UN PASADO QUE REGRESA
No conocía la dilatada trayectoria de Martín Sulik, un director
muy sólido, que maneja con maestría el material que coescribió con Ondrj Sulaj,
ambos nacidos en Checoslovaquia y hoy residentes en Eslovenia, logrando un film
en todo momento ameno y entretenido, en función de un drama de características históricas
que todos conocemos que ha dejado secuelas que todavía hoy en día, a más de 70
años de ocurrido, mantiene vigente su recuerdo por la gravedad y la injusticia
de lo sucedido.
Sulik arranca el film con un formato de policial negro para
enseguida transitar hacia una road movie que se vuelve comedia de opuestos y terminar
en un drama de toma de conciencia. El director maneja a la perfección todos
esos registros, da dinamismo a su relato y mantiene enganchado al espectador
desde el inicio hasta el final del film a pesar que basa su relato en un contexto
que vuelve predecibles algunas situaciones.
Jiri Menzel, el afamado director checo que en 1967 ganó el
Oscar a la Mejor Película Extranjera en Hollywood con aquella maravilla que se
llamó Trenes Rigurosamente Vigilados vuelve como actor al tema de la Segunda
guerra Mundial. En El Intérprete es Alí Ungar, un anciano de unos 80 años, que
al leer un libro sobre las actividades de un oficial alemán durante la guerra
en Eslovaquia reconoce a quien ha matado a sus padres y emprende un camino
hacia su búsqueda con el propósito de ejecutar su venganza. Pero a quien
encuentra no es al viejo oficial de las SS, sino a su hijo Georg, un profesor
jubilado, magníficamente interpretado por Peter Simonischerk (el extraordinario
actor de Tony Erdman), quien niega saber de su padre y le propone investigar
que ha sido de él siendo su intérprete de alemán.
Los dos ancianos, una pareja muy despareja, emprenderán un
viaje alocado, lleno de peripecias que bordean el humor absurdo, para darse
cuenta que la mayor parte de la gente que los rodea o que conocen
circunstancialmente en el viaje ha olvidado o ignora lo que ha ocurrido en el
pasado, o no quiere enterarse ni tampoco le interesa. Europa ya es otra. No
solo ya no es la Europa de la pos guerra sino que ni siquiera es la Europa de
después de la caída del Muro de Berlín. El hoy es una nueva situación, una status
inédito que solo les permite observar que la vida ha pasado frente a ellos sin
que ellos se dieran cuenta de los cambios. Un cambio que sucede tan rápidamente
que somos incapaces de percibirlo.
Ello lleva en forma inconsciente a los protagonistas a un
momento de profunda reflexión. Frente a esta situación, Alí Ungar comienza una
catarsis que purifica su ánimo a la vez que va descubriendo a Georg, un hombre
grande lleno de vida que paradójicamente comienza a saber la verdad sobre su
padre. El viaje de dos viejos de más de 70 se transforma en una travesía de sí
mismos donde uno comienza a entender lo ocurrido y comprender que la venganza
solo lleva a más violencia, y el otro a hacer una toma de conciencia sobre quién
es. Pero si durante el film se mantiene una atmosfera de violencia contenida,
reprimida, en el final de ese viaje iniciático, ambos ancianos, lejos de
reprimir aquellos sentimientos, comenzarán a sentir una necesidad de redención,
de asumir que tal vez no haya perdón, pero por sobre todo, sabrán que no puede
haber venganza.
Estamos ante uno de los grandes films del año. Tengo
entendido que Eslovenia la ha propuesto para competir por los Oscar a la Mejor Película
Extranjera en la próxima edición de entrega de premios que hará la Academia de Hollywood.
Sin lugar a dudas, una distinción inobjetable.
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