viernes, 31 de enero de 2020

1917 de Sam Mendes


Recordando a Dos Grandes Maestros

La primera reacción después de ver la película es reconocer el maravilloso despliegue visual que tanto el director Sam Mendes como el fotógrafo Roger Deakins han realizado. No se puede decir que sea cosa nueva para ellos. Trabajaron juntos anteriormente en Skyffall, un film de la serie Bond. Esta nueva obra, sin lugar a dudas, es el resultado de una asociación artística que no puede resultar en otra cosa que algo muy bien hecho.

El film remite a dos grandes films de dos grandes maestros: Alfred Hithcock, siempre presente, con su Rope (La Soga, 1948) y Stanley Kubrick (Paths of Glory, 1958). El primer caso, aporta la idea de una filmación sin cortes. En aquel momento, acotada por la duración de cada rollo de película. Hoy, problema superado por el uso de las técnicas digitales. El segundo caso, aporta no solo en lo conceptual: una guerra sucia, luchada cuerpo a cuerpo, sino también, en lo cinematográfico, a la idea de una filmación narrada con un travelling, ello es, con una cámara que se desplaza acompañando en forma permanente a los personajes, viendo lo que ellos ven o lo que el director decide que el espectador debe ver. 
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El travelling es el principal recurso narrativo de Sam Mendes. Desde que la película comienza hasta que llega a su film no se percibe un solo corte. La prolijidad de la puesta es total. Y la capacidad narrativa del director y su guionista es prodigiosa. El mexicano Alejandro Gonzalez Iñarritu ya había probado también con éxito este recurso en las escenas finales del teatro en Birdman (2014).

Con ese formato tan particular, el film cobra un interés de tipo participativo. Busca que el espectador este allí, en la trinchera, siga a los dos soldados en su peripecia por el campo, disfrute en el estanque, vea un avión que se nos viene encima. 1917 es un film físico que crea la sensación de estar allí, de participar de lo que está ocurriendo. Es un film palpable.

Sin grandes nombres, sin grandes estrellas, el film se impone porque logra atrapar al espectador y colocarlo en medio de aquella guerra, la cual no ha vivido, acaso, incluso, siquiera ha imaginado. Una guerra de trincheras donde los aviones participan por primera vez en una contienda bélica pero que paradójicamente, resulta una guerra donde en su mayor parte se pelea cuerpo a cuerpo a pesar que la época ya generaba producción de carácter industrial. Más allá de la trinchera, el material bélico usado había sido fabricado de aquella manera.

Lo interesante de 1917 no es que el film valga solamente por la destreza técnica con que fue filmada. Más allá de eso, en primer lugar, es un film de características humanistas. Rescata al ser humano sobre la cuestión bélica. Es cierto que ocurre en una guerra. Los protagonistas principales son un par de soldados que deben cumplir con una misión encomendada por el Alto mando. Pero más allá de eso, impera la necesidad de cambiar una orden que hará perder una guerra. Esa es la misión de nuestros dos soldados. En otras palabras, ello es, salvar vidas humanas.

En el film de Mendes, la vida está latente e importa sobre todas las cosas, incluso sobre la guerra misma. Film físico, palpable, sensible, impone un mensaje pacifista más allá de mostrarnos en primer plano una guerra que duró cuatro largos años, produjo 10 millones de bajas, donde fueron movilizados 60 millones de soldados, y actualmente es considerada como uno de los hechos más sangrientos de toda la historia de la humanidad.

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