LA AGONIA DEL EXITO
Escrita por Tom Edge y basada en la obra teatral End of the
Rainbow de Peter Quilter (también coautor del guión de la película), estamos
ante una obra maestra del teatro musical que afortunadamente, es llevada al
cine de la mano de un director sensible y respetuoso capaz de encontrar el nudo
gordiano de la cuestión y trasladarlo en imágenes cinematográficas de gran
contenido dramático.
Judy no es una película biográfica. Se basa libremente en
la vida de Judy Garland, y se concentra en los últimos meses de su vida.
Magníficamente interpretada por Renee Zellweger, quien seguramente se llevará
el Oscar a la Mejor Actriz, muestra la otra cara de una vida mimada por el
éxito pero castigada por la intolerancia de todos aquellos que vivían a su
costa (productores, empresarios, maridos, y músicos), impidiéndole con mandatos
de diferente tipo ser ella misma, hacer lo que quería y disfrutar de su familia
y su éxito.
Judy es la historia de una mujer entre la espada y la
pared. A los 40 años de edad ya se había convertido en un icono de Hollywood,
una estrella cinematográfica, con una gran trayectoria como cantante popular,
había contraído 5 matrimonios y tenía dos hijos pequeños (de su tercer
matrimonio), a los que le costaba atender personalmente dado sus actividades
artísticas. Consecuencia de ello, consumida por la dieta a la cual era sometida,
su temprana adicción por las pastillas para adelgazar, el gran consumo de café
y tabaco para perder el apetito, hará que su salud termine resquebrajándose y
enferme gravemente muriendo a los 47 años de edad.
La película se concentra en aquellos 6 meses antes de su
muerte en ocasión de la última gira que emprende en viaje a Londres. Recrea su
intimidad, nos informa de sus problemas conyugales, sus divorcios, su lejana y
sufriente relación con sus hijos, su necesidad de hacer una gira para conservar
su vigencia como actriz y cantante sino también para poder levantar una
situación económica y financiera resentida por su tercer divorcio.
El film es un abrazo a la intangibilidad. Alguien podría
decir que está hecho de aquello con que se hacen los sueños. Es un discurso
sobre los sentimientos y la imposibilidad de poder transmitirlos, de hacerlos
reales. El film está definido por la incomunicación de sus personajes y una
distancia que vuelve a todo como lejano. Hay una atmósfera de tragedia que lo atraviesa
generando la idea de un destino inexorable. Expresa una idea de soledad más
allá de todo acompañamiento.
Rupert Goold dirige el film con gran seguridad, sentido
común y un respeto absoluto por la identidad de la diva. Sabe muy bien que
pretende hacer con su película. La consecuencia de ello es un film eminentemente
intimista, que más que mostrar una vida intenta comprenderla hasta descifrarla
como si necesitara desnudarla para que su público entienda que más allá de la
estrella, Judy, por sobre todas las cosas,
era una simple mujer, un ser humano que necesitaba vivir su vida, un ser
sensible, vital, que pretendía una vida común, ser madre, disfrutar de sus
hijos y estabilizarse emocionalmente de manera tal de poder convivir con un
hombre que supiera acompañarla.
Renee Zellweger corona con una gran actuación ese momento
en la vida de Judy. Se mete en su intimidad y la radiografía en forma íntegra
hasta que el personaje cobra vida. El espectador, queda anonadado ante la creación
de ese momento de ilusión en el cual Judy revive en la actuación de Zellweger
creando y transmitiendo dos horas de ilusión de soledad, desesperanza y desesperación.
La extrae de la maqueta para transformarla en un ser sufriente, incapaz de
educar a sus hijos, convivir con un hombre, disfrutar de la vida, y de los
dones musicales y actorales que innegablemente poseía.
La Judy de Zellweger es un ser sufriente incapaz de gozar
de un momento de felicidad más allá de algún aplauso perdido, o de un momento
casual como la cena en la casa de los homosexuales. Su actuación vuelve a
brillar en la anteúltima escena donde llama a sus hijos para una Navidad que
otra vez pasará lejos de ellos. La escena es una sola toma donde ella se
comunica por teléfono, la cámara se planta en un primer plano, en el fondo se
escucha una canción, el cásico inolvidable de Ira Gershwin y Harold Arlen
titulado The Man That Goes Away. La escena no tiene cortes, y la desesperación
de la ocurrencia deja verse en la expresividad de la cara de Zellweger. Esa
mirada llena de infinita tristeza, de impotencia para cambiar el estado de las
cosas, nos dice todo acerca de la fatalidad de una vida cuyo horizonte de vida
será inexorablemente corto.
El notable acompañamiento musical de Gabriel Yared y las
canciones interpretadas por la propia por Renee Zellweger le otorgan una
ambientación muy particular a la película logrando no solo el ámbito de un
musical sino también una atmosfera cerrada de gran intimidad que contagia al
espectador haciéndolo participe de la historia contada.
Un film lleno de aciertos. Desde la actuación de la
Zellweger a la música de Yared y las canciones inolvidables de la década del
40, con una fotografía de Ole Brandt
Birkeland, cuyos tonos acaramelados inundan de calidez una atmosfera
pesada que además, sabemos, conduce inexorablemente a la tragedia contando tan
solo un pedacito de la otra cara de una vida extraordinaria que por su
brillantez forma parte ineludible de la historia grande del cine.
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