domingo, 9 de junio de 2019

DOLOR Y GLORIA de Pedro Almodóvar


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Pedro, fílmate algo!. Qué no se te ocurre nada? Por qué no contás algo de tu vida íntima, que tenga que ver con la gran movida española de los 80? Te acordas, hermano, que bien la pasamos? ¿Y de tu primera película? Además, te hiciste famoso. Increíblemente, la gente fue a ver Pepi, Luci , Bom y otras chicas del montón! ¿Quién lo hubiera dicho? Y dos años después corrían a ver Laberinto de Pasiones. Qué años los ´80! Sobre el final de la década llegaron las Mujeres al Borde de un Ataque de Nervios, Pedrito, y todo lo que filmaste después fue bien recibido! En los `90 ya te conocía todo el mundo y eras un director consagrado. Qué queres hacer ahora? 8 y Medio? Acaso te animas? Mirá que vos no sos Fellini!
Para qué lo abre dicho? Dolor y Gloria es el 8 y Medio almodovariano, licuado de acuerdo a los tiempos líquidos que estamos viviendo. Cuesta creer que un director consagrado como Pedro Almodóvar haga una película tan impúdica sobre sí mismo, mostrándose en una crisis creativa, enfermo, drogándose hasta el cansancio hasta llegar a un punto donde los médicos encuentran una solución a sus padecimientos, dan en la tecla, lo devuelven a la vida y chau pinela! A filmar otra vez! Con una gran suma de auto indulgencias, tenemos otro nuevo Almodóvar en cartelera.
Se podría decir que el film es la crisis existencial de un artista que en un pico de enfermedad, se hunde en la desesperación, y como llamada de auxilio retorna a sus viejos amigos en busca de apoyo, llegar al fondo acompañado, cuando vuelve a aparecer la luz, renace como una Ave Fénix volviendo de sus cenizas a una nueva plenitud creativa.
Almodóvar es Almodóvar, y aunque nunca se llevó la Palma de Oro en Cannes, igualmente es considerado un Gran Maestro del Cine. En el 2000, con Todo Sobre Mi Madre, ganó el Oscar a la Mejor Película Extranjera y en Cannes, la Palma al Mejor Director. Pero llegar a este “Dolor y Gloria” mostrándose como un director absolutamente decadente incapaz de superarse a sí mismo parece una broma de mal gusto, casi una tomadura de pelo al espectador. Creo que es la primera vez que un film de Almodóvar no me gusta e incluso me causa rechazo.
No obstante, debo reconocer que Antonio Banderas está impecable en su papel de Salvador Mallo, el presunto alter ego de Almodóvar. Compone la figura de un director enfermo, al borde de la decadencia, autodestructivo, incapaz de enfrentarse con la verdad aislándose en el mundo de las drogas donde su auto indulgencia lo puede todo, transformándose siempre en una víctima de los demás.
El film también cuenta la infancia del director. Estas escenas parecen de otra película, en la cuales se hace incapie en la importancia de la formación religiosa en aquella época. En ellas, Penélope Cruz compone la madre joven, mientras que más tarde, Julieta Serrano hace de su madre anciana, para que en una escena en el hospital, donde Doña Jacinta agoniza, el sentimiento de culpa del director pueda ser expiado. Hay otros dos papeles también destacables en el casting.  Asier Exeandía en el papel de Alberto Crespo, un actor importante en la vida de Salvador Mallo, y Leonardo Sbaraglia, un bisexual que ha sido el gran amor del director.
Dos colaboradores habituales de Almodóvar completan su equipo técnico dando jerarquía al producto. Jose Luis Alcaine en la fotografía, y el notable músico español Alberto iglesias en la música.
Creo que el tiempo colocará en su lugar a esta nueva obra del director. Hoy la veo como una película menor del gran maestro español. No creo que dentro de unos años pueda recordársela como una obra capital en su filmografía, aunque si recordaremos los esfuerzos de Antonio Banderas interpretando a ese director perdido entre la auto indulgencia, la enfermedad y la drogadicción tratando de salir y encontrarse con lo mejor de sí mismo. Muy lejos de Fellini y su “8 y ½”.

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