martes, 7 de enero de 2020

EL CASO DE RICHARD JEWELL de Clint Eastwood


LA MENTIRA COMO VERDAD

Corre la década del`50. Un hombre joven que trabaja como gasista aprovecha una oportunidad y se transforma en actor que se torna conocido a través de una serie de televisión sobre el Lejano Oeste (Rawhigh) a mediados de los años ´60. Más tarde decide probar suerte en Europa y de la mano del italiano Sergio Leone es lanzado a la fama en uno de aquellos filmes que se dieron en llamar genéricamente westerns spaghetti. El film en cuestión era Por un Puñado de Dólares, 1964, que se volvió un éxito descomunal que generó secuelas y recorrió el mundo. El joven actor regresó a los Estados Unidos y durante la década del 60 se volvió una estrella de cine muy popular y además, como no carecía de ambiciones, comenzó a dirigir sus propios films. De a poco ganó prestigio y hoy en día es uno de los directores más famosos y personales de la historia del cine americano.

Estamos hablando de Clint Eastwood, un cineasta que como director ha ido evolucionando tanto temática como estéticamente. Su cine ha crecido paso a paso. La película que nos ocupa da cuenta de ello. Esta semana se ha estrenado su último film: El Caso de Richard Jewell, una obra basada en eventos reales que permite a su director reflexionar sobre el papel de la Justicia, las Fuerzas de Seguridad y el Periodismo en la creación de un relato ficticio que se interpone entre la verdad y la necesidad del propio Estado dejando de lado la realidad y la seguridad del individuo, dando lugar a una irresponsabilidad institucional de características monstruosas.

Richard Jewell fue un joven estadounidense que trabajó como guardia de seguridad y oficial de policía. Su caso se volvió famoso durante los Juegos Olímpicos de Verano en Atlanta, Georgia, Estados Unidos en 1996, donde descubrió una mochila abandonada en el parque que contenía una bomba con tres explosivos. Jewell, quien dió la alerta correspondiente y ayudó en la evacuación del parque antes de que explotara la bomba, fue primeramente aclamado como un héroe pero más tarde fue considerado sospechoso por parte del FBI, aunque finalmente, ante la falta de evidencias en el caso, fue liberado sin ser llevado a juicio.

Eastwood toma un prolijo guión de Billy Ray (Los Juegos del Hambre, 2012; Capitán Philips, 2013) sobre un falso culpable y lo transforma en un film intimista que describe la vida simple de un americano pueblerino, buena persona, que solo busca ser alguien en la vida y para ello sueña con ser policía. Ese es Richard Jewell, un solitario que vive con su madre, alguien incapaz de hacer daño premeditado al prójimo pero seguramente, capaz de soñar con cinco minutos de fama.

La destreza narrativa del director hace simple lo complejo transformando al film en una parábola sobre el destino de este individuo que de la noche a la mañana es tocado por la varita de la fama a la vez que resulta acusado y acosado por el FBI, apoyado por un periodismo sensacionalista que colabora en un penoso papel de malformación de la opinión pública.

El film de Eastwood se levanta contra la injusticia de la indefensión en que se encuentra el individuo ante el poder del Estado. En este caso, una actuación nefasta que le cupo al FBI generando sospechas sobre un falso culpable, y valiéndose de los medios periodísticos sensacionalistas y muy hambrientos de primicias, informando a la ciudadanía en forma equivocada ansiosos por manejar la opinión tapando los errores de investigación que estaba llevando al FBI al lugar equivocado y perdiendo toda objetividad en la comunicación de la noticia.

Esta nueva obra del director se aleja de los héroes individualistas que han caracterizado la mayor parte de su obra tanto como actor como director. Harry El Sucio, o el Bill Munny de Los Imperdonable, o incluso el Walt Kowalski de Gran Torino dan cuenta de ello. En realidad, el personaje de este film se acerca como la contracara de Butch Haynes, el personaje de Kevin Kostner en Un Mundo Perfecto. En aquel film Kostner es un criminal fugitivo, víctima de las circunstancias y las malas compañías cuyos sentimientos afloran protegiendo a un niño que ha secuestrado, dándole una oportunidad de redención.
El director maneja con maestría ese mundo lleno de claroscuros, donde nada es lo que parece ser, donde el bien y el mal se confunden y la realidad da un paso al costado dejando que el relato de los medios pase a ser la verdad que el Poder necesita mostrar ante la falta de evidencias, de pruebas concretas, haciendo que la verdad se vuelva mentira, y la mentira realidad.


El director maneja con maestría ese mundo lleno de claroscuros, donde nada es lo que parece ser, donde el bien y el mal se confunden y la realidad da un paso al costado dejando que el relato de los medios pase a ser la verdad que el Poder necesita mostrar ante la falta de evidencias, de pruebas concretas, haciendo que la verdad se vuelva mentira, y la mentira realidad. Es notable la forma en que Eastwood maneja el relato, yendo de la narración clásica de una sucesión de hechos dejándole siempre al espectador una posibilidad de reflexión. Esa capacidad narrativa le permite a Eastwood dejarnos siempre un espacio para reflexionar sobre lo que estamos viendo. Y es allí donde encontramos la clave del relato.

A pesar que Richard Jewell nunca fue acusado, la vida lo sometió a un "juicio a través de los medios", y durante mucho tiempo, aun estando libre, fue considerado el autor material del atentado y por lo tanto el culpable de las muertes provocadas por el mismo. Finalmente fue exonerado y en 2006, el gobernador Sonny Perdue le agradeció públicamente en nombre del Estado de Georgia el haber salvado la vida de muchas personas. No obstante ello, su padecer no fue indiferente. Jewell murió joven, en agosto de 2007. Tenía 44 años y sufría de una insuficiencia cardíaca provocada por complicaciones de su diabetes. Eastwood lo vuelve conocido e inolvidable colocándolo en la lista de los héroes anónimos que no solo pueblan los Estados Unidos de América sino también el mundo.

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