LA MENTIRA COMO VERDAD
Corre la década del`50. Un hombre joven que trabaja como
gasista aprovecha una oportunidad y se transforma en actor que se torna
conocido a través de una serie de televisión sobre el Lejano Oeste (Rawhigh) a
mediados de los años ´60. Más tarde decide probar suerte en Europa y de la mano
del italiano Sergio Leone es lanzado a la fama en uno de aquellos filmes que se
dieron en llamar genéricamente westerns spaghetti. El film en cuestión era Por
un Puñado de Dólares, 1964, que se volvió un éxito descomunal que generó
secuelas y recorrió el mundo. El joven actor regresó a los Estados Unidos y
durante la década del 60 se volvió una estrella de cine muy popular y además, como
no carecía de ambiciones, comenzó a dirigir sus propios films. De a poco ganó
prestigio y hoy en día es uno de los directores más famosos y personales de la
historia del cine americano.
Estamos hablando de Clint Eastwood, un cineasta que como
director ha ido evolucionando tanto temática como estéticamente. Su cine ha crecido
paso a paso. La película que nos ocupa da cuenta de ello. Esta semana se ha
estrenado su último film: El Caso de Richard Jewell, una obra basada en eventos
reales que permite a su director reflexionar sobre el papel de la Justicia, las
Fuerzas de Seguridad y el Periodismo en la creación de un relato ficticio que
se interpone entre la verdad y la necesidad del propio Estado dejando de lado
la realidad y la seguridad del individuo, dando lugar a una irresponsabilidad
institucional de características monstruosas.
Richard Jewell fue un joven estadounidense que trabajó como
guardia de seguridad y oficial de policía. Su caso se volvió famoso durante los
Juegos Olímpicos de Verano en Atlanta, Georgia, Estados Unidos en 1996, donde
descubrió una mochila abandonada en el parque que contenía una bomba con tres
explosivos. Jewell, quien dió la alerta correspondiente y ayudó en la evacuación
del parque antes de que explotara la bomba, fue primeramente aclamado como un
héroe pero más tarde fue considerado sospechoso por parte del FBI, aunque
finalmente, ante la falta de evidencias en el caso, fue liberado sin ser
llevado a juicio.
Eastwood toma un prolijo guión de Billy Ray (Los Juegos del
Hambre, 2012; Capitán Philips, 2013) sobre un falso culpable y lo transforma en
un film intimista que describe la vida simple de un americano pueblerino, buena
persona, que solo busca ser alguien en la vida y para ello sueña con ser
policía. Ese es Richard Jewell, un solitario que vive con su madre, alguien
incapaz de hacer daño premeditado al prójimo pero seguramente, capaz de soñar
con cinco minutos de fama.
La destreza narrativa del director hace simple lo complejo
transformando al film en una parábola sobre el destino de este individuo que de
la noche a la mañana es tocado por la varita de la fama a la vez que resulta acusado
y acosado por el FBI, apoyado por un periodismo sensacionalista que colabora en
un penoso papel de malformación de la opinión pública.
El film de Eastwood se levanta contra la injusticia de la
indefensión en que se encuentra el individuo ante el poder del Estado. En este
caso, una actuación nefasta que le cupo al FBI generando sospechas sobre un
falso culpable, y valiéndose de los medios periodísticos sensacionalistas y muy
hambrientos de primicias, informando a la ciudadanía en forma equivocada ansiosos
por manejar la opinión tapando los errores de investigación que estaba llevando
al FBI al lugar equivocado y perdiendo toda objetividad en la comunicación de
la noticia.
Esta nueva obra del director se aleja de los héroes
individualistas que han caracterizado la mayor parte de su obra tanto como
actor como director. Harry El Sucio, o el Bill Munny de Los Imperdonable, o
incluso el Walt Kowalski de Gran Torino dan cuenta de ello. En realidad, el
personaje de este film se acerca como la contracara de Butch Haynes, el
personaje de Kevin Kostner en Un Mundo Perfecto. En aquel film Kostner es un
criminal fugitivo, víctima de las circunstancias y las malas compañías cuyos
sentimientos afloran protegiendo a un niño que ha secuestrado, dándole una
oportunidad de redención.
El director maneja con maestría ese mundo lleno de
claroscuros, donde nada es lo que parece ser, donde el bien y el mal se
confunden y la realidad da un paso al costado dejando que el relato de los
medios pase a ser la verdad que el Poder necesita mostrar ante la falta de
evidencias, de pruebas concretas, haciendo que la verdad se vuelva mentira, y
la mentira realidad.
El director maneja con maestría ese mundo lleno de
claroscuros, donde nada es lo que parece ser, donde el bien y el mal se
confunden y la realidad da un paso al costado dejando que el relato de los
medios pase a ser la verdad que el Poder necesita mostrar ante la falta de
evidencias, de pruebas concretas, haciendo que la verdad se vuelva mentira, y
la mentira realidad. Es notable la forma en que Eastwood maneja el relato,
yendo de la narración clásica de una sucesión de hechos dejándole siempre al
espectador una posibilidad de reflexión. Esa capacidad narrativa le permite a
Eastwood dejarnos siempre un espacio para reflexionar sobre lo que estamos
viendo. Y es allí donde encontramos la clave del relato.
A pesar que Richard Jewell nunca fue acusado, la vida lo sometió
a un "juicio a través de los medios", y durante mucho tiempo, aun
estando libre, fue considerado el autor material del atentado y por lo tanto el
culpable de las muertes provocadas por el mismo. Finalmente fue exonerado y en
2006, el gobernador Sonny Perdue le agradeció públicamente en nombre del Estado
de Georgia el haber salvado la vida de muchas personas. No obstante ello, su
padecer no fue indiferente. Jewell murió joven, en agosto de 2007. Tenía 44
años y sufría de una insuficiencia cardíaca provocada por complicaciones de su
diabetes. Eastwood lo vuelve conocido e inolvidable colocándolo en la lista de
los héroes anónimos que no solo pueblan los Estados Unidos de América sino
también el mundo.
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