer su tesis. Y mientras se discute de qué manera se hará la presentación de la instalación en una lección magistral de cómo comercializar el arte, Ôstlund comienza a delinear personajes de la alta sociedad, casi todos educados o adinerados mesías de lo artístico, ninguno de ellos es capaz de respetar los límites que predica la instalación que están proponiendo desde la dirección del Museo. Pero lo notable es que tampoco los personajes de clase más baja están dispuestos a hacerlo. En consecuencia, existe una confrontación inevitable de clases.

En todos ellos, en algún momento aparece Mr. Hyde, el representante del lado oscuro de la personalidad de cada uno de nosotros. Por ejemplo, Christian, el personaje principal del film, no sabe qué hacer después de sufrir el arrebato de su celular en plena plaza pública de Estocolmo. Tampoco sabe cómo desembarazarse de una muchacha con la que pasó la noche. Algo parecido ocurre en la escena de la gala del Museo. Allí aparece un actor haciendo de un hombre perro. La reacción ante el miedo genera, primero perplejidad, y después violencia. A partir de ello, Ôstlund recrea una comedia del absurdo con límites insospechados donde deja en descubierto la debilidad de la organización social moderna en un ambiente de alta injusticia social.

La película es minuciosa en la descripción del personaje principal en el cual trata de reflejar todas las debilidades de una persona educada, con un trabajo bien remunerado, y una situación económica y social estable. Ante los hechos comentados, Christian reacciona generando una regresión paralizante. Sus respuestas comienzan a aparecer como actos reflejos (es decir involuntarios y casi automáticos) y no como acciones provenientes de la inteligencia. Produce una regresión parecida a la perdida de la capacidad de razonar, entender, tomar decisiones y poder modificar la realidad.

Mostrando a la par cómo se gesta la muestra de arte, la cual se organiza de la misma manera que si fuera una campaña comercial, la película va cobrando altura y termina siendo un fresco social altamente preocupante porque el cine de Ôstlund tiene esa capacidad de mostrar la metamorfosis humana, o si se quiere, el fenómeno de deshumanización de la persona bajo cualquier tipo de amenaza (en su película anterior era un alud de nieve en medio de la montaña), haciéndola perder su identidad y convirtiéndola en una bestia social.

No es una película para disfrutar dentro del cine. Es una película para mirar y escuchar con atención. Nos está hablando de una mutación imperceptible en la condición social. El mundo, la sociedad industrial ha dejado de ser tal. La desocupación ha crecido en forma alarmante en todo el mundo. El hombre está siendo reemplazado por la robótica. Lo que trata de transmitirnos Ôstlund es que debemos reflexionar sobre ello, tanto como individuos como, y especialmente, como sociedad.

El mundo en que nos criamos, estudiamos y conseguimos nuestros primeros trabajos ya fue. El Nuevo Mundo no se avecina. Ya estamos viviendo en otro mundo diferente y la dirigencia política y social no ha tomado todavía conciencia de ello y vive sumergida en sus propios intereses. Vamos a pasos agigantados hacia sociedades de servicios que como muestra la película debemos aprender ya no a vender un jabón sino una instalación en un museo.

El film ganó la Palma de Oro en el último Festival de Cannes en mayo pasado. Tal vez no sea un film ni muy académico ni estéticamente atrapante. Es incluso, por momentos, desprolijo. Pero es un film muy vigente, muy interesante, a veces, desconcertante. Es un film que no pasa desapercibido, que revuelve nuestras conciencias, que nos hace pensar seriamente sobre nuestro futuro y sobre la vigencia del contrato social sobre el cual hemos basado nuestras actuales sociedades. 

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